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Reportaje:

Castro vuela de nuevo en La Concha

La trainera dirigida por Korta vuelve a pasearse en La Concha y repite el éxito del año pasado

Castro volvió a convertir en una pista de despegue la bahía de La Concha, testigo del vuelo incontenible de un nuevo milagro firmado por José Luis Korta. La embarcación de la localidad cántabra sobrevoló la jornada definitiva de la Bandera donostiarra, una cita cuyo interés era puramente morboso -¿a cuántos segundos llegaría el segundo?- o claramente menor -¿quién se manejaría mejor para encaramarse a los cajones vacantes del podio?-, aunque la solución arroje ahora una serie de consideraciones sobre la tradicional hegemonía del remo.

La exhibición de Castro certificó de paso la sorprendente emergencia de Urdaibai y, más aún, de Perillo, autora de un final impresionante que le concedió el tercer puesto en el global de la Bandera. Segunda ayer en la tanda de honor, Perillo giró en última posición en la ciaboga, aparentemente feliz de encontrarse contra todo pronótico entre los grandes. Sin embargo, en el largo de vuelta tuvo tiempo de apreciar que Urdaibai y Orio remaban al límite. Los gallegos alcanzaron el suyo a tiempo de adelantar como una bala a ambas embarcaciones y de robar, por un segundo, el tercero puesto final a Astillero.

La clasificación final revela, además, una apretadísima igualdad entre los perdedores: Urdaibai (2º), Perillo (3º) y Astillero (4º) quedaron separados por dos segundos, a 40 de Castro. Sin embargo, mucho más perdedoras que éstas, las embarcaciones guipuzcoanas firmaron una de sus peores clasificaciones de la historia. Quinta, Orio sufrió ayer uno de sus peores batacazos, difícilmente asumible para el vencedor de cuatro de las últimas seis ediciones de la prestigiosa regata donostiarra. Por extensión, el remo guipuzcoano, vencedor en 83 de las 100 ediciones disputadas hasta la fecha, tiene materia para reflexionar sobre los motivos que le han colocado como un extraño en su propio jardín.

Los damnificados por el auge de Castro o Urdaibai explican su propia crisis señalando el talonario del rival y la facilidad con la que confeccionan plantillas sobresalientes a golpe de fichajes. Korta se defiende de la crítica y señala que 'todas las embarcaciones pican de aquí y de allá, y también las guipuzcoanas, más preocupadas por ver qué hace el vecino que por formar a sus remeros'.

En 1997, Korta se hizo cargo de La Marinera, meses después de recoger su undécima Bandera de La Concha con Orio. Buscaba un cambio de aires, nuevos retos, nuevas polémicas. Castro remaba entonces a años luz de la élite, sostenida por un presupuesto tan escueto como saneado. Korta mantuvo a los patrocinadores fieles y recibió las ayudas de nuevos inversores, atraídos por la magia del veterano patrón. Ahora, sus remeros suman dos banderas, las dos únicas de su historial, aunque pese sobre ellos cierta fama de mercenarios Kota suma ya 13 triunfos en la bahía donostiarra, suficientes como para que el mundo del remo, detractores incluidos, vean en su persona una referencia indiscutible.

Lujanbio, cuestión de tradición

En muchos aspectos, el remo sigue siendo una cuestión de tradición, una pasión transmitida de padres a hijos, un relevo de sagas al borde del mar. Es el caso de Juan Mari Lujanbio, el patrón de La Marinera. El guipuzcoano de Pasai Donibane, de 41 años, se había creado un nombre y un gran palmarés dirigiendo la trainera local, pero también un enemigo, Korta, al que acusa de haberle robado la bandera de La Concha de 1992. Mucho antes que él, su padre, José Ángel Lujanbio, había dirigido a la mejor trainera de Hondarribia y al retirarse sumaba cinco éxitos en La Concha, el escenario de referencia del banco fijo. Parecía que el hijo, con ganas de dejar el timón, nunca igualaría al padre. Korta intervino en el asunto al fichar a Lujanbio, el mismo que ayer se emocionaba y saltaba agitando una mano con sus cinco dedos bien extendidos: empate a cinco con su progenitor. El temperamento tormentoso de Lujanbio parecía imposible de conciliar con el de Korta, quien la víspera de la regata suspiraba por una mar estable 'para que Juan Mari pueda ir al timón y recoger la ikurriña en el agua, como tiene que ser'. La aparente incompatibilidad de caracteres ha servido, en definitiva, para hacer de la de Castro una embarcación temible y muy reforzada respecto a la que se adjudicó hace un año la primera bandera de La Concha de su historia. El entrenador, Korta, confía en el patrón, Lujanbio, y éste asegura que la convivencia le ha enseñado a dirigir mejor la embarcación. La afición de Castro Urdiales, que anegó ayer el muelle donostiarra, siguió con emoción el éxito de Lujanbio, algunos porque todavía recordaban al padre, otros porque esperan que el hijo siga un año más al frente de la embarcación de la localidad cántabra. El interesado duda, tentado por el relax de la vida familiar, pero también por la posibilidad de superar la marca de su padre. Su continuidad es ahora, sobre todo, una cuestión sentimental.

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