Alberdi
Defender a Cristina Alberdi, a quien una legión de progres desfasados y otra de más o menos pobres de espíritu ya han lapidado, defenestrado y/o condenado se me antoja misión imposible o casi. Sensaciones parecidas debieron asaltarle a Platón cuando decidió dedicarse por entero a trenzar y poner toda su alma en urdir la apología de su maestro, Sócrates. Un cuerpo y una mente similares se le habían quedado a Gorgias de Leontinos, obligándole a tomar la firme resolución de escribir y/o llevar la defensa de Helena, la adúltera que provocó, trajo y atrajo la guerra de Troya, quien fue odiada (más bien envidiada) por media Grecia y admirada por la otra media. Emociones semejantes acompasaron y acompañaron y sedujeron y sucedieron a Erasmo de Rotterdam mientras bosquejaba e hilaba la obra/loa y hasta que coronó su Elogio de la locura. En verdad, algo tendrían Sócrates (mayéutica), Helena (belleza) y la locura (panacea, pues lo cura casi todo) para que excitaran a los espíritus de los mejores cráneos de su cronotopos a alabarlas/es/os y/o defenderlas/es/os.
