El comercio de olivos milenarios en Els Ports y el Maestrat expolia el patrimonio vegetal
Las comarcas del norte de Castellón sufren un oscuro comercio de árboles monumentales
Alrededor de 150 olivos milenarios de El Maestrat y Els Ports han sido arrancados de la tierra en los últimos meses y vendidos a precios atractivos, pero ínfimos dado el valor histórico de estos árboles monumentales. Aprovechando la maltrecha economía en que han quedado los agricultores y ganaderos de estas comarcas tras un año de crisis alimentarias, el comercio de olivos constituye un gran negocio que multiplica por diez el valor de los ejemplares. Mientras Italia o Francia prohíben esta práctica, el Bloc y la Unió de Llauradors exigen protección para los olivos.
El rugido del motor de una Caterpillar rasga el bucólico silencio en una parcela de olivos, en el término del pequeño municipio de Canet, en la comarca castellonense del Maestrat. Minutos más tarde, una pluma eleva el inmenso corpachón del anciano gigante. Su retorcida corteza y las profundas arrugas que recorren los más de nueve metros de circunferencia de su ajado tronco ofrecen una estimación aproximada de su edad, calculada en unos 2.500 o 3.000 años.
El coloso milenario, que, ya maduro, vio marchar a los legionarios romanos por la cercana Vía Augusta, es entonces izado a un camión y conducido a un futuro incierto. Atrás tan sólo queda un inmenso socavón, observado por la mirada perdida de Manuel, quien fuera propietario del árbol monumental.
'Me han arrancado el alma', suspira con vehemencia, 'pero era la única salida', manifiesta apesadumbrado. Manuel, que no quiso ofrecer su verdadero nombre, es uno más de los muchos pequeños agricultores o ganaderos del Maestrat cuya difícil situación económica provoca que su futuro siempre penda de un hilo. El año pasado fue especialmente duro para él. La carne de sus animales no se vendió por la psicosis del mal de las vacas locas y el aceite se pagó mal. Además, no han llegado las ayudas al vacuno prometidas por la Consejería de Agricultura y tenía que atender los siempre puntuales pagos de una hipoteca y un préstamo bancario.
Manuel recibió una oferta: 'Dos millones de pesetas por tu olivo', y tuvo que ceder aun cuando sabía que su valor era, como mínimo, diez veces superior, agarrotado y agobiado por las deudas. Ésta es tan sólo una de las casi 150 historias semejantes que ya se han dado en las comarcas de Els Ports y El Maestrat en los últimos meses. El secretario de Acción Rural del Bloc, Vicent Carda, afirma que es un hecho 'lamentable y triste', exige 'que se pare este expolio' y se frene el 'avance de especuladores sin escrúpulos' que están aprovechando la mala situación de estos agricultores, que 'necesitan obtener un complemento a su maltrecha renta'.
Se trata sin embargo, para Carda, de 'pan para hoy y hambre para mañana' y reclama la implicación del Gobierno autonómico para 'proteger estos ejemplares' y permitir que 'continúen viviendo donde nacieron'. El coste no sería excesivo, 'tan sólo 3 millones de euros' para salvar los aproximadamente '500 olivos milenarios que quedan en Els Ports y El Maestrat', continúa el representante del Bloc; 'mucho menor en cualquier caso que el extraordinario valor sentimental, natural e histórico' que albergan bajo sus copas.
Vicent Carda propone la realización de un inventario y la catalogación de estos olivos antiquísimos con la creación incluso de una 'ruta de los olivos milenarios' como complemento al turismo de interior, que 'no recibe el impulso necesario'. En todo caso, pide la concesión de ayudas a estos agricultores para que puedan conservar un patrimonio que ha sobrepasado el umbral de la consideración de propiedad personal.
En este sentido coincide Ramón Mampel, responsable del sector del olivar de la Unió de Llauradors y que también posee un olivo de más de 2.500 años y más de ocho metros de circunferencia. Mampel dice que sólo haría falta una subvención de '150 a 200 euros por olivo y año para evitar que los propietarios acaben vendiendo'.
El portavoz de la Unió explica que el interés por estos árboles en Castellón surgió cuando 'Francia e Italia prohibieron esta práctica en su territorio'. Afirma que 'nadie sabe en realidad quiénes son estos especuladores porque se mueven a través de intermediarios e informadores'.
Inventarios detallados
La colaboración de los propios vecinos resulta fundamental porque 'por una comisión de mil duros o diez mil pesetas' algunos no tienen reparos en realizar para el comprador un inventario de los árboles existentes en cada término municipal. Las dificultades económicas juegan una mala pasada al ámbito rural y provocan esta suerte de 'traición'.
De hecho, resulta sorprendentemente sencillo saber dónde están los olivos. De las paredes de los bares de poblaciones como Canet, La Jana o Traiguera, cuelgan pasquines con la localización exacta de los árboles y el nombre de los propietarios. Mampel es de los que no venderá 'jamás'. Asevera que los '30 o 40 monstruos' que quedan de más de 2.500 años son 'como el Micalet, la Torre del Oro o la Puerta del Sol. A nadie se le ocurriría vender estas maravillas, ¿verdad que no?', pregunta. 'Son auténticos monumentos vivos que no tienen precio y por los que se está pagando entre 2.000 y 12.000 euros para que acaben en el jardín de algún rico excéntrico'. El responsable de la Unió suplica el apoyo de la Generalitat para salvaguardar estas joyas naturales, auténtico patrimonio de la humanidad y símbolo de la civilización.
Ejemplares con nombre propio
Como poseer en soledad un Monet, un Renoir o un Sorolla, por citar a alguno de los genios impresionistas, tener un olivo de más de 2.000 años en el jardín se ha convertido en pieza codiciada para algunos potentados sin muchos escrúpulos. Ramón Mampel y Vicent Carda creen que ése es el destino de la mayoría de los milenarios árboles del interior y norte de la provincia de Castellón. Convertirse en rehenes de la ambición y la extravagancia. No obstante, no existe certeza alguna sobre su destino final. Nadie se atreve a hablar de ello en Els Ports y El Maestrat. Todos han visto a las máquinas trabajando o conocen al dueño de un determinado árbol monumental que, por cierto, llega a tener nombre en la mayoría de los casos. Sin embargo, nadie parece saber dónde van o se niegan a decirlo. Los vecinos, por desconocimiento, 'porque este asunto se lleva muy a escondidas' o por interés, 'porque esperan sacar al menos una pequeña tajada', y los propietarios por miedo, dice Mampel, que añade: 'esa gente no va con bromas'. También influye la vergüenza, porque la mayoría entienden que han perdido mucho más que un árbol, les han arrancado el alma de la tierra, como lamentaba Manuel entre sollozos tras ver cómo se llevaban su olivo. En esa tierra, al fin y al cabo, como los árboles, ellos también asentaron unas raíces que no son suficientes para evitar su marcha.
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