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ICV vuelve a estar en el mapa

Se ha convertido en una tradición: después de cualquier proceso electoral, todos los partidos afirman que han ganado. Me atrevo por eso a recordar que tras las elecciones locales de 1999 escribí en este mismo periódico que ICV "había perdido votos, porcentaje, concejales e influencia" y que por tanto "no había motivo ni para la alegría ni para el disimulo". La cita de hace cuatro años me legitima, pienso, para afirmar ahora que los resultados de ICV-EA-EPM el pasado 25 de mayo son excelentes. No vale la pena discutir si somos los que más satisfechos podemos estar o no; me parece obvio, en cambio, que el ascenso de ICV ha constituido la sorpresa o una de las sorpresas de la jornada.

El ascenso de ICV molesta a los que tenían preparado un mapa basado tan sólo en cuatro partidos

Durante cuatro años, superando un ciclo electoral dificilísimo, ICV ha ido reparando las vías de agua que amenazaban con provocar su naufragio. Y ese trabajo callado le ha permitido afrontar estas elecciones locales con buena parte de las asignaturas pendientes aprobadas: renovación interna, apertura al exterior, coalición a tres bandas con EUiA y con las candidaturas independientes de la Entesa de Progrés Municipal, definición de un perfil político propio como izquierda verde nacional, reconocimiento internacional como parte de la Federación Europea de Partidos Verdes, apuesta por acuerdos inequívocamente de izquierdas sin supeditación al PSC, presencia convencida y desinteresada en los movimientos sociales contrarios al Plan Hidrológico y a la guerra de Irak, una nueva imagen atractiva concretada en las distintas campañas y durante el proceso electoral, etcétera. Ahora se han recogido los frutos: 340.000 votos (10.000 más que en 1999) y el 10,50%; 400 concejales (110 más que en 1999), la cifra más alta desde los quinientos y pico que obtuvo el PSUC en 1979; 25 alcaldías posibles (casi el doble de las de 1999 a pesar de las sensibles pérdidas de Rubí y Sant Vicenç dels Horts) con nuevas victorias en municipios como Palafrugell, Pallejà, Martorelles y Campdevànol; tercera fuerza política en la provincia de Barcelona con el 12,4% de los votos; tercera fuerza política en los 21 municipios de más de 50.000 habitantes con presencia en todos ellos; por delante del PP en la provincia de Girona; éxito sin precedentes en Barcelona pasando de dos a cinco concejales y de 10 a 17 consejeros de distrito; obtención del doble de concejales en las cuatro capitales, pasando de 6 a 12 y destacando la subida de Lleida, donde se ha triplicado la representación; subida en las diputaciones provinciales (de tres diputados a siete en Barcelona, y presencia por primera vez en las de Lleida y Girona); aumento de 29 a 47 consejeros comarcales entrando en seis nuevas comarcas; presencia en 65 nuevos municipios, entre los que podemos destacar Granollers, Tortosa, Sort, La Bisbal d'Empordà, Puigcerdà, Santa Coloma de Farners, Gavà, Sant Adrià de Besòs, Sant Sadurní d'Anoia, Balsareny, Alcanar, Sant Jaume d'Enveja, Salou, Torredembarra, Guissona, Roses, Sant Feliu de Guíxols y muchos otros. Además, ICV-EA-EPM refuerza su capacidad de decisión, desde la apuesta inequívoca por pactos de izquierda con el PSC o con ERC o con ambos partidos: 60 posibles alcaldías del PSC dependen de ICV y ocurre otro tanto con 10 posibles alcaldías de ERC. La coalición puede ser también decisiva en dos diputaciones y ocho consejos comarcales.

Todo ello supone un cambio evidente en el mapa político catalán. Hasta ahora nuestro sistema de partidos se basaba en dos grandes fuerzas, el PSC y CiU; dos fuerzas medianas, el PP y ERC, y una fuerza casi marginal, con la que no se contaba y de la que se opinaba que estaba en vías de extinción o que era un pequeño apéndice del PSC. Analistas políticos de la órbita maragalliana y otros situados en posiciones próximas a ERC coincidían en ningunear a ICV. La propia ERC tenía acordado no referirse jamás a ICV. Por mucho que ahora esos comentaristas se esfuercen en presentar el ascenso de ICV-EA-EPM como un fenómeno exclusivamente barcelonés, desconociendo u olvidando los datos que antes he aportado, sus esfuerzos son en vano. Hoy el mapa político catalán se basa en cinco partidos: dos mayores pero que han visto disminuir su fuerza y otros tres medianos separados por apenas un punto porcentual de diferencia. ICV-EA-EPM vuelve a estar en el mapa. Eso molesta a los que tenían encargado y preparado un mapa distinto basado tan sólo en cuatro partidos: dos de derechas y dos de izquierdas; dos españolistas y dos catalanistas. Demasiado fácil, demasiado simple. Aquí está (con perdón) ICV dispuesta a romper esquemas: éstos y otros muchos.

Jaume Bosch es vicepresidente de ICV.

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