_
_
_
_
_
Entrevista:ANA SOFÍA PÉREZ-BUSTAMANTE/ Poeta y profesora

"Los mitos son ficciones que permiten dar el paso de lo personal a lo colectivo"

Ana Sofía Pérez-Bustamante (París, 1962) es una de las figuras más inquietas de la Universidad de Cádiz. Especialista en Cunqueiro y estudiosa de los escritores gaditanos del siglo XX, coordinó un extenso volumen de ensayos sobre la figura de Don Juan y ha publicado dos libros sobre poetas y artistas plásticos de Cádiz, al tiempo que dirige una colección de trabajos sobre literatura femenina. Recientemente ha visto la luz su primer poemario, Mercuriales.

Pregunta. ¿Cómo le viene a una profesora universitaria la llamada de escribir?

Respuesta. Estudié Hispánicas porque mi vocación primera fue la de escribir. Pasó el tiempo, y con él la osadía adolescente. Llegó un momento en que pensé que no tenía nada que decir ni ganas de hacerlo. Un día de julio de 1999 escuché un reloj biológico que me dijo: 'Es la hora. Que pase el siguiente'. Y pasó mi otro yo, que no tiene cosmovisión, pero tiene experiencia, conciencia y carácter. Como soy géminis, no creo que haya inconveniente en aceptar un yo civilizado y pedagógico, con oficio y beneficio, incluso universitario, y este otro que estaba ahí al acecho.

P. ¿Los mitos clásicos, como los que aparecen en su libro, siguen en plena vigencia?

R. No me interesan los mitos como erudición: son ficciones simbólicas muy útiles porque permiten dar el paso de lo personal, histórico, vulgar e intrascendente al imaginario colectivo. Un Azorín muy joven se preguntaba si acaso lo circunstancial no sería lo eterno. Yo creo que sí: lo que podemos dar a la literatura es lo que somos de manera personal e intransferible. El primer problema técnico es encontrar la manera de proyectarlo.

P. ¿Y cómo los proyecta usted?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

R. A través de los mitos o los textos ajenos ávidamente fagocitados. Cuando quiero hablar del tabaquismo que padezco me convierto en Laocoonte de Marlboro; cuando revivo mis pesadillas soy Hades, el infierno, que le pide desesperadamente a Perséfone las rosas de sus sueños luminosos; cuando quiero expresar mis preocupaciones de madre histerizada de hija adolescente, hablo, vía Woody Allen, a la Poderosa Afrodita. Si me pongo en docente épica y cansada, sale Vulcano, el dios deforme que trabaja el fuego. Al final, uno lo es todo, y el libro viene a ser como un dinámico psicodrama.

P. Usted dirige una colección de estudios sobre mujeres y, al mismo tiempo, coordinó un libro sobre las versiones de Don Juan, el gran machista, ¿cómo se resuelve esta paradoja? Y a propósito de esta vieja cuestión, ¿cree que hay un arte de mujeres?

R. Hubo arte hembra cuando las mujeres se circunscribían a lamentar su condición femenina con un lenguaje insuficiente, porque carecían de cultura y de capacidad de distanciamiento. Pero siempre hubo mujeres excepcionales que hicieron arte sin más. Lo que ha cambiado es que las mujeres ya no tienen por qué inscribirse en la excepcionalidad. Siendo esto así, no tengo escrúpulo en dirigir una colección que, partiendo de la discriminación positiva en el tema -no en el sexo de autor-, busca la calidad del catálogo. Como tampoco tengo escrúpulo en interesarme vivamente por Don Juan. En la misma medida en que Flaubert afirmaba que 'Madame Bovary, c´est moi', yo puedo ser cualquier cosa.

P. Entre sus trabajos, ha prestado especial interés a escritores de su entorno: Quiñones, Tejada, Pemán, Berenguer...¿Qué le ha aportado cada uno de ellos?

R. De los autores que he estudiado creo que de quienes más he aprendido, literariamente y por afinidad, es de Álvaro Cunqueiro y de José Hierro. Berenguer fue un ejemplo de lo que es materializar tardíamente una vocación feroz. Tejada me enseñó, junto a la ternura, que un poeta debe cruzar el Rubicón caiga quien caiga. De Pemán, como de Juan Valera, me quedo con su inteligente ironía. De Quiñones, la devoradora vitalidad. De estos y de otros he sacado mucha materia para la reflexión, tanto en sus aciertos como en sus errores. Mi yo académico los tiene en el pequeño altar de sombras de familia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_