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Al Qaeda convirtió España en la base principal de su red en Europa

Investigaciones en Italia y Alemania confirman el protagonismo de la red terrorista en territorio español

José María Irujo

España es el anillo final de una red de terrorismo islámico dependiente de Osama Bin Laden, según señala un informe de la Fiscalía de Milán, cuyas acusaciones han precipitado la condena en Italia de Essid Sami Ben Khemais, el primer sentenciado en Europa por pertenecer a Al Qaeda (La Base). Un terrorista tunecino que, según dicho informe, tenía frecuentes contactos y reuniones en España.

'Estructuras bien afincadas en Europa, con capacidad operativa autónoma, pero ligadas entre sí, compuestas por militantes motivados por un encendido fervor religioso y templados por un riguroso entrenamiento militar que connota su peligrosidad', dice el informe sobre los Salafistas para la Predicación y el Combate (GSPG), grupo ligado a los nueve marroquíes que la pasada semana fueron detenidos en Roma cuando intentaban envenenar con ferrocianuro potásico las aguas de esa ciudad.

'No necesito un ejército. Sólo dos personas que extiendan el gas', dijo Khemais
Cinco terroristas suicidas se reunieron en varias provincias en los meses previos al 11-S
La policía teme que los terroristas transformen la base española y la conviertan en objetivo
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La policía teme que estos grupos dejen de usar el territorio español como base y lo transformen en objetivo. El respaldo del Gobierno de José María Aznar a EE UU en su lucha contra el terrorismo internacional alimenta esta hipótesis. 'El problema es mucho mayor de lo que creíamos, pero nadie se atreve a decirlo en público ', reconoce un responsable policial. 'Alemania y España son las principales bases de Al Qaeda en Europa', afirman fuentes de la fiscalía alemana. La situación geográfica y la inmigración son las causas.

A las 21.30 de la noche del pasado 24 de marzo, Essid Sami Ben Khemais, alias Saber, un tunecino de 33 años, aguardaba en el andén de la estación central de Milán al tren que le conduciría a París y después a Irún (Guipúzcoa). Vestía una chaqueta de ante marrón claro y pantalón blanco. De su brazo derecho colgaba una bolsa deportiva verde.

Saber había cambiado su número de teléfono móvil veinte veces, pero eso no impidió que la policía oyera todas sus conversaciones con España, incluida una registrada dos días antes en su apartamento, en el número 3 de la calle Dubini, en un barrio de la periferia milanesa, en la que su lugarteniente, Farid, habló con un tal Noureddine y le informó de que tras la detención de sus 'hermanos' en Alemania habían tomado 'una decisión muy fuerte..., muy fuerte', cuyo significado era 'rebélate y golpea'.

Los hermanos detenidos en Francfort formaban el grupo Meliani, que actuaba a las órdenes de Bin Laden y proyectaba volar el Parlamento de Estrasburgo en Navidad. La frase 'muy fuerte..., rebélate y golpea', provocó que esa noche la estación milanesa estuviera plagada de policías que observaban de reojo al tunecino, líder de la célula salafista del emir Hasan Hattab, una red de Al Qaeda.

Saber se encontró en el andén con Kishk Samir, un egipcio, y a las 22.55 subieron juntos al tren con destino a París. En un asiento próximo, dos agentes italianos les velaron el sueño. A las 8.38 del día 25, el tunecino y su acompañante se apearon en la capital francesa. En el andén de la Puerta de Lyón los agentes indicaron a sus colegas franceses de la DTS quién era su objetivo y éstos cogieron el relevo. Pero Saber se esfumó minutos después en el metro.

A las 22.30, el tunecino reapareció donde se le esperaba: en Austerlitz, la estación parisiense de donde sale el tren con destino a Irún. Iba acompañado de un ciudadano magrebí y en la ventanilla le dieron el asiento 66 del vagón 47, justo al lado de sus vigilantes.

A las 7.40 del día 26, cuando el hombre de la chaqueta de ante marrón pisó la estación guipuzcoana, varios policías españoles recogieron el testigo y se convirtieron en la sombra de este tunecino que meses antes había pronunciado una frase reveladora en una de sus agotadoras conversaciones telefónicas: 'No necesito un ejército. Sólo dos personas con cerebro, entrenadas y con nada que perder. Ellas extenderán el gas y dirán adiós. Dios está con nosotros'.

Saber compró un billete para Pamplona y viajó con su escolta policial, que no le había abandonado desde su salida, dos días antes, en la estación milanesa. A las 12.20, el tren llegó a la capital navarra y el árabe, todavía nervioso, hizo cuatro llamadas desde las cabinas de la estación. Dejó la bolsa verde en el depósito de equipajes y se alejó a pie hasta el centro de la ciudad. Un autobús le condujo hasta la mezquita, en la calle Monte Mendaour, donde le esperaba su imam, Sahouane Madjid, un tipo de barba poblada y pelo negro, militante del grupo salafista. La reunión duró una hora, hasta que se dirigieron a la carnicería islámica donde trabaja el líder religioso.

