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Mel Gibson provoca con La Pasión

La última película del australiano se estrena el miércoles de ceniza en 2.000 salas de EE UU

Sí, la película es muy violenta; al que no le guste eso, que no vaya. Y el que quiera salirse a la mitad, que lo haga". Mel Gibson, el director de cine australiano, ha conseguido que el estreno en EE UU de La Pasión de Cristo esté precedido de una enorme expectación, tanto por el derroche de violencia y sangre como por la polémica sobre su posible antisemitismo. Con el estreno del miércoles próximo en dos mil salas -casi todas las entradas están reservadas por grupos ultras- y la publicidad gratuita, Gibson tardará muy poco en recuperar los 25 millones de dólares invertidos. En España la película se estrenará el 2 de abril.

La Pasión según Gibson -director, coguionista y productor- es un relato de las doce últimas horas de Jesús, las que transcurrirían entre la detención en el Huerto de los Olivos y la muerte en la cruz. Con diálogos en arameo y latín y subtítulos en inglés, la película -rodada en el sur de Italia y en los estudios Cinecittá de Roma- es apta sólo para mayores, pero los niños podrán ir con sus padres, y muchos irán "porque es necesaria la violencia para entender bien lo que le pasó a Jesús", según un líder religioso que la ha visto. Gibson, que se reserva un papel anónimo pero intenso -es suya la mano que clava la mano de Jesús, para simbolizar que comparte responsabilidades- asegura que en el rodaje "han ocurrido cosas insólitas, como que un par de personas recuperaron la vista y el oído y a otro [James Caviezel, que interpreta a Jesús] le cayó un rayo cuando estábamos rodando la crucifixión, pero salió ileso" .

Además de estos aperitivos dirigidos a tratar de generar un auténtico boom, la estrategia de la expectación para preparar la demanda ha sido tan sencilla como inteligente: el filme no se ha mostrado a críticos ni periodistas, sino a gente seleccionada -la mayor parte, responsables religiosos de grupos protestantes y católicos- que se comprometió a no dar detalles. Beth Ann Plumier, de Michigan, confiesa a USA Today: "Me quedé sin aliento". Para Lois Spragg, en Ohio, "era como estar al pie de la cruz". Billy Graham, líder evangelista, no pudo reprimir las lágrimas. Se sugirió -aunque el Vaticano no lo confirmó- que el Papa habría murmurado: "Es como fue".

Muchos de los que han asistido a los pases previos han reservado entradas a lo grande, como Denny Harris, director religioso de McLean Bible Church, una importante congregación evangélica cerca de Washington, que ha comprado y vendido más de 11.000 entradas. Que haya 45 minutos de extrema violencia, que los soldados azoten con látigos de nueve colas a Jesús o que uno de ellos, cuando le atraviesa con su lanza, reciba un chorro de sangre encima, ¿es excesivo? En absoluto, dice Harris: "Es una visión realista de la crucifixión, una representación precisa de su crueldad y sufrimiento".

O quizá no: lo que se ignora conscientemente en La Pasión de Cristo -con todo el derecho del mundo, por otra parte- es la renovación teológica y bíblica que desde hace ya tiempo sitúa los Evangelios en su lugar. "No hubo casi testigos en la Pasión. Los evangelistas escribieron muchos años después, con un mensaje adaptado a comunidades grecolatinas y con detalles del Antiguo Testamento. Es un género bíblico que se conoce como búsqueda", señala desde Madrid María Josefa Roy, diplomada en la Escuela Bíblica, que señala que "estas películas creen que hablan de algo histórico, cuando se trata de algo teológico". "Es imposible que se reuniera el Sanedrín

[reunión de los sacerdotes, escribas y ancianos] después de la detención de Jesús, como dice la película, porque eran 70 y no daba tiempo. Los juicios eran por la mañana, nunca por la noche. Algunos jefes de la comunidad judía traspasaron a Poncio Pilato la responsabilidad, nunca hubo masas judías gritando. La Verónica no existió, en los Evangelios no hay nada de Magdalena pidiendo ayuda a los soldados romanos. Sólo los romanos podían crucificar, la ley judía ordenaba el apedreamiento. Y nadie que esté muriéndose en una cruz puede hablar". "El relato histórico de lo que ocurrió es muy breve y no da casi detalles", añade Roy. Gibson prefiere pensar que ha hecho casi un documental, "un ajustado retrato de las últimas doce horas de Cristo". Sin olvidar que "el Espíritu Santo actuó a través de mí en la película", asegura.

