_
_
_
_
_
Crónica:AUTOMOVILISMO | Un día mítico en el deporte español
Crónica
Texto informativo con interpretación

¡Qué grande, Alonso!

El español vence de modo arrollador en el GP de Hungría, se permite el lujo de doblar a Schumacher y se convierte en el más joven piloto ganador de una prueba

Eran las 15.43 horas del día de ayer cuando Fernando Alonso cruzaba la línea de meta del circuito de Hungaroring en la primera posición. Con el brazo izquierdo en alto, con el dedo índice levantado, como el número uno que fue, Alonso acababa de dar otro estirón a su leyenda, otro zarpazo a la historia. Nunca en los 53 años de vida de la moderna fórmula 1 un piloto tan joven consiguió tamaña proeza. Alonso, a sus 22 años y 26 días, dinamitó un registro que había aguantado en pie desde diciembre de 1959, cuando el neozelandés Bruce McLaren venció en el Gran Premio de Estados Unidos con 22 años y 104 días.

El 24 de agosto quedará grabado a fuego en la memoria del deporte español. El asturiano rompió ayer una barrera hasta ahora infranqueable, siendo como era la fórmula 1 una modalidad que en España permanecía guardada en el desván del olvido, tan inalcanzable como era ir más allá de una discreta participación. Correr un gran premio ya era una heroicidad. Desde ayer, luchar por la victoria es una obligación.

Más información
Renault reina 20 años después
Alonso es el hombre del año
Cincuenta y tres años para la gloria

"Si me pusiera a pensar en la trascendencia que tiene lo que estoy haciendo, me volvería loco", acostumbra a decir un tipo que apenas una hora antes de darse la salida al Gran Premio de Hungría descansaba plácidamente en la habitación del motorhome de Renault. Como si no fuera con él. Como si la responsabildiad de encabezar la parrilla de salida supusiera un asunto menor.

Alonso es el corredor más precoz en reinar en la fórmula 1. Como fue el más joven en alcanzar una pole position, en el GP de Malaisia; y en subir al podio, fue tercero en la prueba asiática; y en hacer la vuelta más rápida, lo consiguió en Canadá, y, por fin, en ganar un gran premio. Mientras sonaba el himno español, casi inaudible por el griterío que salía de las gradas, el ovetense, ya sí, se deshizo de todos sus miedos, si alguna vez los tuvo, y rompió a llorar.

Contaba Alonso horas antes de la prueba que la clave estaba en llegar en cabeza a la primera curva; que a partir de ahí, de no mediar avería, todo sería más fácil. En la parrilla, tras Alonso, estaba el alemán Ralf Schumacher, con su Williams, con un motor cargado de caballos -se calcula que tiene 1.010-, unos 150 más que su Renault. Pero no hay escudería que tenga mejor sistema de arranque que la francesa. Además, al menor de los Schumacher, como viene siendo habitual, se le atragantó la salida. Tanto fue así que le superó Mark Webber con su Jaguar. Ralf se lio en ese primer viraje y acabó perdido, rodeado de rivales que buscaban adelantarle por la izquierda o la derecha: "¡Quítate de ahí!", bien pudo gritarle alguno. La escena finalizó con el Williams fuera del asfalto.

Todo se le ponía de cara a Alonso. Porque tras él iba Webber, cuyo coche es mucho más débil que el Renault. El australiano hizo de tapón para Barrichello, para Raikkonen, para Trulli, para Coulthard, para Michael Schumacher, para Montoya... Para todos los que podían discutir el triunfo al español.

Así que éste, encantado de la vida, puso tierra de por medio. Hizo el mejor tiempo en la segunda vuelta, en la tercera, en la quinta, en la séptima, en la octava, en la décima, en la undécima..., más y más. En todas aumentaba el tiempo sobre su perseguidor, sobre Webber, desesperados como tenía éste a quienes, todavía, no renunciaban al triunfo. Tres segundos, siete, 10, 12, 15, 18... En cada giro se agrandaba la distancia. En la vuelta 13ª llevó su Renault a los boxes, cuando aventajaba a Webber en más de 20 segundos. Los 21 mecánicos que a la tarea se pusieron tardaron 6,4 segundos en cambiar los neumáticos y echar combustible, apenas 70 litros de los 120 que caben en el depósito. Volvió Alonso a la pista y lo hizo en la segunda posición, por detrás deRaikkonen, que no se había detenido. Dos vueltas estuvo Alonso el segundo, las que tardó el de McLaren en parar. Nunca más dejaría el liderato.

Su posición de privilegio no le hizo aflojar. Al contrario. Si Raikkonen daba una vuelta en 1m 23,9s, Alonso lo hacía en dos décimas menos. Así una y otra vez. Rompió Barrichello la suspensión de su Ferrari y se estrelló contra la protección. Un rival menos.. En la vuelta 30ª, Alonso volvió a los boxes. El equipo, como un reloj, tardó 6,9 segundos en la operación. "¡Vuelve el primero, seguro que vuelve el primero!", gritaba Adrián Campos, su mánager. Volvió el primero. En el giro 50º repitió la parada. Y volvió el primero. En ese momento, con 20 vueltas por delante, la victoria era suya. Perseguía Raikkonen al asturiano, pero éste nunca le vio por el retrovisor. Estaba a más de 25 segundos. Comenzó a doblar corredores y de repente, en la vuelta 61ª, ocurrió algo insólito: delante de Alonso estaba Michael Schumacher, cinco veces campeón mundial, el mejor piloto que recuerdan los tiempos con permiso de Fangio.

Se fue por él. La bandera azul anunció al alemán que debía apartarse, un sacrilegio hace apenas unos meses. Era aquello lo nunca visto. Con el español superando al Ferrari de Schumacher, el mundo al revés; volando hacia su primera victoria, deteniendo el reloj de la historia antes de levantar el brazo izquierdo, el dedo índice, el del número uno, Alonso, de profesión: futuro campeón del mundo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_