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La justicia británica condena a los autores de un intento de estafa por 2,2 billones, la mayor de la historia

La justicia británica declaró ayer a Michael Slamaj y Graham Halksworth culpables de la que seguramente habría sido la mayor estafa de la historia si hubiera seguido adelante: 2,5 billones de dólares (2,22 billones de euros al cambio actual) en falsos bonos de Estados Unidos. El juez hará pública la sentencia el 31 de octubre, pero ayer ya adelantó que decretaría "un periodo de custodia sustancial".

Si no fuera una estafa, la historia de Slamaj, de 56 años, y Halksworth, de 69, constituiría una joya de fantasía histórica, con todos los ingredientes que hicieron del siglo XX un periodo muy particular. Michael Slamaj es un antiguo espía de Tito que abandonó Yugoslavia en 1973. Harto de ser testigo de los abusos del Estado titista y después de espiar a los nacionalistas croatas y envenenar la comida de los enemigos del régimen por orden de sus superiores, viajó a Canadá para empezar una nueva vida.

Allí empezó a fraguar una estafa aparentemente común, pero arropada con oropeles históricos que siempre mezclaban la fantasía con algo de realidad. Slamaj imprimió una cantidad gigantesca de bonos del Tesoro de Estados Unidos emitidos supuestamente en 1934, le dio 69.000 libras (casi 100.000 euros) a Halks-worth para que los autentificara y se inventó el resto.

Para el profesor, ahora retirado en la periferia de Manchester pero antaño un reputado perito científico que había trabajado para el Banco de Inglaterra y autentificado más de 5.000 documentos de los Gobiernos de China y Alemania, era una manera de conseguir dinero fácil y reducir la penuria en la que vive su hija Jane, que sufre de distrofia muscular. "La severa enfermedad de su hija le ha hecho pagar un peaje emocional y financiero", ha recordado el detective inspector Roger Cook. El juez le dejó ayer en libertad vigilada.

Las cosas serán muy distintas para Slamaj, que afirma que los bonos fueron enviados por el Tesoro de Estados Unidos a Formosa a cambio del oro chino que el Gobierno nacionalista de Chang Kai Chek le hizo llegar al Gobierno americano para ponerlo a salvo de los comunistas que habían tomado el poder en el continente. La historia del estafador yugoslavo sostiene que los bonos viajaban en un avión que se estrelló en la isla filipina de Mindanao en 1948, cuando despegaba de la base de Clark. Y que él los recuperó con ayuda de las tribus locales y los llevó al Reino Unido.

Errores clave

Pero, cuando empezó a desentrañarse el enredo, los expertos descubrieron algunos errores capitales: los bonos habían sido impresos con una técnica de inyección de tinta que no existía en los años treinta y, tropiezo garrafal, incluían el apartado postal en las direcciones ignorando que ese tipo de código postal no existió en Estados Unidos hasta 1963.

La estafa había funcionado bien y embaucado a un príncipe ruso, un miembro de la familia real saudí, un nieto del emperador Haile Selasi de Etiopía, el jefe de una tribu cherokee de Estados Unidos y hombres de negocios chinos, japoneses, estadounidenses y alemanes, según ha trascendido durante el proceso.

Todo empezó a torcerse, sin embargo, cuando en abril de 2001 la policía de Hong Kong alertó a sus colegas de la City de Londres de que dos australianos habían sido detenidos con bonos sospechosos autentificados por Halksworth. La policía descubrió bonos falsos en una caja fuerte del científico en una sucursal del banco HSBC en Holborn, Londres. En marzo de 2002 detuvo a Michael Slamaj en Heathrow, pero quedó en libertad bajo fianza. Al día siguiente cometió la imprudencia de intentar acceder a la caja fuerte donde guardaba más bonos.

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