Orientaciones fundamentalistas y creaciones literarias aparte, lo que ha preocupado a los dirigentes judíos es que se estimule el antisemitismo histórico -el de los cruzados, Inocencio III o el de Hitler- que ha alimentado fobias, clichés, guetos y matanzas con ciertas imágenes y frases (aún no se sabe si se ha cortado una de las más polémicas: "Su sangre caerá sobre nosotros y nuestros hijos", escrita por Mateo en el año 70 para explicar la destrucción del Templo).

En Washington, Dan Mariaschin, vicepresidente ejecutivo de B´nai B´rith -ONG judía fundada hace 161 años- teme consecuencias: "Uno de los grandes logros del Concilio Vaticano II fue la oportunidad de ver la historia con una perspectiva muy cuidadosa. Y lo que se hace en esta película es reabrir heridas muy graves".

James Caviezel (segundo por la derecha), en una imagen de <i>La Pasión de Cristo,</i> de Mel Gibson.
James Caviezel (segundo por la derecha), en una imagen de La Pasión de Cristo, de Mel Gibson.REUTERS
Rosalinda Celentano, en <i>La Pasión de Cristo.</i>
Rosalinda Celentano, en La Pasión de Cristo.REUTERS

"A Jesús le matamos todos, yo el primero"

En la única entrevista concedida días antes del estreno (con Diane Sawyer en la ABC, el pasado lunes), Mel Gibson, además de reivindicar la violencia que ya ha explotado antes (Braveheart, El patriota), explicó que su obra "es sobre la fe, la esperanza, el amor y el perdón. Sobre el sacrificio de Cristo". "Personalmente, todo empezó", dice Gibson, que financia un grupo católico ultra y preconciliar, "hace más de diez años, en la cumbre de mi bancarrota espiritual", tras una crisis en la que llegó a ponerse delante de una ventana, a punto de tirarse. No lo hizo, y en su lugar empezó a leer la Biblia.

A través de esas lecturas, de su imaginación y de la ayuda de las visiones de dos monjas -María de Ágreda, 1606-1665, España, y Anne Catherine Emmerich, 1774-1824, Francia-, Gibson se toma unas cuantas libertades para filmar la Pasión, como tantos otros -desde Rey de reyes (1927, Cecil B. de Mille) y La historia más grande jamás contada (1965, George Stevens) hasta Jesucristo Superstar (1973, Norman Jewison) o Jesús de Nazareth (1977, Franco Zeffirelli)- han hecho antes. Y asegura que su trabajo no es antisemita: "Ser antisemita es pecado, un pecado que va contra los cimientos de mi fe, es ser anticristiano". ¿Quién mató a Jesús?, le pregunta la entrevistadora, y Gibson responde: "Todos nosotros, y yo el primero". Generoso, pero en la película aparece un Poncio Pilato apocado y dubitativo, según los que la han visto, en lugar del cruel y sin escrúpulos gobernador romano que era, y hay masas judías que claman el famoso, pero muy probablemente imaginado "¡crucifícale! ¡crucifícale!"

Las suspicacias sobre si Gibson es antisemita vienen de atrás: recientemente dijo que los muertos del Holocausto eran como las otras víctimas de la guerra. Y su padre, Hutton Gibson, fue algo más allá: "¿Auschwitz? Es todo -bueno, quizá todo no, pero la mayoría- ficción. ¿Seis millones de muertos? Los alemanes no tenían tanto gas. Por eso perdieron la guerra".

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