Sombríos peleles armados hasta los dientes
Cuando Michael Moore estrenó Bowling for Columbine en el Festival de Cannes -donde inventaron un premio a la medida de este exacto y gozoso golpe de audacia e ingenio- dijo que, bajo los sucesos que relata y los hombres que indaga, "la película quiere reflejar la cultura del miedo que impregna la vida en mi país. El miedo nos conduce a continuos actos de violencia tanto en la vida diaria como en la historia, lo mismo en nuestro territorio que fuera de él". Y abre la mueca de la náusea que esta apacible y divertidísima rociada de imágenes arrancadas de la vida en EE UU adquiera ahora, en el seco Irak, condición premonitoria y valor de prólogo a un vendaval de plomo.
Se tiene la impresión, mientras se ve Bowling..., de estar asistiendo a la demencial pero luminosa paradoja que supone un documental sobre sucesos remotos arrancados de la vida de hoy. Moore -autor de Roger y yo, inefable y feroz sarcasmo sobre el gran patrón de la General Motors- rescata de debajo del polvo estúpidos y grotescos comportamientos antediluvianos completamente vigentes en EE UU, que así se hace portador de una sociedad enferma, generadora de violencia y de guerra, cuya vida diaria alimenta la posesión, que lleva fatalmente a su uso, de armas de fuego.
BOWLING FOR COLUMBINE
Dirección y guión: Michael Moore. Intervienen: Charlton Heston, George W. Bush, Dick Clark, Marilyn Manson, John Nichols, Matt Stone, Barry Glassner, Mark Taylor. Género: documental. Estados Unidos, 2002. Duración: 123 minutos.
Es un documento severo y atravesado por una gracia corrosiva y demoledora, pero liberadora. Toma Moore como disparos desencadenantes -en su inmisericorde repaso a la salva de tiros que suena y resuena en las pesadillas de la vida cotidiana en su tierra- los de la matanza por dos escolares de 12 colegas y un profesor del colegio Columbine, en los alrededores de Denver, en 1999. Pero este escalofriante suceso es sólo un tramo en una veloz, enorme, inabarcable galería de casos y personajes verídicos que -en un prodigioso montaje sintético- abren en canal la "oscura pasión americana por la muerte violenta".
Estamos ante una fastuosa reducción a humor y a esperpento de un conjunto de lúgubres hazañas hechas por sombríos peleles. Es brutal, pero inapelablemente justa, la piltrafa humana a que queda reducida la arrogante figura de Charlton Heston, campeón de la ecuación hombre-rifle, tras pasar por el mordisco pacífico de la cámara de Moore. Y se cuentan por millones -pues hay censados allí el doble de rifles que de votantes y más armas caseras que televisores, lo que destapa el desalmado humor de un infierno a ras de suelo- los Hestons que convierten, dice Moore, "a mi país en una tierra que genera más crimen que el resto del planeta".
Babelia
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