Carmen Laforet, artista
Ella me contaba que de niña quería ser pintora porque en su casa sólo oía conversaciones de arte y de artistas, y les parecía, tanto a ella como a su familia, la vocación más natural. Lo que nunca se puso en duda es que Carmen Laforet había nacido con alma de artista.
Conservo de ella el primer dibujo, enmarcado y fechado por mi bisabuelo pintor, quien escribió la dedicatoria que le dictó su nieta: 'A mi abuelillo: Un gallo'. El dibujo colmaba la satisfacción del abuelo porque tenía donaire, y cresta y patas, y Carmen Laforet lo dibujó el 1 de agosto de 1923, un mes antes de cumplir los dos años.
Esta primera semilla germinará más tarde en sus hijos, que comparten con ella las dos vocaciones de pintura y escritura, y que reciben de su madre un apoyo incondicional.
Un día le descubrí (en ella había sido inconsciente) que el nombre de la protagonista de su primera novela, Andrea, pudo haber nacido de aquella vocación inicial. Me acababa de contar que contemplando los libros de arte de su padre se quedaba extasiada ante la obra de Andrea del Sarto, a quien equivocadamente consideraba mujer, y se prometía desde la infancia llegar a ser como ella, y convertirse en una gran pintora.
¿Qué es el arte? El tribunal que evalúa a los alumnos para su ingreso en la Universidad está cansado de oír repetir la fórmula escrita en los libros de texto, pero Carmen Laforet no ha tenido tiempo de mirar esos textos. Ella confía en su intuición, y se presenta a la prueba con optimismo. Su versión personal sobre el significado del arte es tan impresionante que los catedráticos que componen el tribunal silencian a otros alumnos que están examinando para escucharla. Carmen Laforet conserva con orgullo la papeleta de sobresaliente, y la anécdota del catedrático que la abordó a la salida de la universidad, para apuntar su nombre y transmitirle su convencimiento de que algún día oiría hablar de ella y de su genio.
"No te desesperes nunca en el trabajo" -me escribe en 1980 apoyando mi profesión de pintora-, "si se lleva dentro una sensibilidad como tú la llevas, tu obra, mientras más aprendas en técnica y mientras más humildemente la hagas, más tuya y personal y creadora será...".
Estas palabras y muchas otras, bellísimas, va desgranando Carmen Laforet en las cartas que dirige a sus cinco hijos, pintores y escritores, enseñándoles que el arte, cualquier arte, es bueno si es sincero y humilde y no pretende ser original o nuevo, sino verdadero: "No todo gran artista tiene que descubrir un nuevo arte; hay infinitos plagiadores de nuevas formas de pintar...".
En esa honradez radica la genialidad de su obra; en no pretender ser, sino en ser; en dejarse fluir con una naturalidad, una sabiduría y un arte que la han convertido en una escritora excepcional.
En su última novela inédita Al volver la esquina, escrita en los años sesenta, y cuya publicación ha anunciado Destino para el próximo mes de mayo, Carmen Laforet da vida al personaje que desde la primera infancia anidaba en ella: Martín, pintor y artista bohemio.
Carmen Laforet ha llegado al final de su vida creando desde el silencio. Los que hemos tenido la suerte de percibir su última obra hemos quedado enriquecidos para siempre. Ahora sabemos que no se precisan palabras, ni letras, ni pinceladas ni tan siquiera gestos, para crear y transmitir amor, paz, sabiduría y arte.
Últimos momentos
...ahora tú, junto a ella, junto a su belleza angélica en el lecho de muerte, quieres recordar la plenitud y la imperfección de vuestra relación madre-hija-madre.
Contemplas el conjunto y revives momentos gozosos y tiempos de dolor paralizante. Buscas el equilibrio de la balanza y lo encuentras en la intensidad.
No quieres a su marcha quedarte sólo con el sí, con la belleza, con las palabras generosas con que te escribió o te describió, con las risas compartidas, las confidencias, la complicidad, la ternura y el apoyo, o con la dulzura de los últimos instantes.
De ella quieres quedarte con todo, y recordar el no, la terquedad de su carácter, su imaginación desbordada, sus huidas hacia una independencia imperiosa que te dejaban a veces desasistida en tu necesidad de ella; con tu impotencia frente a su demanda creciente, tu rechazo a intercambiar los papeles madre-hija-madre, tus huidas hacia una independencia imperiosa que la dejaban a veces desasistida en su necesidad de ti.
Siempre os amasteis ella y tú con imperfección y gozo, con dolor, con intensidad.
Sentada a su lado y dejando discurrir el tiempo que la conduce a la muerte, empieza a alcanzarte la comprensión, la absolución de su vida y de la tuya, el misterio del ser y no ser.
Cuando ella percibió el desgaste y la tristeza que su estado prolongado de renuncia y enfermedad producía en sus cinco hijos, ella, que tenía tratos con el cielo, pidió ayuda desde su silencio y unos ángeles bajaron a anidar en personas capaces y desprendidas que se colocaron a vuestro lado para brindarle el apoyo de seguir resistiendo. Marta Orcajo asumió con lozanía y amor el papel de madre-hija-madre que ella demandaba. Israel Rolón, con ánimo emprendedor y enorme cariño, está impulsando la reedición de su obra y la restitución de su nombre en un puesto de honor en la literatura.
Mientras tanto, atrincherada en su silencio, sin pedir nada, pero siempre amparada por hijos, nietos, bisnietos y ángeles, ella ha seguido avanzando en su camino de desposeimiento.
Y tú, finalmente rendida al intercambio de funciones, la has acurrucado en tus brazos como a una hija.
Pero ella ya no, y como madre amorosa ha vuelto a convocar una corte de ángeles que han acudido en su ayuda, en vuestra ayuda, con bálsamos divinos: homeopatía, música, alimento espiritual, atenciones médicas amorosas.
Y ahora que estás contemplando cómo ella empieza a fundirse con el absoluto o la nada, ahora tú...
Cristina Cerezales Laforet es escritora y pintora.
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