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Reportaje:

Madrid brilla en la maqueta de León Gil de Palacio

El Museo Municipal expone uno de los mejores 'modelos' del mundo, realizado en 23 meses por el brigadier, hace 164 años

Madrid atesora una de las principales maquetas del mundo por la perfección de su hechura y por la abundantísima información topográfica y urbana que contiene. Se trata del denominado Modelo de Madrid, un vivo mapa de la ciudad en tres dimensiones, realizado por el brigadier barcelones León Gil de Palacio, nacido en 1778 y muerto en Segovia en 1849. La magnífica maqueta puede contemplarse gratuitamente a diario en el Museo Municipal, Fuencarral, 78, el edificio barroco del antiguo Hospicio obra de Pedro de Ribera.

Fue hecha en madera de chopo en 1830; se eleva un metro sobre el suelo y cuenta con una anchura de 3,50 metros, por otros 5,20 metros de longitud; su escala es de 1: 864 y abarca la ciudad en sus límites de entonces, que se extendían hasta 1.200 hectáreas entre lo que hoy sería la glorieta de Quevedo, por el norte y la basílica de Nuestra Señora de Atocha, por el Sur, unos 4 kilómetros; y del paseo del Prado al Este al Palacio Real, por el Oeste, unos 3,5 kilómetros.

El brigadier fue el último de su promoción militar, pero cosechó el palmarés como el más grande miniaturista

La maqueta se halla en el interior de un fanal acristalado rectangular, cuya observación permite disfrutar de minuciosos detalles desde los que cabe averiguar cuál era el rostro de Madrid en aquella etapa. El edil y escritor Ramón de Mesonero Romanos cifraba en 12,5 kilómetros su perímetro, tapiado por una cerca continua de 17 puertas, para satisfacer fines fiscales y de policía, más 67 plazas y plazuelas. Poseía una población de 200.000 almas, que vivían en unas ocho mil casas distribuidas en 540 manzanas. Para informar su mirada sobre Madrid, León Gil de Palacio subió a la atalaya de la Torre de Santa Cruz; desde allí contempló, como dice su biógrafo Enrique Pastor Mateos, un bosque de espadañas y chapiteles, cien conventos, otras tantas huertas, fuentes, callejas y rincones. En la tarea empleó 23 meses y se ayudó de un equipo de topógrafos y carpinteros, algunos militares, que usaron madera de chopo aserrada con sierra de vaivén y ajustadas sus diez grandes piezas con sus junturas diseñadas sobre las grandes calles de la ciudad, Mayor, Alcalá, Prado....

La vasta periferia madrileña quedó inmortalizada en su maqueta por amplios predios con olivares en el norte, feudos aún de los Osuna, desmontes hacia el levante y el sur, y la foresta verde de la Casa de Campo a Poniente. Se documentó en varias Planimetrías de Madrid, alzadas en 1750 y 1769.

La exposición Madriziudad que alberga la gran maqueta de León Gil de Palacio, ha sido montada para mantener en vigor, durante sus obras de remodelación, algunas de las joyas que el Museo Municipal cobija, desde esculturas de Leoni hasta un ubérrimo Goya, diez veces repintado. "Las obras durarán, presumiblemente, hasta el año 2006", cuenta Carmen Priego, directora del centro. Se muestra orgullosa por la maqueta; los especialistas aseguran que resulta muy difícil hallar otra de su hechura y, sobre todo, de su belleza.

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El Modelo de Madrid, con 164 años, se conserva en buenas condiciones gracias a su mimada factura, sencillamente, extraordinaria. Contiene madera, resina, algo de estaño y plomo. Revela procedimientos de ensamblaje muy perfeccionados para su época.

Las tareas para la elaboración de una maqueta de estas características incluyen operaciones básicas como el corte de las piezas, su encolado, lijado, desbastado, pulido y taladrado. Para ejecutar estas tareas, los maquetistas se servían de lo que se conoce como "las herramientas del relojero", una panoplia de limas, alicates de corte, pinzas, incluso bisturíes y minitaladros, además de pequeñisimas brocas, fresas y las denominadas lijas de agua. Con estos utensilios aplicados sobre la madera, se efectúa el encolado, pintura y enlucido de las piezas, así como su ensamblaje y, de terciarse, un graduado desgaste que los especialistas obtienen aplicando un pincel seco; el envejecimiento se logra con pinturas denominadas "desentonantes". Hoy se emplea la guada negra, para sombrear figuras.

La observación cenital de la maqueta de Gil de Palacio desde una planta alta del museo reconcilia al espectador con el relieve de una ciudad mansa y transparente, entre olivares y arroyos azules. Un collar de islas se deja bañar por el Manzanares, que abraza el torso de un Madrid de belleza deslumbrante. Compruébenlo.

Tributo madrileño de un barcelonés

Madrid cuenta hoy con unos 250 maquetistas veteranos, según el médico urólogo Juan Ignacio Luque Arana, uno de los especialistas de esta fascinante artesanía. Se ha consagrado a las maquetas de aviones. Las escalas habitualmente empleadas varían del 1/72, para almacenamiento de modelos, a 1/48 para modelos detallados y 1/38 para lograr unidades superdetalladas.

"Las principales dificultades residen en la pintura y en el ensamblaje, cuando se trabaja con plásticos", destaca Luque Arana. Las técnicas han evolucionado tanto que es posible obtener modelos de una extraordinaria fidelidad al original.

Con una gran tradición modelista cuenta también la ciudad de Barcelona, donde Dionisio León Manuel Gil de Palacio, uno de los maquetistas más importantes de la historia, nació el 7 de abril de 1778. En agosto de 1799 ingresó en la barcelonesa Real Academia Militar Facultativa, una especie de escuela de ingenieros castrenses de la época, influenciada por la racionalidad de la Ilustración.

El mundo militar se solapaba entonces con el universo científico. Amante de las Ciencias Exactas y la delineación de fortines, tras ser destinado como cadete en la gerundense Rosas -que cuenta con una gran fortificación de la época-, Gil de Palacio ingresó en la Academia de Artillería de Segovia con el último número de su promoción. Peleó en Bailén contra las tropas de Bonaparte.

En A Coruña, hizo una maqueta de la Torre de Hércules; posteriormente, otra de Valladolid. Cautivó al rey Fernando VII, que le distinguió con pensión y favor en palacio. Científico y liberal, vivió una existencia laboriosa y discreta.

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