GRITO CONTRA UN LARGO SILENCIO
El presidente del Principado de Asturias, Vicente Álvarez Areces, y el alcalde de Cangas del Narcea, José Manuel Cuervo, ambos socialistas, presidieron ayer lunes en el cementerio de esta localidad minera un homenaje a 84 republicanos de la zona que fueron asesinados al término de la guerra civil. Se sabía que el acto de reparación histórica, con el descubrimiento de una placa en la tapia contra la que fueron fusilados, iba a ser emotivo, pero no al extremo de que muchos de los deudos allí reunidos acabaran llorando y las autoridades presentes no pudieran evitar que los ojos se les enrojecieran, conmovidos y emocionados unos y otros. Lo logró la voz embargada por la emoción y quebrada por el sufrimiento de tanto tiempo, pero con la energía invicta de las convicciones fuertemente arraigadas, de Hilda Farjante Gayo, una mujer que quedó huérfana a muy corta edad, después de que sus padres hubiesen sido ejecutados aquellos días por el delito de ser maestros y republicanos. Hilda fue acogida, al igual que sus dos hermanas, por unos familiares residentes en Madrid. Nunca volvió a Cangas del Narcea y juró que no lo haría hasta que se reparara la memoria de sus padres y de la demás víctimas. Ayer volvió por vez primera a la tierra que causó su orfandad para expresar un grito. 'Grito', dijo, 'por su miedo, por su dolor, por su juventud truncada, por la vida que no vivieron; y grito por nosotros, los que nos quedamos aquí, sin ellos, pobres, huérfanos, merced a sus asesinos, que se pasaron 40 años insultándolos, pisoteándolos, y diciendo mentiras y más mentiras sobre nuestra vida y sobre vuestra muerte. Grito y vuelvo a gritar por todo lo que tuvimos que aguantar y callar, y grito por la viudas que vivieron y murieron con la boca bien apretada para que no se les escapase este mismo grito nuestro'.-
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