Una soberana lección /1
De coherencia, de modernidad y de sentido del Estado. La familia real ha sabido estar de nuevo a la altura de las circunstancias y nos ha sorprendido a todos los españoles con el anuncio oficial de la boda del heredero de la Corona con la presentadora de televisión Letizia Ortiz. Habrá quienes se sientan decepcionados porque la elección no haya recaído en una princesa europea o en alguna aristócrata española, pero el Príncipe se ha enamorado de una mujer de nuestro tiempo, con un excelente currículo profesional y un innegable atractivo personal, como lo demuestran las espontáneas reacciones que se están produciendo a todos los niveles.
Ni al Príncipe ni a sus padres les ha condicionado el perfil social de su prometida ni su frustrado matrimonio anterior, a pesar de las inevitables críticas que deberán afrontar. Felipe ha demostrado que sabe muy bien lo que hace y lo que quiere, ha debido decidir que ya ha llegado la hora de casarse y lo va a hacer con una mujer que reúne las condiciones necesarias para compartir su vida y sus funciones.
Hay que felicitarse por ello y desear a Felipe y a Letizia que acierten en su elección, porque, si así fuera, acertaríamos todos.
