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LA INVESTIGACIÓN DEL 11-M | La conexión española de Al Qaeda

Atta recibió en Tarragona joyas para que los miembros del 'comando' del 11-S se hiciesen pasar por ricos saudíes

El 'cerebro' del ataque envió dinero a los terroristas con un pasaporte robado en Barcelona

Ramzi Binalshibh, el cerebro y coordinador del 11-S, entregó en España a Mohamed Atta ocho gruesas cadenas para el cuello y ocho llamativos brazaletes de oro para que él y el resto del comando simularan que eran ricos saudíes y no levantaran sospechas cuando secuestraran los cuatro aviones con los que se lanzaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Según la declaración de Binalshibh, detenido un año después del ataque y facilitada por el FBI a los servicios de información españoles, la cumbre española del 11-S estaba prevista un mes antes en Malaisia pero Atta no pudo asistir a la cita con el yemení. Por ese motivo se pospuso y eligió España, un país en el que Al Qaeda contaba con infraestructura, para organizar el encuentro en el que se ultimó el ataque. El cerebro del 11-S usó un pasaporte robado en Barcelona para transferir 15.000 dólares a los suicidas.

Ocho brazaletes y ocho cadenas de oro les sirvieron para no levantar sospechas
"He elegido un Boeing porque es más fácil de manejar que el Airbus", dijo Atta
Un acertijo precedió al ataque: "Dos ramas, un latigazo-cuchillazo y un chupa chups"
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En el mes de junio de 2001 Binalshibh, 31 años, compañero de Atta en el piso que compartían en Hamburgo (Alemania), un estudiante con cara de no haber roto un plato, viajó desde Afganistán hasta Karachi (Pakistán) donde se reunió con Khalid Sheikh Mohamed en el hotel Mahran. Allí Khalid le facilitó un pasaporte falso saudí a nombre de Hasan Ali Al-Assiri, un billete a Kuala Lumpur (Malaisia) y 5.000 dólares. En esa ciudad estaba prevista su reunión con Atta, el jefe de los suicidas, desplazado meses antes a EE UU.

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Un fiasco de cita

Según la declaración de Binalshibh a sus interrogadores, la cita fue un fiasco porque cuando el yemení llegó a Kuala Lumpur, Atta le telefoneó y comunicó que no podía acudir porque aguardaba en EE UU la llegada de varios de los 19 suicidas. El yemení no cambió sus planes y permaneció 18 días en Malaisia. Tenía un visado de estancia de 30 días.

El cerebro del ataque viajó después a Bangkok (Tailandia), donde compró numerosas joyas de oro, y desde allí hasta Amsterdam (Holanda). Allí tomó un tren hacia Hamburgo, la ciudad en la que vivía en el número 54 de la calle Marienstrasse, en un barrio de clase media y un edificio de la posguerra de cuatro plantas pintado de amarillo.

Pero en aquella ocasión no se alojó en su apartamento de 58 metros cuadrados y tres habitaciones en el que vivió con Atta y Said Bahaji y donde habían planificado el mayor ataque contra el corazón del país más poderoso del mundo. Zakarías Essabar, otro miembro de la célula, le recomendó que se alojara en casa de dos colaboradores. Atta le había telefoneado y comentado que ya estaba disponible para mantener el encuentro. Tenían que verse para que le confirmara una informacion principal: discutir y detallar los objetivos elegidos. La cita se concertó en España, un país en el que contaban con ayuda.

El 8 de julio de 2001 una persona sin identificar reservó en la agencia de viajes Answers Travel de San Atonio (Tejas) un turismo de alquiler en Madrid a nombre de Mohamed Atta. La reserva comprendía los días 9 al 16. Ese mismo día Binalshibh reservó un vuelo de ida y vuelta de Hamburgo a Reus (Tarragona) a través de la empresa Call Center L'Tur Tourismus. La salida era para el día 9 y el regreso el 30 de julio.

Todo salió conforme a lo previsto. A las 16.45 Atta llegó al aeropuerto de Barajas en el vuelo SR-656 de la compañía suiza Swiss Air, procedente de Zúrich (Suiza), donde había hecho escala el vuelo que tomó en EE UU. El egipcio, un hombre frío y de mirada penetrante, reservó cuatro horas después de su llegada, a las 20.50, una habitación en el hotel Diana Cazadora de Barajas y ocupó la habitación 111.

Esa noche, a las 21.03, y a las 10.30 y 10.54 del día siguiente, telefoneó desde allí a Bashar Ahmad Ali Musleh, un estudiante jordano de 27 años, que residía en Hamburgo y que servía de enlace con Binalshibh, con Ziad Jarrah y Marwan Al Shehhi, que pilotarían dos de los aviones que pensaban secuestrar en EE UU. Por la tarde se dirigió a la empresa Auto Rent Iberia, cuyas oficinas están en el aeropuerto, y tomó el coche que había reservado: un Hyundai Accent, color plateado, matrícula 5315-BHF. Todo marchaba bien.

