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Columna
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Caída libre

Considero inútil la discusión que mantiene el Partido Popular sobre su candidato a la alcaldía de Alicante, en las próximas elecciones. Es totalmente indiferente que lo sea Genoveva Reig, José Joaquín Ripoll o Luis Díaz Alperi. O incluso Julio de España, que no quiere ir a Madrid como senador y preferiría quedarse en Alicante. Si de mí dependiera, yo escogería, sin dudar, a la señora Reig. A la vista de lo que esta mujer ha hecho con la Televisión Valenciana, siento curiosidad por saber en qué convertiría Alicante. Su mandato puede resultar apasionante. En cualquier caso, sea quien sea el nominado, tengan por cierto que accederá a la alcaldía y lo hará sin dificultades.

¿Por qué afirmo esto con tanta rotundidad? Sencillamente, porque las personas que hoy dirigen el Partido Socialista en Alicante no muestran ningún interés en conquistar el Ayuntamiento. Es indudable que estas personas se sienten más cómodas en la oposición. De hecho, hacen cuanto está en su mano para desalentar a los votantes. La dimisión como concejal de Pablo Rosser, ocurrida en días pasados, es uno más de esos continuos sucesos que hacen mella en los ciudadanos y les invitan a desconfiar de un partido que no sabe cuidar sus intereses. Por el mismo motivo, no nos sorprenderíamos si, dentro de una semana o de unos meses, Carmen Sánchez Brufal anuncia que se marcha a casa, cansada de pelear. Brufal y Rosser son los únicos concejales socialistas que han mostrado poseer ideas propias y un espíritu de lucha; los únicos que han concitado una ilusión en los votantes. Por eso, sus compañeros se han apresurado a reducirlos.

Para entendernos: los dirigentes del socialismo alicantino forman, en la actualidad, un club. Un club de jubilados de la política. A lo único que aspiran ya estas personas es a un pasar tranquilo, sin inquietudes ni azogamientos. Naturalmente, les gusta mandar y maniobran de continuo para mantener su parcela de poder. Con ello, se dan por satisfechos, colman sus aspiraciones y hasta tienen una vida pública de cierto relieve. Pero, política, lo que se dice política, estos señores no la hacen, ni tienen interés en ella. Su empeño no va más allá de estar en la junta directiva de la asociación. De tarde en tarde, por mantener las formas, algún dirigente convoca a la prensa y larga una soflama tremenda sobre algún asunto que la ciudadanía escucha como quien oye llover. Conservadores como se han vuelto, se avienen con el Partido Popular, que les tiene tomada la medida y les consiente estos y otros excesos, sabiendo -eso, sí- que la cosa no pasará de ahí.

Si estas personas que hoy controlan el Partido Socialista en Alicante aspiraran al poder, si tuvieran un deseo cierto de llegar a la alcaldía, actuarían de otro modo. Saldrían a la calle, recorrerían los barrios, preguntarían a los alicantinos por sus necesidades, propondrían un modelo de ciudad, desarrollarían una oposición firme y activa. En suma, estos señores demostrarían a los ciudadanos que se puede contar con ellos para gobernar y que son dignos de manejar los asuntos públicos. Pero, por lo que llevamos visto, nada de esto entra en sus planes. Al contrario, tiene uno la impresión de que quedarían espantados si, por un accidente, ganaran un día las elecciones. Y es que, ¡se vive tan bien en esta oposición!

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