Riga, una ciudad de detalles
La capital letona ofrece al visitante una lección de 'art nouveau'
Se ha puesto de moda casi de repente. De los arcanos y confusiones de una geografía nominal, mal aprendida, Riga ha pasado a ser un destino tentador, como antes lo fueran Praga o Budapest. La capital de Letonia -un país el doble de grande que Bélgica- es la más populosa y brillante entre las ciudades de las tres repúblicas bálticas. Y ha sido distinguida por la Unesco como patrimonio de la humanidad basado en tres partidas: su casco antiguo, sus suburbios de madera y el fabuloso conjunto de arquitectura modernista.
La ciudad, fundada en 1201 por un obispo teutón llamado Alberto, mantuvo durante siglos un casco viejo de sabor tudesco, como puerto hanseático de escaso y próspero vecindario. Pero en el siglo XVII los rusos anexionan el país a su imperio, y a finales del XIX tienden una línea férrea que enlaza Riga con el interior de Rusia. Esto trajo riqueza, y la riqueza propició el nacimiento de una clase burguesa, de gusto cosmopolita, abierta a las novedades. Lo mismo que ocurrió en otras ciudades industriales, como Barcelona.
Entre 1857 y 1863 se derriban las murallas medievales: lo que era muro se convirtió en canales y jardines; las explanadas defensivas, en bulevares. Dos arquitectos, Daniel Felsko y Otto Dietze, planean el ensanche urbano. Amanece el nuevo siglo y, roto el corsé de piedra, la ciudad se desarrolla de forma impetuosa; en 15 años, la población se dobla, rebasando el medio millón de habitantes. Riga era llamada "la pequeña París del Báltico" por su lustre de ciudad alegre y confiada. A ese fulgor contribuyó, desde luego, la arquitectura modernista, que fue jubilosamente aplicada; medio millar largo de edificios, calles enteras, se llenaron de cenefas y arabescos, máscaras y cariátides, mosaicos y florituras. La tercera parte de la nueva ciudad se levantó al dictado del art nouveau que florecía en Europa. Este estilo -que se matiza con diversas apelaciones, como Jugendstil, Sezession, liberty, noucentisme, según el territorio donde es adoptado- era en el fondo una reacción libertaria, romántica, frente al eclecticismo académico e historicista que pobló pesadamente la segunda mitad del siglo XIX de neoestilos (neorrománico, neogótico, etcétera).
La arquitectura art nouveau de Riga se muestra como algo peculiar, con un perfil propio. Es verdad que se inspira en países vecinos, como Austria, Alemania o Finlandia. Pero hubo toda una generación de arquitectos locales, formados en el Instituto Politécnico de Riga y su Aula de Arquitectura (creada en 1869), que trataron de articular un lenguaje netamente letón. Ya en 1899 aparecen edificios firmados por esa generación, a la que pertenecen arquitectos como H. Zirkwitz, Friedrich Scheffel, Heinrich Scheel, Janis Alksnis y Konstantin Peksens, entre otros.
Decorado desenfadado
Pero la figura descollante de esa tendencia es el ruso Mijaíl Eisenstein (padre del cineasta Serguéi, autor de películas míticas como Octubre o El acorazado Potemkin). Mijaíl Eisenstein diseñó unos 15 bloques de viviendas; cinco de ellos están en la calle de Alberto (Alberto Iela, por el obispo fundador de Riga). Esta calle breve es única en Europa, toda ella conformada por edificios de aspecto desenfadado, casi divertido, juguetón, como un decorado de opereta; el Viejo Continente no había descubierto todavía la clase de horrores que pueden reptar en los sótanos de las buenas conciencias, y que saldrían a flote en las dos contiendas mundiales.
Por cierto, en el número 12 de esa calle tenía su estudio Janis Rozental, el más insigne pintor letón de la época -tiene salas monográficas en el cercano Museo Nacional de Bellas Artes-. También vivió allí Rudolf Blaumanis, otro pintor notable. En realidad, aquel apartamento fue un cenáculo donde se reunían artistas locales, escritores, músicos, periodistas, editores; hoy día se halla convertido en museo dedicado a Rozental y Blaumanis.
El eclecticismo ornamental no fue el único acento del art nouveau en Riga. Una doble corriente le sucedió, casi sin solapamientos: el llamado romanticismo historicista, que floreció en torno a 1906, y el llamado romanticismo nacionalista, que se desarrolló entre 1905 y 1911, en sintonía con el sentimiento general que llevaría, pocos años después, a la independencia del país. Al primer movimiento pertenecen figuras como Wilhelm Neumann, Wilhelm Bockslaff y los ya mencionados Alksnis y Peksens. El romanticismo nacionalista, por su parte, trató de crear una arquitectura netamente letona, usando materiales y tradiciones autóctonos; un tercio de los edificios modernistas de Riga pertenecen a esta tendencia, y están firmados por creadores como A. Vanags y A. Malvess, además de otros polifacéticos como Laube o Peksens.
Riga, en definitiva, captó y absorbió los influjos próximos o lejanos, pero asimiló e hizo propia aquella estética novedosa, y la extendió a su vez al resto de Letonia y a las otras dos repúblicas bálticas. El brillo de aquella ciudad alegre y confiada aparece en la actualidad un tanto velado por los años de desidia bajo el régimen soviético. Pero eso mismo hace más instructiva la visita. Toda Riga es en estos momentos una bella durmiente que despierta rodeada de grúas.
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos
- Población: Letonia tiene 2,3 millones de habitantes; Riga, cerca de 800.000. Moneda: lati (equivale a 1,53 euros). Prefijo telefónico: 00 371.
Cómo ir
- Lufthansa (902 22 01 01; www.lufthansa.es), con escala, ida y vuelta a Riga, desde 309 más tasas.
- KLM (www.klm.es; 902 222 747) volará a Riga, vía Amsterdam, a partir del 31 de mayo, ida y vuelta, desde 385 euros más tasas.
- Via Hansa (722 72 32). 3, Alunana Iela. Riga. Excursiones y viajes combinados con otros destinos bálticos.
VIiajes organizados
- Mayoristas como Politours, Catai e Icu (en agencias) incluyen las repúblicas bálticas en sus propuestas. Con Politours, un viaje de 11 días a Moscú, San Petersburgo, Vilna, Riga y Tallin cuesta desde 1.650 euros.
Información
- www.virtualriga.com.
- Turismo de Riga (722 05 55).
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