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Reportaje:

Caza al 'unabomber' italiano

Una niña mutilada es la última víctima de un terrorista solitario que ha cometido 22 atentados en el noreste de Italia desde 1994

La policía italiana rastrea desde el viernes el noreste de Italia en busca de cualquier pista que pueda conducirles hasta el unabomber italiano, un misterioso terrorista solitario que actúa desde hace 10 años en esa zona del país, camuflando explosivos en los envases más inocentes.

El último atentado de este extraño terrorista en serie se produjo el viernes y dejó mutilada a una niña de nueve años. Un rotulador abandonado y cargado de explosivo le estalló en las manos, destrozándole tres dedos y provocándole la pérdida de visión del ojo derecho. A la indignación general se ha sumado ahora la inquietud de que el unabomber haya decidido recrudecer y ampliar su campaña mortífera.

Camufla explosivos en los objetos más inocentes, el último, un rotulador

Veintidós atentados desde agosto de 1994 hasta el viernes, han convertido al terrorista solitario en una macabra celebridad de los medios de comunicación italianos, que le bautizaron como el unabomber. Pero si la mayoría de las veces, las cargas explosivas camufladas en botes de comida colocados en los estantes de los supermercados, en cilindros o tubos de metal anónimos, abandonados en las playas, han provocado escasos daños (un solo herido de consideración), el ataque del viernes, representa una escalada por la gravedad de las heridas y la edad de la víctima, una niña de nueve años.

El terrorista aprovechó la fiesta del 25 de abril, en la que Italia conmemora la liberación del fascismo, para reaparecer después de un mes de silencio. El lugar elegido fue un amplia y degradada área de la ribera del río Piave, cerca de la localidad de San Biagio di Callalta (Treviso), no lejos de Venecia.

Centenares de personas se disponían a disfrutar de un pic-nic tranquilo, cuando una fuerte explosión alteró la paz. Fue un ruido sordo y potente, comparado por algunos testigos con "el estallido de una bombona de gas". Pero no era gas lo que había explotado, sino un rotulador amarillo abandonado en el suelo por el terrorista, repleto de un explosivo "de tecnología casi militar", según los investigadores, que están analizando ahora los miles de fragmentos del bolígrafo desplazados por la onda expansiva a una distancia de 15 metros.

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La pequeña Francesca, que jugaba con su primo y una hermana mayor entre los pilares del viaducto de la autopista que atraviesa el Piave, había descubierto sobre la plataforma de cemento de uno de los pilares el rotulador de color amarillo chillón, un modelo corto, de los que se usan para subrayar los textos.

El artefacto hizo explosión nada más abrirlo hiriéndole manos y rostro. Francesca fue trasladada en helicóptero a un hospital de Treviso donde dos equipos médicos intentaron en vano salvarle el ojo derecho y la mano destrozada, con una intervención quirúrgica de cinco horas.

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