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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pyongyang, nuclear

Las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte se aproximan peligrosamente a un punto de fusión nuclear. El Gobierno norcoreano ha desprecintado elementos de un reactor, que tenía embargado desde 1994 como consecuencia de un acuerdo con EE UU, por el que se comprometía a no adquirir el arma atómica a cambio de envíos estadounidenses de combustible, y que se hallaban desde entonces bajo control de equipos internacionales. Pyongyang argumenta que necesita ese material para la producción de electricidad, a la vista de la interrupción de los suministros estadounidenses decidida hace unas semanas. A su vez, Washington ha cesado en los envíos como castigo al sorprendente reconocimiento por parte del régimen de Kim Jong Il de que tenía un programa nuclear separado que desconocía el mundo.

¿A qué viene este ballet de acciones y reacciones, sobre todo recién elegido el nuevo presidente de Corea del Sur, Ro Moo Hyun, comprometido a proseguir la política de su predecesor, Kim Dae Jung, de diálogo con el abrupto régimen comunista? Posiblemente se trate de un maniobreo de Pyongyang para, cortejando el precipicio -Corea del Norte es para Bush uno de los componentes del eje del mal, con Irak e Irán-, obtener un nuevo acuerdo económico más favorable de Estados Unidos a cambio de su desnuclearización permanente.

Lo que hace falta es que, pese a las comprensibles declaraciones de Washington de que no se negociará con Pyongyang bajo chantaje, se lleve a cabo la aproximación correspondiente, que no tiene por qué ser necesariamente pública, para conocer cuáles son las verdaderas razones del juego norcoreano y decidir, entonces, si hay o no partida negociadora.

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Ya que con Corea del Norte, de quien hay muchas más pruebas que Irak de que está cerca de hacerse con el arma nuclear, ha habido bastantes contemplaciones, resultaría chocante una ruptura que caldeara aún más lo poco que llevamos de siglo XXI. Es vital, por tanto, el diálogo antes de jugar con fuego, aunque sólo sea diplomático. Washington, ni puede ni quiere sostener un doble frente prebélico, uno en Oriente Próximo y otro en Asia, diga lo que diga Rumsfeld.

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