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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un instante en la vida

-Dés... Habrá de buscar en su vida. Lo necesitamos para esta misma noche.

-¿Es preciso poner nombres?

-El suyo. Así constará: Mihály Dés, húngaro nacido en 1950. Sin oficio preciso hasta entonces. Vagamente periodista. Vagamente escritor. Alto y delgado. Rubio hasta una edad indeterminada. Llegó a Barcelona en el año 1987, acompañado de una mujer. Director de Lateral, revista literaria que ahora cumple 10 años.

-Entonces hay asuntos que no podré contar.

-Usted verá lo que hace. El nombre es obligatorio.

-Una vez... Una vez le robaron a una muchacha el bolso en la plaza Real. Era ya muy tarde. Vino la policía ...

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-Dés. Francamente, no sé si vamos a entendernos. Creo que a la Dirección no le gustará esa historia.

El húngaro Mihály Dés llegó a Barcelona en 1987, donde fundó 'Lateral', revista literaria que ahora cumple 10 años

-Oh, sí, sí, le gustaría. Vino la policía. Si no hubiese habido bolso ni policía, la muchacha...

-Dés: no progresamos.

-En fin, no puedo, no debo seguir.

-Encuentre algo. Ya no tenemos mucho tiempo.

-Deberá ser algo colectivo.

-¿Algo heroico? ¿Himnos, marchas, actividades patrióticas?

-Sí, algo así... La Dirección ya sabe que yo padezco agorafobia.

-En efecto, le fue descubierta por primera vez en Pest, en octubre de 1956, cuando usted era un adolescente.

-Aunque en realidad, siempre he pensado que más bien se trata de claustrofobia. Me aterra quedarme encerrado entre las multitudes. Luego está la cuestión de que con casi nada me identifico y casi nada me gusta.

-Bien que lo sabemos.

-En resumidas cuentas, que nunca jamás había ido a una manifestación hasta el 23 de noviembre del año 2000, después de que mataran a Ernest Lluch.

-Nos gustaría conocer los motivos.

-Mi padre había sido soldado en el frente ruso...

-Soldado raso Mihály Philip. El partido le sugirió cambiarse el apellido. Demasiado burgués.

-Mi padre vio cómo mucha gente cedía ante el mal. La guerra envilece, claro. En cuanto a mi madre...

-Klingenberg. Magda Klingenberg. Judía comunista. También se cambió el apellido. Los judíos tampoco estaban bien vistos. También eligió Dés. Por cierto: la Dirección quiere saber por qué eligió el mismo que su marido.

-Fatiga.

-¿Y por qué Dés?

-Abrieron un libro de topónimos húngaros. Eligieron Dés por eufonía. Luego supieron que era un pueblo rumano que había pertenecido a Hungría.

-Ajajá. ¡Irredentos! Siga Dés: estaba con su madre Klingenberg.

-Ella había visto también muchos horrores. Y mi abuelo. Mi abuelo se levantó una noche a mear, miró por la ventana y vio que los nazis húngaros estaban vaciando un edificio. Sacaban a la gente y se la llevaban directamente a fusilarla junto al Danubio.

-Dés: anochece.

-Quiero decir eso. Esto es lo que quiero decir. Que una de las bases de mi educación consistió en la necesidad de no ceder ante el mal. Si la noche del 23 de noviembre hubiese respetado mi claustrofobia, el hecho habría supuesto la pura y simple rendición ante el malvado.

-Sabemos que en apariencia, y a pesar de sus antecedentes, todo discurrió con normalidad.

-Así es, sí.

-Pero a la Dirección le gustará saber qué sintió usted.

-Experimenté dos sensaciones físicas. La primera fue la más intensa. Mientras caminaba lentamente por el paseo de Gràcia, con la cabeza muy levantada por si me faltaba el aire, contemplando los bellos edificios a través de los árboles ya casi deshojados...

-Dés, no olvide el núcleo.

-Bien: tuve por vez primera la sensación de que finalmente pertenecía a algún lugar.

-Había tardado 13 años.

-Sí, supongo que eso da la suma.

-Consta una visita suya a la ciudad, a finales de la década de 1970.

-Nada que ver. Entonces Barcelona me había parecido más mediocre y arruinada que Budapest.

-Volvamos al camino. Aparte de la pertenencia experimentó usted otro sentimiento muy intenso.

-Sí, cuando llegamos al final de la marcha, una mujer se puso a hablar. La escuché con desmoralización, pensando que nadie, nunca, en ninguna circunstancia, debería hablar en nombre de un cadáver. La mujer...

-Deje eso, Dés. La Dirección está al corriente. El relato debe ir concluyendo.

-Hay algo más.

-Habrá de ser nuclear.

-Tengo una amiga. Una judía argentina... Muy perseguida por sus fantasmas.

-Como es natural, dada su doble condición.

-Es completamente propalestina y dice unas atrocidades terribles contra la política y los políticos de su país. Naturalmente no falta a una manifestación por la libertad, la seguridad y la supervivencia del pueblo palestino. Una vez, encerrada en medio de la multitud, vio cómo empezaban a gritar "¡Mueran los judíos!". Cada vez más fuerte. No ha dejado de ir a las manifestaciones. Pero desde aquel día, antes de introducirse entre la multitud, la observa con ojos penetrantes para determinar dónde puede estar su enemigo.

-¿Y bien, Dés?

-Nada. Completar el relato. Sólo eso. Explicar por qué no voy a las manifestaciones. Me sentiría mal buscando a mi enemigo. Fui a una. Sobreviví. Me fundí. Me dije que era de aquí, ya para siempre. Un instante en la vida sin enemigos.

-Informaré, Dés.

-Así fue. Esto es lo que pasó. He dicho la verdad.

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