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Entrevista:VALENTÍ FUSTER | Cardiólogo

"Se avecina una trágica epidemia mundial de la enfermedad cardiovascular"

Javier Sampedro

El currículum de Valentí Fuster no cabe en esta página: hay que conformarse con decir que es uno de los mejores cardiólogos del mundo tanto en las vertientes clínica como de investigación, que dirige el Instituto Cardiovascular del Centro Médico Mount Sinai de Nueva York, que ha sido presidente de la Asociación Americana del Corazón y que ahora lo es de la Federación Mundial del Corazón.

El catalán Fuster es un habitual de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, pero este año está batiendo todos los récords de esa institución santanderina. Su curso magistral La aterotrombosis, causa de muerte de hombres y mujeres ha atraído a tantos alumnos -320, todos ellos licenciados, que cursan la residencia o ya se han especializado como cardiólogos- que las 11 lecciones del curso, que Fuster imparte en solitario entre ayer y hoy, se están celebrando en el paraninfo de la universidad, un auditorio que se reserva para los acontecimientos masivos.

"No estamos empleando el dinero suficiente en una prevención eficaz"
"Hay factores culturales y sociológicos que hacen que fumemos o comamos en exceso"

Pregunta. Después de las enfermedades debidas al error de un solo gen, la genómica promete ahora abordar dolencias como las cardiovasculares, con componentes hereditarias mucho más complejas. ¿En qué situación estamos?

Respuesta. No hay duda de que en este siglo va a haber una gran revolución genómica en la medicina, si bien se ha exagerado cúan rápido esto va a llegar. Pero a los que piensan que vamos hacia una medicina individualizada, hay qué preguntarles cómo vamos a llegar a eso cuando hoy en día no estamos aplicando la medicina de conjunto que deberíamos aplicar. Si hay diez personas que reaccionan de modo distinto a un fármaco, una estatina para bajar el colesterol, por ejemplo, y si entonces hemos de tener diez estatinas distintas, la medicina se encarecerá muchísimo.

P. ¿Entonces?

R. Vivimos entre dos paradojas. La primera es que la tecnología nueva es muy cara, y sin embargo no estamos empleando el dinero suficiente en una prevención eficaz de la enfermedad cardiovascular, que por esto está creciendo de manera epidémica. La segunda paradoja es que la investigación va tantas millas por delante de su aplicación que, por mucho que descubramos, no podemos aplicarlo clínicamente. Una de las grandes frustraciones que tengo como científico es estar en medio de la revolución del genoma humano mientras veo que no tratamos ni siquiera de la forma más primitiva a los enfermos con factores de riesgo cardiovasculares. ¿Cómo vamos a individualizar la medicina cuando no somos capaces de manejar cosas tan globales como la hipertensión, el colesterol, la diabetes, la obesidad o el tabaquismo? La ciencia ha avanzado de manera milagrosa en los últimos diez años, pero la enfermedad cardiovascular está aumentando. Hay algo que no estamos haciendo bien.

P. ¿Qué es?

R. El problema es que, en los últimos 40 años, se ha prolongado la vida humana unos diez años, lo que implica que la enfermedad cardiovascular y el cáncer se prolongan también esos mismos diez años. Hacer que el individuo más anciano que vive en la actualidad tenga calidad de vida tiene un coste tecnológico excesivo. Hay que preguntarse de qué mecanismos dispone la sociedad para que podamos seguir prolongando la vida, y con calidad.

P. Usted augura una epidemia cardiovascular.

R. Se avecina una trágica epidemia cardiovascular global. La enfermedad cardiovascular aumentará un 30% en los próximos 15 años en Occidente, y un 100% en los países en desarrollo. Es una epidemia adquirida, una enfermedad de las sociedades de consumo, que se genera por la obesidad, por la diabetes, por la hipertensión arterial, por el tabaquismo, etcétera, y todos esos factores están aumentando globalmente. La razón por la que he aceptado el puesto de presidente de la World Heart Federation es para intentar ver si lo que hemos aprendido los países desarrollados podemos aplicarlo al Tercer Mundo y parar todo ese proceso. Vamos a empezar en África, intentando crear unas infraestructuras en varios estados, con personal médico y (sobre todo) de enfermería para elaborar sistemas de prevención. Pero las medidas las tiene que aplicar cada país.

P. De todo lo que dice se desprende que el gran reto que el mundo tiene por delante no es el desarrollo de nuevas terapias revolucionarias, sino unos programas de prevención de baja tecnología.

R. Si quiere verme estimulado, hábleme de investigación. Si quiere verme reflexionar sobre nuestras verdaderas obligaciones, hábleme de prevención. Sólo la prevención podrá frenar la epidemia global. Y hay que mirar al problema con cierta profundidad. Si usted me trae aquí 15 individuos obesos y 15 que fuman, yo le puedo asegurar que habrá una razón para ello que está muy por encima de su obesidad y su tabaquismo. Hay factores sociológicos y culturales importantísimos que hacen que fumemos o comamos en exceso. Es una de las razones por las que veo muy difícil que la enfermedad cardiovascular llegue a vencerse.

P. ¿Qué fármacos en investigación le parecen más interesantes?

R. Lo que ya hemos visto con las estatinas, que moderan el riesgo cardiovascular mediante la reducción del LDL (liporoteínas de baja densidad, o colesterol malo ], lo veremos en unos años con una nueva clase de armamento farmacológico dedicado a la subida del HDL en la sangre (lipoproteínas de alta densidad, o colesterol bueno). Para mí el HDL es el mecanismo de defensa más importante que existe en el sistema cardiovascular. Es una novedad importante, porque la mayoría de los medicamentos actuales no sirven para activar sistemas de defensa. Activar el HDL es una forma de estimular los mecanismos de defensa naturales del organismo: ése es el futuro próximo de la farmacología cardiovascular.

P. ¿Qué prevé en el terreno de la terapia celular y la reparación de tejidos?

R. Las células madre de la médula ósea son pluripotenciales

[pueden diferenciarse en muchos tipos de células, aunque no en todos], y tienden a ir al lugar donde se necesitan, lo que es una gran ventaja. No creo que la idea más prometedora sea inyectar células en las zonas dañadas de los vasos, sino encontrar fármacos que estimulen a las células de la médula del propio paciente. Creo que es muy posible que los encontremos en un futuro próximo.

P. ¿Qué posibilidades ve de regenerar el corazón infartado?

R. Las mismas. Las células pluripotenciales de la médula no sólo pueden generar células de los vasos sanguíneos, sino también del músculo cardiaco. Nosotros fuimos los primeros que ensayamos en EE UU la reparación del corazón infartado con células del músculo esquelético, pero dudo que sea eficaz. Soy de los que creo que la solución no está ahí, sino en las células pluripotenciales de la médula, que sí pueden adoptar esas características. Y de nuevo creo que lo más prometedor no es inyectarlas en el corazón, sino encontrar fármacos que las estimulen a salir de la médula para que reparen el corazón del paciente.

Valentí Fuster, ayer en los cursos de verano de la Universidad Menéndez Pelayo de Santander.
Valentí Fuster, ayer en los cursos de verano de la Universidad Menéndez Pelayo de Santander.PABLO HOJAS

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