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ELECCIONES 25M | Comicios municipales en Cataluña
Columna
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Los tres tenores

Si Duran Lleida fuera uno de los tres tenores, sería Pavarotti. Los agudos son su pasión, especialmente los fines de semanas, que es cuando mejor se oyen desde las redacciones. Como el de Módena, entona un discurso vibrante, metálico, directo, en busca de la resonancia craneal, que es la que más castaña pega (el cráneo de Duran es grande). Un tenor de pinyol, capaz de afrontar sin pestañear los ocho do de pecho de Pour mon âme de La fille du regiment. Su límite está en la media voz: ahí no matiza.

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Si Artur Mas fuera tenor sería Carreras, el nostre. Un tenor lírico, pero hacia dentro, nada que ver con el género gladiador. Consciente de sus límites, se demora poco en los extremos de la tesitura y cuando lo hace (cuando habla del "bozal" o los "buitres") fa patir. Lo suyo sí es la media voz. Ideal para el papel de Rodolfo. No Valentino, sino el de La bohème. Es disciplinado y tenaz. Se adapta con facilidad a cualquier reparto. Karajan consagró a Carreras, Pujol a Mas.

Si Pujol fuera tenor, indudablemente sería Plácido Domingo. Y aunque éste sea de Madrid, el símil no se pone para fastidiar. De los tres, es el que posee el repertorio más extenso. Deambula por la ópera francesa, italiana, alemana y el género chico con igual soltura. Es el más veterano y el que menos acusa el paso de los años. Es también el más dramático. Otelo: "Niún mi tema" ["Que nadie me tema"] canta al final de la obra, a sabiendas de que todo el mundo le teme hasta el final de la obra. Por si quedaba alguna duda, resulta que, de los tres tenores, Plácido es el único que además dirige la orquesta.

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