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Reportaje:

De juzgado de guardia

Los periodistas Javier Ronda y Jorge Muñoz recogen en un libro jugosas anécdotas judiciales ilustradas por Ortifus

'Donde no hay humor no hay humanidad' dijo el dramaturgo Eugène Ionesco. Esa afirmación define el libro De juzgado de guardia que ayer presentaron en el Colegio de Abogados de Valencia los periodistas Javier Ronda y Jorge Muñoz. Lo suyo es una recopilación de historias cómicas ocurridas en solemnes actos judiciales. Ambos, junto al humorista gráfico Ortifus, han buscado el lado humano de los togados para 'retratar la realidad que conocemos los informadores de tribunales en las largas esperas y demostrar que la complejidad del lenguaje jurídico provoca situaciones cómicas', dijo Ronda.

La presentación de la obra, publicada por la editorial Oberos, del Grupo Anaya, se convirtió en una improvisada representación paralela. En el estrado de la sala de actos del Colegio, en la mesa central -cual tribunal- tomaron asiento el fiscal jefe, Enrique Beltrán; el decano de los abogados de Valencia, Luis Miguel Romero Villafranca; el consejero de Justicia, Carlos González Cepeda; y el decano de los jueces, Fernando de Rosa. En un lateral, con mesa propia, Javier Ronda, quien dijo: 'Aquí parezco el abogado defensor de Ortifus'. El dibujante permaneció callado a su lado porque 'lo mío es la viñeta'. Frente a él, Jorge Muñoz, cual fiscal. Y uno tras otro, al margen de las loas, aprovecharon para contribuir con anécdota favorita.

Contó Romero Villafranca que su homólogo en tiempos de la República acudió un día ver a un preso a las Torres de Serranos. 'Al entrar, pasó ante un descamisado guardia con tono arrogante diciendo: Decano del Colegio de Abogados. A lo que el guardia respondió: Yo también, pasa compañero. El decano se giró altivo: ¡Oiga!, le he dicho que soy el decano del Colegio de Abogados. Y el descamisado dijo: Perdone, había entendido me cago en el Colegio de Abogados'.

No fue menos el fiscal jefe, Enrique Beltrán, quien dijo que el humor también es crítica y que 'no sólo se debe admitir sino que es conveniente' y pasó a contar su gracia. 'Estaba yo de abogado fiscal en Badajoz, año 1961. El acto era en la capilla de un convento desamortizado que conservaba las reliquias religiosas. Un crucifijo cara al público presidía la mesa del tribunal. El presidente pregunta a una mujer si confiesa los hechos. Y ella, de pronto, se arrodilla, se santigua y dice: Pido perdón, hace dos años que no me confieso'.

Más contemporáneo fue De Rosa. 'Prueba de lo incomprensible que es a veces el lenguaje es lo siguiente: Un ciudadano se dirige a un funcionario para preguntar por su asunto (que era una apelación). El funcionario se gira y en voz alta pregunta a otro: ¿Alguien sabe algo del rollo de este señor? Y el señor, indignado, dice: Oiga, será un rollo para usted, yo me juego mucho dinero'.

De juzgado de guardia recoge anécdotas ocurridas en cualquier dependencia judicial española. Junto a ellas, recuperando una práctica que se inició en el siglo XIX y que en algunos periódicos ha perdurado hasta hace poco, añaden la visión gráfica de Ortifus y un glosario de términos con ánimo divulgativo. Ayer tuvieron una entrega para continuar la versión cómica de la justicia. En el tintero quedaron un sinfín de naécdotas contadas fuera de protocolo, entre ellas la de un jefe de prensa que recientemente, en favor de la mejor propaganda sobre los juicios rápidos, dijo: 'La Comunidad ya tiene unos, los procedimientos abreviados, pero los rápidos son para ir aún más deprisa'.

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