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Una exposición revisa la maestría e influencia de Bartolomé Bermejo en la pintura española del siglo XV

Bartolomé Bermejo, considerado por algunos expertos el gran pintor español del siglo XV y el que mejor resiste alguna comparación con sus coetáneos del Renacimiento italiano y flamenco, es un personaje novelesco y misterioso. Hasta el 11 de mayo se presenta la exposición más completa de su obra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). La pintura gótica hispanoflamenca. Bartolomé Bermejo y su época reúne 20 de las 25 obras que le han sido atribuidas a Bermejo junto a otras 56 pinturas de artistas del gótico hispanoflamenco que contextualizan la época. Tras su paso por Barcelona, se presentará en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que coproduce la muestra, entre el 9 de junio y el 31 de agosto.

Nacido en Córdoba se supone que en la década de 1440, el primer documento en el que aparece documentado Bermejo está fechado en Valencia en 1468. Las posteriores fuentes documentales lo sitúan en Daroca, Zaragoza y Barcelona hasta que hacia 1501 se pierde cualquier referencia a su persona. En realidad se llamaba Bartolomé de Cárdenas, aunque firmaba Bermejo se supone que por ser pelirrojo o de piel muy rosada, y por los desconfiados contratos que le hacían firmar -en el del Retablo de Santo Domingo de Silos, cuya tabla central se conserva en el Prado, se le amenazaba incluso con la excomunión- debía tener un carácter inquieto e inconstante que le hacía abandonar los encargos a medio acabar, aunque dada su maestría nunca le faltó trabajo. Los expertos se decantan por creer que realizó su aprendizaje directamente en Flandes ya que, afirman, de lo contrario era difícil dominar hasta este punto la técnica pictórica del país de los Van Eyck.

Bermejo ocupa la parte central del montaje y su obra atraviesa, horizontalmente, el resto de ámbitos de la exposición, que tiene como comisarios a Francesc Ruiz y Ana Galilea. No es extraño ya que, pese a la presencia de grandes nombres como Joan Huguet, Martín Bernat, Fernando Gallego o Pedro Berruguete, la obra de Bermejo destaca por encima de la de sus contemporáneos, mucho más anclados éstos en los esquemas conservadores del gótico que imperaban en España.

Basta ver el Tríptico de la Virgen de Montserrat, que por primera vez en 500 años ha dejado su ubicación original en la catedral de Acqui Terme, en Italia, para presentarse en una exposición. Esta pieza, sin duda la estrella de la muestra, fue un encargo realizado por el mercader italiano Francesco della Chiesa, y no fue suficientemente valorada hasta que en 1987 se restauró la obra. Otras piezas significativas presentes en la exposición son la pequeña tabla San Agustín en su estudio, procedente del Art Institute de Chicago; la Dormición de la Virgen, de la Gemälgalerie de Berlín; varias tablas del Retablo de Santa Engracia, procedentes de diferentes museos nacionales e internacionales, y los cuatro compartimentos de un retablo dedicado al Cristo Redentor, en su mayor parte conservado en Barcelona.

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