Binalshibh ha declarado a sus captores que iba a reunirse con Atta en Madrid pero que tuvieron que modificar sus planes porque no logró un billete de avión a la capital porque era época turística. Según el testimonio del yemení, cuando aterrizó en el aeropuerto de Reus tuvo que esperar más de tres horas hasta que Atta llegó a recogerle. Los dos se dirigieron a Cambrils y alquilaron una habitación en el hotel Mónica. Descansaron allí una sola noche y, según su testimonio, eligieron un lugar "más barato" para pernoctar los siguientes días. El yemení asegura que el egipcio consideraba el dinero "bendecido y honroso".

En un lugar de Tarragona que Binalshibh no ha revelado, el jefe de los suicidas y el coordinador del ataque permanecieron reunidos hasta el día 16. El yemení transmitió a Atta las instrucciones de Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda: 1) atacar el Pentágono, el Congreso de los EE UU y el World Trade Center; 2) que los suicidas estuvieran estrechamente unidos para asegurar la misión; 3) que los ataques fueran cuanto antes porque muchos miembros del comando ya estaban en EE UU; 4) que no comentara a los suicidas la fecha exacta del ataque hasta el último minuto.

Atta respondió que la planificación para esos objetivos estaba hecha. El egipcio comentó que no había problemas para atacarlos y que prefería utilizar "un Boeing como arma de ataque ya que los mandos son más fáciles de manejar que un Airbus". Atta, hijo de un acomodado abogado de El Cairo, aseguró que podía llevar adelante el ataque en cinco o seis semanas y explicó al yemení que durante sus vuelos por el interior de EE UU junto a Marwan y Jarrah, observaron que las puertas de la cabina de los pilotos se abrían 15 minutos después del despegue por lo que decidieron asaltarlas en ese instante. Además, Atta reveló a su amigo que los tres habían llevados en varios vuelos los estiletes que utilizarían en los secuestros sin que despertaran sospechas.

Durante la cumbre española Atta desveló más secretos inconfesables. Nawaf Al-Hazmi, una persona desconocida por Binalshibh, sería el segundo responsable del comando dispuesto para el golpe. También le explicó que éste y Hani Hanjour habían alquilado avionetas y sobrevolado las inmediaciones del Pentágono en vuelos de reconocimiento. Hanjour eligió el Pentágono, al que denominó la facultad de arte; Jarrah, el Congreso, bautizada como facultad de ciencias jurídicas y políticas, y Marwan y él mismo las Torres Gemelas codificadas como facultad de agricultura.

Bien afeitado

Binalshibh no sólo escuchó. Entregó a Atta las joyas que éste le había encargado durante su paso por Bangkok: ocho cadenas para el cuello y ocho brazaletes. ¿Para qué querían esas joyas unos hombres que semanas después se inmolarían en el corazón de Manhattan? El yemení ha explicado al FBI en sus interrogatorios que Atta pensó que "estando bien afeitado" y tocados con estas joyas "pensarían que eran saudíes ricos y no llamarían la atención".

El 13 de julio, Atta compró en la agencia de viajes Vibus SA de Tarragona un billete de avión de la compañía aérea Delta Air para regresar el día 19 desde el aeropuerto de Madrid-Barajas a Fort Lauderdale (Miami). Ese mismo día se alojó en la habitación 206 del hotel San Jordi, donde permaneció hasta el día 15. ¿Dónde durmió esos días su compañero Binalshibh? Ese misterio no lo ha revelado el yemení, lo que demuestra que recibieron ayuda en la zona de alguien, probablemente Mohamed Belfatmi, un extremista argelino de 26 años que llegó a Vilaseca (Tarragona) un mes antes.

El día 16 el yemení compró un billete a las 14.30 para el vuelo de Aero Lloyd de Reus a Hamburgo. La cumbre había terminado. Ese mismo día, a las 13.00, Atta telefoneó desde una cabina telefónica del aeropuerto a la empresa Auto Rent para ampliar el contrato de su coche alquilado hasta el día 19. Binalshibh ha confesado que Atta le despidió en el aeropuerto y asegura que cuando llegó a Hamburgo telefoneó a Khalid Sheikh Mohamed, su enlace en Pakistán, y le reveló que se había reunido con Atta en España.

Khalid comunicó a Bin Laden que la cumbre en España se había celebrado y le trasladó un dato clave: "los operativos, los objetivos y las tripulaciones estaban preparados". Del testimonio del yemení a sus captores se deduce que el jefe de Al Qaeda no supo que casi todo estaba dispuesto hasta al menos el 16 de julio.

Desde Hamburgo, la ciudad en la que toda la célula había vivido y donde se les acogió con ayudas y amabilidad, Binalshibh intentó sin éxito hablar varias veces con Atta, que todavía seguía en Tarragona. El jefe de los pilotos suicidas se había trasladado de hotel. Estaba en la habitación 512 del hotel Casablanca Playa de Salou. El día 17 Atta volvió a cambiar de establecimiento y se fue al Montsan, en la localidad tarraconense de Vilaseca, la misma en que residía el extremista Belfatmi, que supuestamente les ayudó. Dejó el Casablanca porque no había habitaciones para esa noche. Durmió en la número 15 del Montsan y la abandonó a las 12.00 del día 18.

