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Columna
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España

Vuelve a dolernos España. Lo peor de la inmensa bandera que se colocó en Madrid, lo peor del patriotismo del Gobierno, es que sólo ha servido para tapar el inmenso vacío que deja el desmantelamiento de un Estado y el desprecio absoluto al tejido civil de una sociedad. España no va bien, España se cae, porque es un coto privado de los intereses neoliberales que disparan su escopeta contra todo aquello que signifique responsabilidad pública, protección de la convivencia, vínculos de respeto y solidaridad. La desesperación ridícula e irracional de los gobernantes del Partido Popular, sorprendidos por las catástrofes y la ineficacia, está llevando al teatro público la falsedad hiriente de su patriotismo. Galicia y Andalucía son dos ejemplos, dos testimonios sociales que merecen una meditación urgente. Galicia no es sólo una Comunidad Autónoma gobernada con el PP, es además un territorio gobernado por Fraga Iribarne. Me resulta difícil comprender las razones de los que quieren convertir a Fraga en un nombre decisivo para la democracia, porque lo recuerdo como un ministro franquista, maquillador de la censura y cómplice con su firma de las últimas penas de muerte dictadas por el Caudillo. Fraga no ha establecido en Galicia un gobierno de la derecha democrática, sino un sistema caciquil de favores y miedos, de silencios y clientelismo. Por eso el PP ha caído en la tentación de enfrentarse a la crisis gallega con una mezcla de desprecio a la sociedad civil y de autoritarismo censor sobre las informaciones de la prensa. El resultado es que los gallegos se sienten abandonados por España, y la respuesta de los dirigentes conservadores se limita a arremeter contra los partidos y los medios de comunicación de ámbito español que han pretendido acompañar en su desgracia a los gallegos. Por si fuera poco, no les ha temblado el pulso a la hora de mezclar al Rey en su propaganda política, y no han dudado al volver a sacar a la luz la historia turbia del GAL y las equivocaciones de la guerra sucia contra el terrorismo vasco. Salidas todas, como se ve, que ayudan mucho a la cohesión y al patriotismo constitucional.

No muy distinta es su postura sobre el subsidio agrario. El PER ha servido en Andalucía para dignificar la vida de pueblos españoles tradicionalmente condenados a la miseria. Pocas veces se han gastado los impuestos españoles de una manera tan eficaz para equilibrar las desigualdades y otorgarle un sentido inmediato a la solidaridad. Los posibles abusos y las corrupciones no han desmentido esta eficacia. En vez de abrir un proceso de negociación, el Gobierno de España utiliza el conflicto para mantener una postura autoritaria de incomprensión ante la realidad social andaluza. Y arremete contra los partidos políticos de ámbito español que asumen la reivindicación de los andaluces. El falso patriotismo españolista del PP quizás eche de menos un nacionalismo andaluz independentista. España no está hoy en las banderas inmensas de la derecha, sino en las barcas de los pescadores que luchan sin ayuda contra la contaminación y en las movilizaciones de los campesinos que quieren negociar la sequía de su futuro.

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