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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Soldados a Afganistán

Afganistán queda lejos de España. Pero el 11-S puso de relieve que cuando un grupo terrorista, como Al Qaeda, se adueña de un país, la amenaza puede convertirse en global. Es razón más que suficiente para que nuestro país y sus socios europeos, que defienden la solidaridad en la lucha contra los terrorismos, hagan todos los esfuerzos necesarios para la reconstrucción de Afganistán. Entre ellos, enviar tropas bajo mando británico y mandato de la ONU para asistir a la autoridad afgana provisional en el mantenimiento de la seguridad, con el uso de la fuerza si fuera preciso, principalmente en Kabul y alrededores. Es una labor arriesgada, dados los enfrentamientos tribales y entre los propios señores de la guerra que quieren preservar sus parcelas de poder.

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Un muerto y cinco heridos en el primer ataque contra la fuerza de paz en Kabul

Es dudoso que para cumplir su misión basten los 5.000 soldados que han de componer la Fuerza Internacional de Seguridad y Asistencia (ISAF, en inglés), pero el propio Gobierno provisional afgano no ha querido una presencia mayor. El rey Juan Carlos despidió ayer en Zaragoza a las primeras tropas del contingente español de 450 hombres que comenzarán a salir a partir de mañana. El esfuerzo es notable, ya que también hay fuerzas españolas en los Balcanes, pero pone de relieve las limitaciones operativas de nuestras Fuerzas Armadas, que en mayor o menor grado aquejan a casi todos los países europeos.

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La historia parece avanzar más deprisa que la integración europea. Aunque 13 de los Quince participen en la ISAF, la UE no ha podido acudir bajo su propia bandera. Mientras, se producen decisiones preocupantes, como el rechazo italiano al proyecto europeo de avión de transporte militar (A-400) y su negativa a incorporarse a EADS, el gigante aeronáutico y aeroespacial europeo integrado por Alemania, Francia y España. Esta decisión puede obligar a realizar un reajuste de todo el sector en este continente, en detrimento de la integración.

Si Europa quiere pesar en el mundo, tendrá que gastar mejor y más -por este orden- en sus fuerzas armadas, aunque sólo sea para llevar a cabo misiones de paz. Los países europeos de la OTAN gastaban la mitad que EE UU en este ámbito. Hay que hablar en pasado, pues es prácticamente seguro que el Congreso aprobará la solicitud de Bush de ampliar el presupuesto de defensa en un 14% -48.000 millones de dólares-, el mayor salto en 20 años. Esta inyección fiscal puede aumentar aún más la distancia tecnológica entre EE UU y Europa, especialmente cuando una mayor proporción del gasto militar de los europeos se destina a personal: 64,9% en el caso de España, 61,2% en Alemania; frente a un 36,2% en Estados Unidos. Europa no quiere ser como EE UU, ni debe seguirle en esa carrera armamentista contra sí mismo, pero debe ganar autonomía. No lo logrará sin rascarse el bolsillo.

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