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Tribuna:PAÍSES, PAISAJES Y PAISANAJES | FÓRUM DE BARCELONA | Opinión
Tribuna
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Hablando a la pared

En un lejano lugar -hace muchos, muchos años- las autoridades competentes del ramo decidieron ubicar a sus chabolistas en un único barrio. Un barrio lo suficientemente aislado y mal comunicado como para que nadie tuviese interés en ir hasta él. Y, lo más importante, para que nadie tuviera la tentación de salir de él. Fue así como muchas bolsas de pobreza de la Barcelona franquista se unificaron. Comenzando la historia de un vecindario que -en las últimas décadas- ha vivido grandes ilusiones y monumentales decepciones. Como en Bienvenido mister Marshall, aquí las ocasiones históricas siempre han pasado de largo. Estamos en tierra de nadie, en una reserva india. Un lugar, macarrilla y asilvestrado, donde la gente decente no va a pasear y los taxistas se niegan a llevarte. Un lugar con un grave problema de marginalidad, donde conviven familias humildes y trabajadoras con los clanes de la droga. Un lugar donde pagan justos por pecadores, donde payos y gitanos comparten una misma cultura, donde el que puede estudia fuera y el que no puede ha de buscarse la vida. En definitiva, estamos en La Mina.

Visto desde el recinto del Fórum, tan sólo se trata de un lejano conjunto de edificios anodinos, medio ocultos tras los aparcamientos. El desarrollo termina a sus puertas. Es algo de lo que la ciudad se avergüenza y trata de ocultar a las visitas. Tanto es así que, al cruzar los raíles del tranvía, nos damos de morros con un enorme muro de color amarillo. En él se muestran diversas fotografías aéreas que constatan las obras efectuadas en los últimos años y mapas de cómo va a quedar la zona cuando se acaben los diálogos. No obstante, al otro lado nada parece haber cambiado. Tan cerca y tan lejos. Paisajes nuevos, soberbios y relucientes, junto al viejo barrio de siempre, ahora cercado por ese muro que impide a sus vecinos acercarse a las atracciones del Fórum sin verse obligados a dar un gran rodeo. De nuevo, una expectativa corre camino de convertirse en otro espejismo. El futuro tan cerca, la Diagonal a tiro de piedra, la oportunidad de rehabilitar y dignificar este residuo del porciolismo, y lo único que sacan en claro es esa valla. Como dice el axioma, cuanto más lejano es un pobre, más simpático nos parece. Millones de euros gastados en dialogar sobre la sostenibilidad, la paz y la comunicación entre culturas, mientras al otro lado de la acera se amontonan los problemas sin solución.

Mientras unos perpetran homenajes a Pablo Neruda, los trabajadores de La Mina se levantan temprano todas las mañanas con la misma canción desesperada de siempre. No quieren homenajes, sólo quieren que les dejen arreglar la escalera, vivir sin miedo y con dignidad. Cosas más raras se han visto, como que un rey -por primera vez en la historia de España- venga a Barcelona a inaugurar un merendero. Los niños también meriendan en La Mina, y a unos cuantos de ellos se los merendará un futuro negro como el carbón. Otros verán la luz al final del túnel, se librarán de vivir en galerías subterráneas y sacarán petróleo de su experiencia gracias a sus familias, vecinos, maestros y otros trabajadores sociales que -inasequibles al desaliento- resisten con esperanza al tráfico de desesperanza. Parece que a los reyes magos se les acabaron los regalos justo a la entrada del barrio, se alojaron en un lujoso hotel y olvidaron poner a buen recaudo a sus camellos, que campan a sus anchas. Los vecinos están tan sedientos de dignidad que ya creen ver espejismos. Y no es un espejismo, es el Fórum. El lujo de unos trae la miseria de otros, como ya saben hasta los universitarios. En La Mina también hay metales preciosos por descubrir que no salen a la superficie porque casi nadie cree en ellos. Y es que Barcelona y yo somos así, señora.

Accidents Polipoètics son Xavier Theros y Rafael Metlikovez.

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