Por la tarde volvió a la mezquita, llamó desde cabinas públicas y se reunió con el imam y dos miembros del grupo en un bar próximo a la mezquita. Saber recogió su equipaje y a las 22.45 tomó un autobús para Valencia. El imam le despidió. A las 6.05 del día 27, el dirigente de Al Qaeda llegó a su destino, donde le esperaba otro relevo policial. Entró en un bar de la estación y salió unos minutos para orar. Parecía impaciente y desconfiado. Tanto que tomó varios autobuses e intentó despistar a sus perseguidores. Al final acabó en un piso de la calle Ramón y Cajal, propiedad del argelino Bachir Benkhim, ligado a una antigua estructura del GIA, donde permaneció todo el día.

La visita de Saber a Valencia concluyó de noche en la mezquita del puerto, donde le acompañaron Benkhim y otros dos hombres de la organización. A las 21.00, el tunecino y sus amigos salieron del edificio y burlaron la vigilancia de los policías. ¿A qué vino Saber a España? ¿Cuál iba a ser el papel de sus hermanos españoles en el plan 'rebélate y golpea'? La policía italiana no se arriesgó, temía un atentado contra la Embajada de EE UU en Roma, y arrestó a Saber nada más reaparecer en Milán.

A través de sus hermanos alemanes, Saber había pedido permiso a Bin Laden para una operación con armas químicas, según las conversaciones telefónicas intervenidas en su piso milanés. Pero el refugio de los hermanos en Francfort fue asaltado por la policía alemana, que desarticuló la célula, aunque Meliani y Mohamed Bensakhria huyeron. Este último, considerado lugarteniente de Osama, se refugió en Alicante, donde intentó obtener la residencia. Otro jefe de Al Qaeda que entraba al anillo español.

El 8 de julio, tres semanas después de que el hermano Bensakhria cayera detenido en Alicante, llegó a Madrid Mohamed Atta, un egipcio de 33 años que dos meses después iba a protagonizar el mayor ataque contra EE UU desde Pearl Harbor. Atta viajó a Salou (Tarragona) y regresó a Miami, Florida, el día 17.

El 28 de julio, Jamal Beghal, un francés de origen argelino, fue detenido en el aeropuerto de Dubai. La policía le vigilaba desde hacía años. Regresaba de entrenarse en un campo afgano donde Abu Zubaida, uno de los dirigentes de Al Qaeda, le había ordenado atentar contra la Embajada de EE UU en París. Beghal había visitado España varias veces y confesó que regresaría a Francia a través de España antes de convertirse en hombre bomba.

Al Qaeda no desistió. Muy pronto, en Uccle (Bélgica), Nizar Trabelsi, El Negro, otro tunecino, antiguo jugador de fútbol profesional, tomó el relevo de Beghal y buscó un compañero para su martirio. El pasado mes de agosto viajó a Cascante (Navarra) y se alojó durante dos semanas en casa del argelino Mohamed Berlazziz, salafista de la célula del imam de Pamplona que había visitado Saber.

Berlazziz, moreno, con barba y pelo rizado, era el elegido para el sacrificio. El ex futbolista demostró una gran persuasión porque el militante salafista aceptó la propuesta y puso fecha a su suicidio, la primavera de 2002. En su diario se despidió de su madre y del mundo: 'Te pido perdón, madre; pido perdón a todos a quienes traté mal (...). Perdonad si he pecado. Voy a morir por Dios y por la patria (...). Morir por Dios y por la patria es lo máximo que se puede hacer'.

En Cascante, una pequeña localidad agrícola de la ribera de Navarra, Trabelsi y Berlazziz planificaron su martirio. Cubrirían su cuerpo con un chaleco lleno de explosivos y entrarían a la sede diplomática de EE UU en París, en la calle Boissy-d'Anglas, con el argumento de solicitar un visado. Si no lo lograban irrumpirían por la fuerza y accionarían la bomba. En el caso de que la entrada fuera imposible quedaba el recurso de lanzarse al volante de dos coches bomba.

El 27 de agosto, Imad Eddin Barakat, Abú Dahdah, de 38 años, un español de origen sirio, vecino de Madrid, ignoraba que la policía oía sus conversaciones desde 1995. La que mantuvo ese día con un tal Shakur intrigó a los que le espiaban, pero nada más. Shakur le confesó: 'En estos momentos estoy dando clases. Dentro de las clases hemos entrado en el campo de la aviación e incluso hemos degollado al pájaro. Mi objetivo es el objetivo y no quiero entrar en detalles. Mi teléfono está caliente'.

