Cuidar a los cuidadores
El SAS organiza 164 talleres para ayudar a las familias que asisten en sus casas a más de 22.000 enfermos
Una leyenda urbana dice así: es verano y un coche aparca en la puerta de cualquier hospital. De él bajan varias personas que acompañan a un anciano. Entran en la sala de urgencias. Al cabo de un rato salen sin él. Se montan en el coche y se van a la playa.
Para Francisco Murillo, director del Plan de Urgencias del Servicio Andaluz de Salud (SAS), episodios como éste hace mucho que no se dan "y, cuando ocurrían, eran muy puntuales". Ovidio Muñiz, médico internista del hospital Virgen del Rocío está de acuerdo: "Es la típica historia que, por su dramatismo, suele interesar a la prensa. Pero en mis casi 20 años de experiencia laboral, jamás me he encontrado con esa situación". Es complicado que hoy se dé el fenómeno del abuelo aparcado en el hospital, ya que las modernas medidas de atención en urgencias obligan a que sólo los pacientes que de verdad lo necesiten sean ingresados en planta.
"Han sido años sin descanso, sin vacaciones", dice María José Grande
Los cursos sirven en gran medida de terapia de desahogo para los familiares
El problema que viven las personas que, a causa de accidentes o enfermedades, requieren de cuidados constantes no es que vayan a ser abandonados por sus familiares en verano. Las dificultades son otras. "Todo empieza cuando los especialistas intentan hacer comprender a las familias que la estancia del enfermo en el hospital, una vez estabilizado, ya no es estrictamente necesaria", explica el doctor Muñiz. "Ahí es cuando la familia, a veces, se vuelve un poco reacia al alta, ya que se ven desbordados", continúa.
Volver a casa. Ése es el verdadero golpe. Lo ha sido para el abuelo de las hermanas María y Mónica Sola, gravemente enfermo del hígado. Acaban de regresar al hospital Virgen del Rocío con él. "Lo teníamos en casa, pero es que no podemos atenderle bien, está muy mal, tiene dolores y se queja mucho. No sabemos qué hacer", explica María José.
Para ayudar a personas que se encuentren en la misma situación que las hermanas Sola, la Junta de Andalucía destinó en 2002, dentro del Plan de Apoyo a la Familia, 267 enfermeras para tratar de ayudar y asesorar a los familiares cuidadores. Dolores Arjona, perteneciente al centro de salud del barrio sevillano de San Jerónimo, es una de ellas. Arjona organizó uno de los 164 talleres que se celebraron por toda Andalucía el pasado años y donde los familiares cuidadores pudieron seguir programas de formación específicos orientados a atender no sólo a los pacientes (higiene, alimentación, prevención de úlceras en la piel provocadas por estancias prolongadas en camas, comunicación, etcétera) sino también al cuidado físico y psíquico de ellos mismos. En el primer trimestre de 2003, el SAS censó a 22.295 enfermos y 11.305 cuidadores familiares. De éstos, el 60% realiza su labor en solitario y el 83% es mujer.
Los talleres sirven en gran medida de terapia de desahogo para quienes acuden a ellos. "Es bueno conocer a personas que están pasando por lo mismo que tú", dice María José Grande, de 49 años, casada y con dos hijos. "Mi padre sufrió un accidente vascular hace seis años que le ha dejado paralizado medio cuerpo", continúa. "Cuando volvió a casa no paró de llorar durante días y yo, detrás de la puerta, para que no me viera, llorando con él". Tres meses después, su madre sufrió la misma enfermedad afectándole a sus funciones intelectuales "y ahora se ha convertido en una niña de siete años". Así, sus padres, de 92 años él y 87 ella, pasaron de vivir solos a requerir la atención constante de su única hija."Han sido seis años sin descanso. Sin vacaciones. Pudimos traerlos a un piso de mi mismo edificio para atenderlos mejor. Fue una suerte. Y así me paso el día. Yendo y viniendo, de un piso a otro sin parar", concluye María José.
Luis Miguel Ochavo, de 36 años, casado y con dos hijos pequeños, conoció a María José en el taller de ayuda. Su padre, de 76 años, sufre problemas de espalda que le causan fuertes dolores y limitan mucho su movilidad. "De su cuidado se encargaba antes mi madre, pero murió en 1997 de un infarto. Reventada de cansancio y pena". Desde entonces, su padre y su hermano, enfermo de esquizofrenia, viven con Luis Miguel, su mujer y sus dos hijos.
"Cuando empecé el taller y plantee posibles temas, el más votado fue el de cómo cuidar a los cuidadores", dice la enfermera Arjona. Las tensiones provocadas por el desconcierto de las familias y la dedicación de tiempo y esfuerzo en los enfermos, suele desembocar en la rotura del equilibrio entre padres, hijos y hermanos. "Por algunos casos de peleas que he conocido en el taller de ayuda, doy gracias de ser hijo único", dice Luis Miguel.
María José y Luis Miguel son en el fondo unos privilegiados porque han encontrado el apoyo de sus parejas y sus hijos. Aun así, ambos debieron dejar sus trabajos para atender a sus padres enfermos. Los dos tratan ahora, a duras penas, de recuperar su vida laboral, ella preparando oposiciones de administrativo y él trabajando como limpiador. "De noche trabajo y durante el día puedo cuidar de mi padre. Duermo poco, la verdad", dice Luis Miguel.
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