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Los ingleses acaparan máscaras antigás

Los hospitales británicos se preparan para un ataque por orden del Gobierno de Blair

La guerra ya ha empezado en el Speaker's Corner, el rincón de Hyde Park en el que cualquiera puede decir cualquier cosa. Las discusiones domingueras reflejaron ayer el estado de ansiedad en que empiezan a vivir los londinenses, cada vez más seguros de que deberán soportar más de un ataque terrorista. Mientras los buques de la Armada británica atraviesan Suez y el primer ministro se dispone a firmar la orden que autoriza la intervención militar, los hospitales se preparan por orden del Gobierno y la gente acapara máscaras de gas y ropa aislante contra un ataque químico.

'Ellos crearon a Bin Laden. Antes trabajaba para la CIA y ahora es un terrorista. Pero sigue haciendo lo mismo: matar gente', clama un hombrecillo interrumpiendo al orador. Hyde Park es un reflejo de las tensiones de estos días. Muchos a favor de la guerra. Otros clamando por la paz. Muchos atacando al Islam. Otros distinguiendo entre terrorista y musulmán. 'Peligro de guerra. El fuerte tiene razón', proclama una pancarta. 'América lanzó en Vietnam más bombas que nadie contra un país. Y al final de la guerra había más vietnamitas que al principio. Fallaban siempre los objetivos', vocifera el hombrecillo.

Una mujer pide diálogo mientras su crío juega a sus pies. 'Hay que hablar, hay que negociar. Cuando en una familia hay problemas la gente se entiende hablando. Intentemos resolverlo hablando'. 'Ninguna religión pide a la gente que estrelle aviones contra los edificios', grita un joven que pide castigo a los terroristas. 'Son ellos los que rompen las reglas. Esto no es una cruzada contra el Islam, es una cruzada contra el diablo'. Pero un joven orador negro, Biblia en mano, mantiene su particular cruzada contra los mahometanos. 'En Arabia Saudí te llevan a la cárcel si te sorprenden con una Biblia en la mano', denuncia. 'Los árabes son colonialistas, racistas y esclavistas', asegura.

Malos tiempos para los musulmanes británicos. Pese a los llamamientos a la convivencia, las tensiones raciales se agudizan. Los más extremistas quieren aprovechar el río revuelto y han provocado incidentes aislados aquí y allá. La escuela coránica de Islington, al norte de la City, famosa por su radicalismo, ha cerrado durante unos días por el temor a los ataques.

La policía multiplica su presencia en la calle para tranquilizar a la población. No sólo a la cristiana, también a la musulmana. Los londinenses saben que van a sufrir ataques terroristas. Lo ha dicho ya un alto jefe de la policía, el comisario sir John Stevens, que ha advertido que el Reino Unido en general y Londres en particular son un objetivo terrorista, aunque no dispone de datos concretos que avalen sus sospechas. El Gobierno ha pedido a hospitales, autoridades locales y educativas que se preparen para situaciones de emergencia y actualicen sus planes de protección civil.

Los británicos temen, sobre todo, ataques con gases venenosos. El miedo ha disparado las ventas de máscaras y vestidos aislantes. Pero el país no está preparado para una guerra bacteriológica. El presupuesto de defensa civil ha caído a 14 millones de libras, frente a los 25 millones de hace 10 años, tras la guerra del Golfo.

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A pesar del miedo, el 63% de los británicos apoya operaciones de castigo contra campamentos terroristas en Afganistán. Con ese respaldo, el primer ministro, Tony Blair, se dispone a firmar la orden que dará paso al que puede ser el mayor despliegue militar desde la guerra de las Malvinas. Algunos diarios afirman que las fuerzas especiales SAS ya han desplegado efectivos en el norte de Afganistán para reforzar la guerrilla antitalibán. Mientras, la Armada de su majestad va rumbo a la guerra.

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