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Reportaje:LA ESCOLARIZACIÓN DE LOS SORDOS

Ayudarles a aprender en silencio

Una lucha por el aumento de recursos de apoyo y el reconocimiento por ley de la lengua de signos

La educación de los niños sordos encierra complicadas encrucijadas. La Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE) ha pedido al Gobierno una ley urgente para que se reconozca la lengua de signos. Consideran que de esa forma se garantizaría, entre otras cosas, "que las personas sordas accedan al derecho de la educación" a través de ella. Reclaman, además, mayor presencia de intérpretes en todas las esferas sociales. Mientras que en los países europeos hay un intérprete por cada 10 personas sordas, en España hay uno por cada 221. Y como explica la psicóloga y orientadora del equipo específico de discapacidad auditiva de la Comunidad de Madrid, Marian Valmaseda: "La incorporación de intérpretes en los institutos, como se da ya en algunos casos, permite que alumnos que antes no podían acceder al bachillerato o a estudios superiores ahora sí puedan hacerlo".

La clave es que los niños sordos tengan un sistema de comunicación eficaz
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(FIAPAS) considera que "el lenguaje de signos no puede comportar una obligación para las personas sordas", dice la pedagoga y especialista en audición y lenguajes de esta organización Irene Patiño. "Lo que se debe hacer es trabajar con los niños sordos lo antes posible para que adquieran competencia oral de manera natural y con el menor esfuerzo posible", añade.

El tema es complejo, pero la clave de partida que resaltan especialistas es sencilla: no todos los chicos sordos son iguales. De ahí que no exista una sola respuesta educativa válida. Unos 7.800 niños sordos requieren atención específica. Pero hay dos variables que marcan su aprendizaje: el colegio en el que se escolaricen (en un centro específico o en un centro ordinario en régimen de integración preferentemente para sordos) y la lengua materna

(oral o de signos) a través de la cual van a ir canalizando el conocimiento.

En España, casi un millón de personas padecen distintos grados de sordera, según el Instituto Nacional de Estadística. Más de 400.000 personas (sordos y oyentes) utilizan la lengua de signos, según la CNSE. El 95% de los padres de los niños que nacen sordos son oyentes.

La gran mayoría de los alumnos sordos está matriculado en un centro ordinario en régimen de integración (ocho de cada 10), según el Ministerio de Educación. Con un objetivo: su integración en la sociedad y que su aprendizaje sea lo más parecido posible al de los niños oyentes. En estos colegios, los alumnos sordos se incorporan al aula ordinaria, pero reciben apoyo educativo y estimulación lingüística por parte de profesionales.

Algunos sordos no les sacan suficiente provecho ni escolar ni social a la situación de integración y obtienen mejores resultados en un entorno más reducido, con más atención individualizada y específica.

Muchos centros de educación especial están además abriendo sus puertas en los últimos cinco años a escolares oyentes.

La clave es que tengan un sistema de comunicación eficaz. "La educación de los niños sordos necesita un equilibrio entre lo común para todos y lo específico para su desarrollo. Porque sólo con lo común se sienten perdidos", señala Valmaseda. Y añade que es necesario que estos niños no estén aislados, que pasen tiempo con otros niños sordos.

Irene Patiño reclama "una integración de calidad". Esto significa que haya dotación suficiente y adecuada de recursos materiales y humanos en los centros ordinarios donde estudian niños sordos.

Porque su fracaso escolar es muy elevado. El 50% de las personas sordas mayores de 10 años no tienen estudios y el 12% son analfabetas. Este fracaso está relacionado directamente con su dificultad para el lenguaje oral y escrito, pero también con el entorno escolar que no siempre pone en marcha las medidas educativas precisas para atenderles, se quejan distintos especialistas y familiares. Sólo el 1,9% de las personas sordas accede a la Universidad.

La capacidad para dominar la lenguaje oral -y por tanto el mundo escrito y el de los oyentes- tiene que ver con los restos auditivos que tenga la persona, el momento en el que apareció la sordera y su detección. Esto último es clave, pues permite poner en marcha cuanto antes medidas como la adaptación protésica o la implantación coclear, la estimulación temprana y la orientación familiar.

El aprendizaje del lenguaje oral por parte de los sordos es siempre intencionado. Es decir, no lo adquieren de manera natural. "El problema es que como no oyen no acaban de reproducir algo que no oyen", explica la profesora del colegio madrileño El Sol, para niños sordos y oyentes, Lourdes Gómez, que es sorda profunda. "Es como aprender inglés sin oírlo. Los sordos nos orientamos por cómo mueven los labios los oyentes, pero los fonemas no siempre coinciden. Para aprender a decir una palabra probamos distintas emisiones hasta que alguien nos dice que lo hemos hecho bien", explica.

En principio, un alumno sordo es capaz de seguir el mismo programa escolar que un oyente si está adaptado a su medio de transmisión. En algunos centros como el Instituto Hispanoamericano de la Palabra, un colegio madrileño bilingüe (oral y de signos), la lengua vehicular que utilizan para dar clases es la de signos. "Aquí han llegado niños de tres años que no eran capaces de comunicar nada", señala una profesora de este colegio, Pilar Rodríguez.

"Esto provocaba que al no estar su mundo de deseos y necesidades canalizado a través de un lenguaje no eran capaces de entender la mayor parte de las situaciones cotidianas, lo que les hacía ser niños con muy poco autocontrol y con rabietas", dice. "Cuando les das una herramienta para que interpreten la realidad, como es el lenguaje de signos, que sí adquieren de manera natural, su comportamiento cambia", añade.

Rodríguez opina que "relegar a los niños al lenguaje oral es privarle de una comunicación completa porque el dominio de la audición y del habla, si es que esto ocurre, no aparece, en el mejor de los casos, hasta los 8 o 9 años de vida".

En cualquier caso, las posibilidades de éxito en la educación de estos alumnos pasa por cuidar su autoestima, según los expertos. "Que el niño no esté aislado y sí conectado emocional, social y lingüísticamente con su entorno", añade Valmaseda. "Sea de la manera que sea".

Una clase de niños sordos en el Colegio Hispano de la Palabra de Madrid.
Una clase de niños sordos en el Colegio Hispano de la Palabra de Madrid.BERNARDO PÉREZ

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