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Cumbre de Johanesburgo: ¿éxito o fracaso para quién?

Después de toda la información aparecida a raíz de la cumbre de Johanesburgo sobre desarrollo sostenible y de todas las evaluaciones posteriores, es interesante analizar los resultados en función de los objetivos que cada uno de los protagonistas se planteaba. Para simplificar, entiendo que éstos se pueden concretar en cinco y sus objetivos eran bastante explícitos.

Naciones Unidas, la organización convocante, concretaba cinco ejes centrales en los que había que avanzar: salud, agricultura, acceso al agua, protección de la biodiversidad y acceso a la energía. Se trataba en todos ellos de definir una estrategia adecuada que permitiese el desarrollo sin marginar a los pobres y sin deteriorar más la situación del planeta.

Estados Unidos, como gran potencia mundial, explícitamente no quería ningún acuerdo que pudiese limitar la sacrosanta libertad de comercio, estaba en contra de impulsar las energías alternativas, no quería dar publicidad a la cumbre y en consecuencia no asistió Bush, aunque envió una delegación de 350 personas para poder estar y 'controlar' todos los debates.

La Unión Europea, con una posición bastante unitaria, ha defendido el incremento de energías alternativas, ha insistido en el acuerdo de Kioto y ha establecido un plan de acceso al agua en África y Asia, pero sin proponer calendarios concretos ni fondos específicos para conseguir sus objetivos ni una posición clara contra la reducción de las subvenciones a su agricultura.

En cuanto al resto de los países, con posiciones muy contradictorias entre ellos (productores de petróleo y no productores, con democracia o sin ella), quizá se puede afirmar que es la cumbre mundial donde han sido más incapaces de mostrar un frente común.

Las ONG han defendido los postulados de Naciones Unidas y han marcado la necesidad de establecer objetivos concretos, plazos y fondos para lograrlos. Partiendo de posiciones originalmente distintas, ONG de desarrollo y ecologistas mantienen en la mayoría de los casos propuestas comunes.

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El resultado final es una declaración política en la que se habla de conseguir 'una sociedad equitativa... y dignidad para todos' (artículo 2), y un plan de acción que está lleno de buenas palabras y buenas intenciones, pero totalmente falto de compromisos concretos. ¿Cómo se concreta y qué vamos a hacer para conseguir dignidad para los 2000 millones de personas que viven en la pobreza?

En el punto 25 se manifiesta el respeto a los principios de la Organización Internacional del Trabajo (algo que la delegación de EE UU quería condicionar a las normas de la Organización Mundial de Comercio), pero no hay ninguna referencia explícita a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. O los derechos humanos, incluidos los derechos económicos, sociales y culturales, se ponen siempre como objetivo primero y que condiciona todas las políticas, o seguimos hablando de 'sociedad equitativa' para poder considerarnos 'políticamente correctos'.

En la declaración se afirma que la globalización crea múltiples posibilidades de desarrollo, aunque se reconoce que algunos países no están en condiciones de aprovecharlas. Tampoco se plantea qué hacer para corregir esa situación. La realidad es que si vemos, por ejemplo, el caso de la agricultura, el problema principal para los campesinos no es cómo acceder al mercado mundial, sino cómo protegerse contra las importaciones masivas de productos subvencionados en los países ricos. El ejemplo de México, que ha importado masivamente maíz de EE UU con la consiguiente ruina de multitud de pequeños campesinos, es ilustrativo.

Formalmente, en Johanesburgo se ha creado un fondo especial para el desarrollo sostenible, pero nadie se ha comprometido a aportar nada, más bien al contrario: numerosos países han afirmado que no están dispuestos a incrementar los compromisos que adquirieron en Monterrey. El porcentaje de ayuda internacional

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