Ese mismo día Zakarías Essabar, un miembro de la célula de Hamburgo que no logró visado para incorporarse al equipo de los suicidas, envió 455 marcos alemanes a través de la agencia Western Union para que le fueran transferidos a Murcia a Khalid Madani, un argelino de 33 años, que los cobró el día 20. ¿Por qué enviaba ese dinero uno de los miembros de la célula a un inmigrante residente en Murcia?

A las 12.00 del día 19 Atta, tras devolver su coche alquilado con 1.908 kilómetros en el contador, envió en mensaje desde un terminal de Internet del aeropuerto de Madrid-Barajas y regresó a Atlanta (EE UU) vía Berlín.

El día 30, mientras Essabar tramitaba y obtenía un visado de turista en la embajada pakistaní de Berlín, Binalshibh recibió dos transferencias de 15.000 dólares de Hashim Abdulrahman desde Emiratos Árabes Unidos. El yemení recibió este dinero a nombre de Ahad Abdollahi Sabet, un norteamericano convertido al islam cuyo pasaporte le había sido robado en Barcelona en marzo de 2000. Otra pista que demuestra el inquietante apoyo logístico con el que contaban en España.

Un símil veloz

Y fue este pasaporte robado en Barcelona el que utilizó el yemení para transferir esos 15.000 dólares, el 1 de agosto, desde la estación de tren de Düseldorf (Alemania), a Zacarías Mousaoui, en Oklahoma (EE UU), un hombre obsesionado por ponerse a los mandos de un Boeing-747 que despertó las sospechas de su profesor de vuelo en la academia de Minnesota donde entrenaba. Mousaoui, que finalmente no participó en el ataque, está detenido en EE UU y su juicio se celebrará próximamente.

El 8 de agosto, Atta volvió a contactar con Binalshibh. Le telefoneó por la noche y le comunicó el dato clave que iba a cambiar el mundo: la fecha del mayor ataque contra EE UU desde Pearl Harbor, en 1941. Según su declaración, lo hizo mediante un acertijo: "dos ramas, un latigazo-cuchillazo y un chupa chups". El yemení lo entendió y devolvió la llamada días más tarde para confirmar que había entendido el críptico mensaje.

Binalshibh esperó una semana por si el jefe de los suicidas modificaba sus planes. El día 15 telefoneó a Khalid Sheikh Mohamed, su enlace en Pakistán, y le transmitió el secreto más preciado de un ataque terrorista que conmocionaría a todo el planeta. Para enviar esa información sin ser descubierto utilizó un símil: "Atta es como un Porsche 911", y le dijo a Khalid que leyera el mensaje de izquierda a derecha para evitar confusiones. Khalid, el hombre con el que se había reunido Binalshibh en junio en Pakistán, transmitió el mensaje a Bin Laden, que lo recibió hacia el 20 de agosto.

El 1 de septiembre Madani, el inmigrante argelino que regentaba un locutorio en Murcia, recibió otro giro de 300 marcos alemanes de Kamel Lameche. El 31 de agosto y el 3 de septiembre, Essabar y Said Bahaji, los dos pilotos suicidas frustrados, habían abandonado Hamburgo y tomado sus respectivos vuelos a Karachi ( Pakistán). En el mismo avión que viajó Bahaji iba Belfatmi, el extremista argelino que presumiblemente ayudó a Atta durante su estancia en la costa. Los principales hombres de la célula de Hamburgo abandonaban Europa rumbo a Afganistán. Sólo quedaba Binalshibh.

¿Qué hizo el cerebro y coordinador del atentado? Volvió de nuevo al anillo español. Lo hizo el 5 de septiembre en un vuelo de Lufthansa bajo el nombre falso de Ramzi Omar. Durmió en la habitación 106 del hotel Madrid, en el número 10 de la calle Carretas, y llevó a un argelino el pasaporte saudí para que éste le estampara un sello de entrada y un visado Schengen, por el que pagó 300 marcos alemanes. Para la Guardia Civil, este argelino es Madani, detenido el pasado mes de febrero en Torrevieja (Alicante) por recibir los giros postales de Essabar.

Binalshibh ha confesado a sus captores que telefoneó a Atta desde Madrid y éste le dijo que quería enviarle el dinero que le había sobrado porque iba a morir. El yemení le advirtió que estaba usando el pasaporte falso a nombre de Hasan Al-Assiri y le pidió que lo remitiera a otra persona. El día 6 el yemení compró, "con la ayuda de un enlace de viajes de Al Qaeda en Madrid", un billete de avión Madrid-Atenas-Dubai. Y obtuvo un carné de estudiante para conseguir un descuento. A las 13.20 del día 7, cuando sólo quedaban cuatro días para el 11-S, el hombre más importante de Al Qaeda en Europa salió del aeropuerto de Madrid-Barajas en su periplo hacia Kabul, adonde llegó 24 horas antes del día D.

De izquierda a derecha, Mohamed Atta, el jefe de los pilotos suicidas, y Ramzi Binalshibh, coordinador del 11-S.
De izquierda a derecha, Mohamed Atta, el jefe de los pilotos suicidas, y Ramzi Binalshibh, coordinador del 11-S.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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