La policía tenía micrófonos en la casa de Abú Dahdah desde 1995, un año después de que un grupo de radicales creara el grupo Los Soldados de Alá y, a espaldas de Riay Tatari, el imam de la mezquita Abú Baker de Madrid, repartiera propaganda rigorista. La célula de Abú Dahdah, al igual que la de Saber, enviaba muyahidin a los campos terroristas y financiaba a Al Qaeda. Ambos frecuentaban la casa londinense de Abú Qutada, de 41 años, el líder espiritual de la organización y cuyos sermones llenaban la videoteca de Atta.

El pasado 5 de septiembre, seis días antes de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, Ramzi Bin al Shibh, compañero de Atta en su apartamento de Hamburgo, aspirante a piloto y responsable de la logística del ataque, llegó a Madrid procedente de Düsseldorf (Alemania). El yemení, de 29 años, 1,72 de estatura y cara de buen chico, vestía ropas occidentales cuando su avión de la compañía Lufthansa aterrizó en el aeropuerto de Madrid-Barajas. El terrorista no utilizó su billete de regreso a Düsseldorf. ¿A qué vino a Madrid el responsable de la logística de un atentado que seis días después provocó más de 3.000 muertos? ¿Con quién se entrevistó? La policía dice que acudió a una cita, pero no ha sabido nada de él hasta que su imagen reapareció en enero en un vídeo entre los escombros de un recinto militar en Kabul. El yemení, con un turbante rojo y el rostro cansado, anuncia en la cinta nuevos atentados suicidas.

El 13 de septiembre, dos días después de que Atta se lanzara contra las Torres Gemelas, la policía detuvo a Trabelsi en Bélgica, el ex futbolista tunecino que se iba a inmolar en la Embajada norteamericana de París. Tenía una metralleta y explosivos. El 26, la policía detuvo en Cascante a Berlazziz, su compañero de martirio, y desarticuló en Valencia, Navarra, Almería, Huelva y Murcia a los hermanos españoles de Saber, el líder tunecino del GSPC que les visitó en marzo con una legión de policías en su trasero. Detuvo a seis de sus miembros, incluido el imam de Pamplona, y les acusó de suministrar material electrónico a Al Qaeda. Mariano Rajoy, ministro del Interior, dijo que detrás del grupo 'está el terrorista islámico Bin Laden', que les presta apoyo financiero y entrenamiento en Afganistán.

Hasta noviembre, la policía siguió a Abú Dahdah. Marisa Martín, su mujer española y ex trabajadora en un laboratorio, asegura que desde hacía dos años veían a los policías de paisano plantados frente a su casa en la madrileña calle de Pablo Neruda. 'A veces unos le seguían a él y otros a mí. ¿Qué pasa?, ¿por qué nos sigue esta gente?, le preguntaba a mi marido. Los veíamos espiarnos hasta en la mezquita de la M-30'.

Las crípticas conversaciones de Abú Dahdah y la aparición del télefono de su antigua casa en Fuenlabrada (Madrid) en la agenda de Said Bahaji, otro aspirante a piloto, que residía con Atta y Bin al Shibh en el apartamento de Hamburgo donde se proyectó el atentado del 11-S, precipitaron su detención y la desarticulación del grupo. Abú Dahdah, un sirio que vino a España a estudiar medicina, había dado la vuelta al mundo reuniéndose con líderes de Al Qaeda de nueve países. Abú Ilyas, cuyas cuentas en Alemania se han bloqueado por su conexión con Bin Laden, se alojaba a veces en su casa madrileña. 'Ceder tu casa a tus amigos es muy musulmán', insiste su esposa.

Bassan Dalati, uno de los detenidos, tenía en su poder un CD del aeropuerto de San Francisco (EE UU). En una agenda, encontrada en la habitación de sus hijos, se encontró el nombre de Mustafá Setmarian, jefe de un campo terrorista en Afganistán, y su número de cuenta corriente.

El juez Baltasar Garzón, que les investigaba desde 1995, les acusa de múltiples delitos de terrorismo, tantos como el número de muertos y heridos que se produjeron en el ataque del 11-S, y asegura que financiaron a Al Qaeda mediante presuntos fraudes y falsificaciones de tarjetas de crédito. Marisa Martín defiende la inocencia de su marido y asegura que todo 'es un montaje político de Bush, Aznar y Garzón'.

Abú Dahdah, que, según la policía, envió a luchar a Afganistán al talibán ceutí preso en Guantánamo, y sus fieles Soldados de Alá aguardan en la prisión de Soto del Real (Madrid) la incógnita de una posible extradición a EE UU. 'Eso es lo que más les preocupa', dice Martín, una madrileña, madre de cuatro hijos, que cubre su cabeza con el hiyab y que se convirtió a la religión musulmana 'por decisión propia'. 'Le aseguro que mi marido es inocente', insiste.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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