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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La Encarnación

En aquel tiempo se llevaron a cabo ideas que hoy resultan abominables. Su ejecución no fue acogida con el sentimiento que aquel suceso merecía. Apenas hubo dolor. Sus dolientes fueron obligados a aplaudir por una engañosa euforia, impidiendo que nadie pudiera atreverse a llorarle. El tiempo siempre habla. Desde su desaparición, el recuerdo permanente de injusticia no ha sido borrado, tal vez podríamos haberlo guardo en el saco del olvido de nuestra memoria, si se hubiera construido de inmediato, en el lugar que aún ocupa su vacío, ese nuevo edificio que nunca se realizó. Día a día, viendo sus ruinas tras el vallado, así durante treinta años, día tras día, acudiendo al rincón de su provisionalidad eterna, mientras pasan acontecimientos y eventos, dispendios e inventos, transformando la ciudad con actuaciones y edificaciones públicas de nuevo cuño de todo gusto y presupuesto, rehabilitaciones de glamour, y gastos suntuarios festivos y estipendios casi serios, por doquier, mientras, en pleno centro de la ciudad, mártires del modernismo de los sesenta, víctimas del parón de la transición política, rehenes del caprichoso bamboleo consistorial, allí están, todavía, los placeros. Enjaulados en su rincón provisional aguardando realicen de una vez por todas el más prometido de los mercados, el de la Encarnación. ¿Cómo no puede tener esta Administración una solución para el? Acaso el tiempo ha pasado en vano y continuamos como cuando se llevaron a cabo ideas que, treinta años después, nos resultan abominables, ¿Qué dirán los que nos sucedan si no se ofrece con prontitud una solución digna para la ciudad y para los placeros? Confiemos en que retorne el sentido común y se olvide de una vez por todas la idea del mercado sótano, en maldita hora se le ocurrió a algún pensador, pues más bien parece salido de una mente espongiforme que de un ponderado responsable, y se construya en tan significativo lugar un Mercado para el disfrute de todos. El mercado de Sevilla, el de la Encarnación, porque otra cosa... no sé lo que pensarán de nosotros cuando hayamos muerto.

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