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CUMBRE DEL GRUPO DE LOS OCHO

El G-8 asegura que la zona euro y EE UU impulsarán el crecimiento económico mundial

La cumbre de los países ricos da su respaldo al plan de ajuste del Gobierno argentino

'El G-8 ha coincidido en que la situación general de la economía mundial está mejorando y que la desaceleración de la actividad estadounidense ha tocado fondo, por lo que se espera que se reactive para el último trimestre de este año', dijo Bonaiuti. El portavoz añadió que el presidente de EE UU, George Bush, había comunicado a los otros líderes que, efectivamente, ya no esperaba un empeoramiento de la crisis económica de su país, sino todo lo contrario. Más tarde, Bush confirmó con sus propias palabras esta declaración.

A menos que los líderes del G-8 sepan algo que el resto de la gente ignora, la situación económica del mundo hoy no augura una recuperación a corto plazo, es decir, antes de finales de este año. Si se comienza por el peor de los casos, hay que mirar hacia el Lejano Oriente. Japón está en recesión, su economía lleva deteriorándose 10 años y, de momento, ninguno de los planes lanzados por los sucesivos gobiernos ha logrado revertir, más que momentáneamente, la tendencia, más bien la han acentuado. Japón, a grandes rasgos, carga hoy con una deuda pública que supera el 130% de su producto interior bruto (PIB), que ronda los 600 billones de pesetas (seis veces el español); una tasa de paro del 4,9%, la más alta desde la II Guerra Mundial; sus bancos acumulan préstamos incobrables por unos cien billones, y su mercado financiero refleja esa deuda con constantes caídas en las cotizaciones. Para colmo, su mayor negocio, la exportación, ha caído en los primeros meses del año un 3,6%, por primera vez en dos años, debido a la desaceleración de la economía estadounidense. El primer ministro, Junichiro Koizumi, lanzó hace unos meses un plan para reducir el endeudamiento japonés, sanear definitivamente la banca e impulsar el consumo para reactivar la economía. Ayer, el G-8 se encargó de dejar muy claro que respalda el plan de Koizumi, cuyos primeros resultados no se verán antes de finales de año.

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La esperanza del G-8 es que sus economías se recuperen lo antes posible, especialmente la estadounidense, y se convierta en el motor del desarrollo mundial. En este momento, ni la zona euro ni EE UU están creciendo lo suficiente como para frenar el parón de la actividad; por ello, la crisis es grave y única en los últimos 25 años, porque es de todos los países ricos y al mismo tiempo. Europa crece poco, no se espera que supere el 2% este año, apenas medio punto por encima de EE UU, donde según lo que adelantó recientemente el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, no se descartan más reducciones del precio del dinero porque el crecimiento no se recupera a la velocidad esperada y porque lo único que sostiene la actividad es el consumo, y hay que apuntalarlo. Pero, con unos tipos ya al 3,75%, poco margen le queda a Greenspan.

La crisis de los ricos es grave, pero sus estructuras financieras les dan una red para contener la caída. Los muy pobres necesitan de la ayuda de los desarrollados, de la iniciativa de condonación de deuda externa que se trató en Génova, por un monto de 53.000 millones de dólares (10 billones de pesetas). Pero ¿qué pasa con los intermedios, como Argentina o Turquía, cuyas economías no tienen una red pero son lo suficientemente importantes como para arrastrar a otros. La deuda argentina, de casi 40 billones de pesetas si se incluye la pública, la privada y la de las provincias, es tan grande como la de los 41 países más pobres y endeudados. Las empresas españolas tienen invertidos allí cinco billones, y tanto o más las compañías de los países del G-7. Por la gravedad de la crisis argentina y la preocupación de que una economía tan grande se desplome, el G-8 decidió ayer corregir su declaración final e incorporar una mención de respaldo expresa para el plan de ajuste del gasto público del Gobierno del presidente Fernando de la Rúa, tal vez la última posibilidad para que Argentina sortee la suspensión de sus pagos de deuda.

George Bush y Silvio Berlusconi charlan en presencia de otros líderes del G-8 ayer en Génova.
George Bush y Silvio Berlusconi charlan en presencia de otros líderes del G-8 ayer en Génova.REUTERS
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