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Un ministro del Interior marroquí mató a Ben Barka en París, según un agente

Un ex agente de los servicios secretos de Marruecos, Ahmed Bujari, reveló ayer que el líder de la izquierda marroquí, Mehdi Ben Barka, fue brutalmente torturado y asesinado en las afueras de París el 30 de octubre de 1965 por el entonces ministro del Interior marroquí, el general Mohamed Ufkir, y su adjunto, el comandante Ahmed Dlimi.

El testimonio de Bujari está siendo publicado conjuntamente, a lo largo de este fin de semana, por el diario francés Le Monde y el semanario marroquí Le Journal.

Ben Barka, uno de los dirigentes con más prestigio en el Tercer Mundo, fue secuestrado el 29 de octubre de 1965 delante del restaurante Lipp, en el centro de París, por dos policías franceses a sueldo de los marroquíes.

La decisión de apresarle había sido tomada siete meses antes por el rey Hassan II, del que Ben Barka fue profesor, tras los disturbios de marzo de 1965 en Casablanca, en los que resultaron muertas cientos de personas. Desde entonces el dirigente opositor, exiliado en París, fue vigilado día y noche.

'Los agentes marroquíes y sus cómplices franceses -policías corruptos- debían secuestrar a Ben Barka y trasladarle vivo a Marruecos, pero la situación se les fue de las manos', según narra Bujari.

Tras su apresamiento, Ben Barka fue trasladado a una casa en Fontenay-le-Vicomte, en la periferia de la capital. Allí aparecieron primero Dlimi, quien odiaba a Ben Barka, al que insultó e intentó estrangular, pero éste se puso a gritar. El comandante ya había intentado eliminar a su adversario en 1962.

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Ben Barka fue entonces atado a una silla y perdió el conocimiento a causa de la elevada dosis de una sustancia que se le inyectó para calmarle. Posteriormente fue colgado de una cuerda con las manos atadas y, cuando apareció Ufkir, el ministro le clavó repetidamente en el pecho un estilete. Las heridas acabaron provocándole la muerte. Su cadáver fue trasladado a Rabat y sumergido en una cuba con ácido para que no se encontraran sus restos.

El secuestro y posterior asesinato de Ben Barka es uno de los capítulos más oscuros de la historia de la V República francesa.

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