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VISTO / OÍDO
Columna
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El Islam

Supongo que el corrector no me dejará poner Islam con mayúscula, aunque los colaboradores tenemos ciertos fueros. Hubo un tiempo en que se hablaba del Islam y de la Cristiandad. Es verdad que los asaltantes del teatro en Moscú son islámicos; que estén organizados desde fuera con la cosa que llamamos Al Qaeda o no depende de la voluntad de nuestros informantes mayores. Si fuera también verdad que el tirador de Washington está en esa organización, o es un converso al islamismo que se venga por su cuenta, las dos noticias se juntan en una sola, y se recogen del 11 de septiembre, y se mezclan en la televisión de Al Yazira, y no pueden abstraerse de Palestina; ni de la guerra del Golfo -¡qué estafa!-, en la que dicen que ese soldado americano que hoy es el tirador Muhammad se convirtió; ni de la destrucción de Afganistán.

Es posible que si todos estos sucesos son lo que nos hacen creer, la situación es gravísima. Si no es verdad, pero nos lo hacen creer, también es grave: prepara el ataque a Irak, del que pronto oiremos decir a Bush que es el culpable de todo. ¿Bush? ¿Es alguien ese personaje, o es la resultante de otras fuerzas -militares- que pretenden continuar la guerra contra el Tercer Mundo? Ya sabemos que han tenido éxito en África, y puede decirse que en América Latina. África está destruida y América está en ese trance de finalización, si no reacciona. Parece que esta lucha por acabar con el arco de ballesta que se traza desde el occidente árabe hasta el oriente indonesio, paquistaní, ruso, no está resultando tan fácil. Ojalá sea este francotirador detenido, con su ahijado, el verdadero tirador de Washington. Pero ¿no va a salir otro? ¿O docenas? Es difícil que un atentado se repita de la misma manera: quizá no haya nunca otras torres gemelas destruidas, otro teatro dinamitado, otro tirador: pero las vías de quienes han convertido lo que era una rapiña occidental sobre el mundo del hambre en guerra religiosa son infinitas: y todos podemos ser sus víctimas.

No quisiera ser alarmista, pero los que no lo son mueren riéndose sin darse cuenta. He vivido es un estado islámico y tengo una admiración no sólo por su vieja cultura, sino por la calidad de sus gentes. Pero convertidos en guerreros fanáticos, luchadores del Islam, y con una razón de hambre, miseria, explotación y futuro cegado, pueden ser una amenaza mucho más grave de la que se cree.

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