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Columna
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La vuelta al origen

La bilbaína galería La Brocha (Conde de Mirasol, 1) abre de nuevo su espacio, ahora con el nombre Epelde & Mardaras, con obras de nueve artistas vascos. La vuelta al origen coincide con los diez años que llevan Emilia Epelde y Mikel Mardaras ejerciendo como galeristas.

Lo reunido deja el siguiente balance. Empezamos por dos óleos de Ramón Zuriarrain, cuyos trazos sinuosos nos introducen en la percepción de un mundo coral de corte imaginariamente subacuático, equivalente a un sensitivo lirismo oleístico. Pasamos a las dos obras de Gonzalo Jáuregui, y ahí el ámbito de la galería se torna especialmente atrayente y poderoso, porque estamos frente a un arduo y muy meditado proceso de gestación, donde cada pincelada es conmovedoramente en sí misma una aorta que insufla vida al todo. Juan Mieg acude con una sola obra de generoso formato, mas suficiente para acreditar con ella (y su excelente calidad) la seriedad responsable con la que vive su oficio de pintor.

Nuestra admiración de siempre por José Luis Zumeta nos la han mutilado, debido a que el cuadro grande, de los dos expuestos, parece como si se lo hubieran quitado de las manos a toda prisa, sin dejar que lo terminara. Juan Luis Goenaga aporta tres piezas, en la que destaca la de colores oscuros, repleta de gestualidades densas, misteriosas, profundas. Por la escultura se inserta Koldobika Jauregi, con cuatro obras en hierro fundido, que no pasan de ser meros tanteos balbucientes. Dos de ellas con un planteamiento minimalista, un tanto rayano con la poquedad y el simplismo, y las otras dos bajo el imperativo de antiformas, aunque el resultado no va más lejos de hallarse dentro de un modesto proceso embrionario. Itxaso Ugalde y Fito Ramírez Escudero contribuyen con una aportación de tono medio. Y la exposición queda cerrada con tres reducidos collages de Juan Carlos Eguillor, donde el escueto y lacónico imaginario se ve acompañado por unos fondos negros, al modo de las células negras del artista estadounidense Peter Halley.

En la también bilbaína galería Bilkin (Heros, 22) expone Joaquín Capa (Santander, 1941). En las obras de pequeño formato el artista se maneja con acreditada solvencia. Esgrime una alegre luminosidad, sobre un tejido que acaba por ofrecer una metafórica canasta de bellas frutas plásticas. Parecido sucede con las obras de mayores dimensiones, aunque en menor medida. Sin embargo, los collages y gráciles trazos de múltiples variantes que pululan por las superficies de las obras mostradas nos retrotraen a una clase de arte visto con harta frecuencia, repetida hasta la saciedad desde hace muchos años. Aquello que fue oro la primera vez, con el paso del tiempo los continuadores acaban por reducirlo a meros soplos de oropel.

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