Afganistán se queda a la sombra de Irak
La recuperación política y económica ansiada por los afganos pasa a un segundo plano
Estados Unidos ha regresado a Afganistán. Después de dos años concentrado en el frente iraquí, Washington ha decidido enviar más tropas (2.000 marines y 2.000 soldados) y reimpulsar sus actividades en este país, que durante el año 2003 desapareció de los medios informativos. En Afganistán hay una sensación amarga de abandono, de ser un asunto secundario que sólo vuelve a recibir atención en la medida en que la cita electoral norteamericana de noviembre necesita un contrapeso a las malas noticias procedentes de la posguerra de Irak.
"Las noticias han sido tan malas en Irak que [George W.] Bush necesita una buena historia afgana para ofrecer en las elecciones de noviembre", manifiesta Grant Kippen, del National Democratic Institute, una ONG próxima al Partido Demócrata norteamericano que se dedica a promover la democracia. La mayoría de los trabajadores humanitarios que operan sobre el terreno comparte esa impresión. "Lo único que les importa es tratar de capturar a Osama [Bin Laden] para exhibirlo ante las urnas", señala uno de ellos.
El país que albergó a Al Qaeda corre el riesgo de caer en las garras de los fanáticos
"Bush necesita una buena historia afgana que ofrecer a sus electores en noviembre"
"Irak ha matado a Afganistán", sentencia un consejero político de UNAMA, la misión de la ONU en Afganistán. "En Nueva York sólo hay tres temas en la agenda: Irak, Irak e Irak", añade en referencia a la sede de Naciones Unidas. Y, sin embargo, los cerca de 300 funcionarios de UNAMA, además del resto de las agencias humanitarias de la ONU, no han dejado de trabajar durante todo este tiempo. "No hemos contado con suficientes medios", argumenta la fuente en referencia tanto a los fondos como a la seguridad.
Es cierto que los países donantes se comprometieron el pasado abril en Berlín a conceder nuevas ayudas a Afganistán por valor de 8.200 millones de dólares para los próximos tres años. La cifra es superior a lo recaudado en la conferencia de Tokio del año 2002. Sin embargo, apenas se traduce en 100 dólares por afgano y año. "Eso es cuatro veces menos que lo que recibió Kosovo y siete menos que Bosnia", hace notar James Dobbins, analista de Rand Corporation.
En cuanto a la seguridad, la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad) apenas ha salido de Kabul. Fuera de la capital, la coalición liderada por Estados Unidos prosigue su guerra contra los remanentes de Al Qaeda, los talibanes y el Hizb-u Islami del radical Gulbudin Hekmatyar. Al menos 32 trabajadores humanitarios han sido asesinados desde marzo de 2003 y los agentes del registro electoral son el último objetivo añadido a una lista que incluye también funcionarios locales y provinciales. Incluso la participación de la OTAN en la ISAF ha sido "una manera de salvar la cara ante la crisis de Irak", según una fuente de ese organismo.
"Después de la derrota del régimen talibán, no entendí por qué Estados Unidos destinaba tan pocas fuerzas a Afganistán", explica Ahmed Rashid, uno de los mayores especialistas en este país. "Ahora, al leer Bush en guerra de [Bob] Woodward, me ha quedado claro: la Casa Blanca ya planeaba entonces la invasión de Irak". Rashid, como la mayoría de las fuentes consultadas, tiene la sensación de que se han perdido dos años valiosos. Como resultado, el país que un día albergó a Al Qaeda corre el riesgo de caer de nuevo en las garras de los fanáticos islamistas.
Los portavoces norteamericanos enumeran los logros conseguidos en estos dos años: un crecimiento económico del 30% en el último año, 5,5 millones de niños escolarizados (de ellos dos millones de niñas), 203 escuelas construidas o reconstruidas, 25 millones de libros de texto distribuidos, 140 centros de salud rehabilitados, 4,25 millones de niños vacunados contra el sarampión y la polio...
"Es una estupidez y una manipulación comparar el desastre de Irak con Afganistán para concluir que aquí todo está saliendo bien", se indigna un diplomático europeo con amplio conocimiento del país. "No se trata de lo que se ha hecho, sino de lo que se ha dejado de hacer; de los compromisos incumplidos por la comunidad internacional, como es el caso de la expansión de la ISAF fuera de Kabul", explica.
En el segundo país más pobre del mundo queda mucho por hacer. Los niños sólo acuden a clase durante tres horas al día, muchas escuelas siguen siendo tiendas de lona, cada centro tiene que acoger varios turnos por falta de aulas para todos, la esperanza de vida es de 43 años y uno de cada cuatro niños sigue muriendo antes de cumplir los cinco. Aunque la economía continúe creciendo entre un 10% y un 15% anual durante los próximos 10 años, apenas se alcanzará una renta per cápita de 500 dólares. "Es una cuestión de expectativas y de cómo gestionarlas", concede una fuente humanitaria.
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