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Experimentos bloqueados por el Gobierno

La ley española no regula los experimentos con células madre humanas. Difícilmente podría hacerlo, toda vez que la norma relevante, que es la Ley de Reproducción Asistida, fue promulgada en 1988, y la técnica para obtener células madre de embriones humanos no fue descubierta hasta diez años después. Pese a ello, el Ministerio de Sanidad ha bloqueado las iniciativas normativas necesarias para que los investigadores españoles puedan utilizar con fines médicos los 30.000 embriones humanos que las clínicas de fertilización guardan congelados en sus tanques de nitrógeno líquido.

La Comisión Nacional de Reproducción Asistida, el grupo de científicos, éticos y juristas que asesora al Gobierno español en esta materia, es mayoritariamente favorable a permitir el uso de esos embriones congelados para investigación con células madre, pero no ha sido convocado ni una sola vez desde que Celia Villalobos ocupa la cartera de Sanidad. La ministra se ha pronunciado varias veces en contra del uso médico de esos embriones.

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Por si faltaran pruebas de la nula disposición del Gobierno a dar vía libre a esas investigaciones -una posición idéntica a la mantenida por la Igesia católica y por los sectores ultraconservadores del Partido Republicano de Estados Unidos-, cabe recordar también que, el pasado 25 de abril, PP y CiU rechazaron en el Congreso una proposición no de ley del PSOE que pretendía despejar el camino para que los 30.000 embriones congelados pudieran usarse para obtener células madre.

Lo que sí prohíben tanto la Ley de Reproducción Asistida como el Código Penal es la clonación. Esos artículos fueron redactados para impedir la clonación de niños, sin que sus redactores tuvieran en cuenta la posibilidad de utilizar la clonación para generar un embrión de 6 o 7 días y obtener de él células madre: la llamada clonación terapéutica.

El interés de la clonación terapéutica es el siguiente. Si el embrión de pocos días es un clon de un paciente, las células madre obtenidas de él podrán -tras convertirse en células nerviosas, cardiacas, pancreáticas o de cualquier otro tipo- ser trasplantadas a ese mismo paciente sin generar el más mínimo rechazo inmunológico.

Sin embargo, esta cuestión es irrelevante en el caso de Bernat Soria. Los embriones de los que procedían las células madre adquiridas por Soria no eran clonados, sino procedentes de clínicas de fertilización de otros países.

Pero entonces, ¿qué ocurre con el rechazo? "Creemos que, en el caso de las células beta, el rechazo es mínimo", explica el científico. "En los experimentos con ratones, empezamos usando donantes y receptores idénticos genéticamente, pero luego lo probamos con ratones de cepas distintas, y funcionó también. Tenemos razones para creer que el rechazo será mínimo también con las células humanas.

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