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El paso del valencianismo al radicalismo marca un año de gobierno de Camps

El presidente del Consell refuerza su liderazgo y mantiene el feudo valenciano para el PP

El primer año de Francisco Camps al frente de la Generalitat ha estado marcado fundamentalmente por su propia posición orgánica en el seno del PP y el reciente cambio de Gobierno en España, que ha obligado al Consell a rescatar un rosario de supuestos agravios tras ocho años de apacible relación con el Ejecutivo de Aznar. Así, el carácter valencianista que presidió el arranque de la legislatura ha sido sustituido por un "radicalismo" en defensa de los intereses valencianos frente al Gobierno central.

Camps inicio su presidencia con un juramento sobre Els Furs y la Biblia, simbolizando la unión de un valencianismo de tinte conservador y un humanismo político como principal argumento de legislatura. En una coyuntura en la que el PP revalidase su hegemonía en las elecciones generales, esta nueva orientación que ponía los acentos en la singularidad autonómica, podía funcionar como un valor añadido a la política del partido en España, de clara fricción con los nacionalismos vasco y catalán.

Sin embargo, ese nacionalismo posible que debía ser contrapuesto en positivo al vasco y al catalán no llegaría a estrenarse. Por una parte, el PP valenciano se vio inmerso en un enfrentamiento orgánico sin precedentes, como consecuencia de la sucesión de Eduardo Zaplana, quien a pesar de haber dejado el cargo más representativo de la Administración valenciana no ha cejado en mantener el poder en el partido como estructura superior a la Generalitat. La principal consecuencia fue la parálisis del Consell, que se ha visto agravada con la derrota en las elecciones generales del PP el pasado 14 de marzo. Con todo, Camps ha afianzado su liderazgo, ha radicalizado su discurso frente al Gobierno central socialista y ha logrado que el PP continúe siendo el partido más votado en la Comunidad Valenciana.

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