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Reportaje:

¿Cuánto cuesta una embajada?

22 de los 27 embajadores de Bush no son profesionales, pero le dieron dinero

A tenor de los nombrados hasta ahora, el retrato robot del perfecto embajador de George Bush incluye ser dueño de un equipo de béisbol y haber donado decenas de miles de dólares a la campaña electoral del presidente. Éste es el caso del californiano George Argyros, que, de recibir el preceptivo visto bueno del Senado, sustituirá a Edward Romero en la Embajada estadounidense en Madrid. Argyros, que fue propietario del equipo de béisbol de los Mariners, de Seattle, dio 20.000 dólares (3,5 millones de pesetas) a la campaña de Bush y ejercía de presidente de la biblioteca Richard Nixon, en California. Más rumboso fue Mercer Reynolds, que entregó a la campaña 456.000 dólares y ayudó a los republicanos a recaudar otros tres millones de dólares. Por eso, Reynolds, que fue socio de Bush en la propiedad de los Texas Rangers, recibe una embajada más cotizada, la de Suiza.

El que los presidentes estadounidenses recompensen con embajadas a los millonarios que les ayudaron a llegar a la Casa Blanca no es una novedad. Lo han hecho todos. También Bill Clinton. El propio Romero fue un gran recaudador de fondos para el Partido Demócrata en Nuevo México, como lo fue en San Francisco James Hormel, que Clinton envió a Luxemburgo como el primer embajador abiertamente gay de EE UU, y a escala nacional, la fascinante y ya fallecida Pamela Harriman, recompensada con París.

Lo nuevo, llamativo o escandaloso es que, según informó ayer USA Today, 22 de los 27 embajadores nombrados por Bush no tengan experiencia diplomática, pero sí una inmensa fortuna y mucha generosidad con las arcas del Partido Republicano. Las atractivas embajadas en Suiza, Reino Unido, Francia, España, Portugal, Irlanda, Suecia, Japón, Jamaica y Bahamas han ido para contribuyentes a la campaña presidencial. Los diplomáticos de carrera se están quedando con lugares conflictivos como Rusia, Egipto o Yemen.

¿Cuál es el mérito de Richard Blankenship, enviado a Bahamas? Haber entregado 32.000 dólares y, sobre todo, haber prestado su avión privado para los desplazamientos del equipo republicano. ¿Y el de Howard Leach, premiado con París, el mejor puesto? Que entre él y su esposa soltaron 290.000 dólares. ¿Y el de Charles Heimbold, que irá a Suecia? Desprenderse de 367.000 dólares en aras del 'conservadurismo con compasión', lema de la campaña de Bush. Y así todos. El único consuelo que les queda a los enemigos del presidente es que, de momento, Katherine Harris, la jefa electoral de Florida que le echó una mano en el amargo trance de los recuentos, no ha conseguido todavía el puesto de embajadora.

Bush ya ha batido la plusmarca presidencial en rapidez y descaro en la recompensa de sus partidarios millonarios. Según USA Today, Clinton había nombrado a los 100 días de su presidencia a 23 embajadores -de ellos, 21 profesionales del servicio exterior- y Reagan, a 9 -4 de ellos de carrera-. El fervor de Bush sólo tiene el precedente de su padre, que en esos momentos de su mandato había designado a 21 embajadores, 13 de ellos, amigos y 8 veteranos del Departamento de Estado. Y es que ya se sabe que la dinastía de Bush se precia de gobernar EE UU como una empresa. 'El dinero está comprando poder y honores como nunca', denuncia Scout Harshbarger, presidente de Common Cause, una organización que lucha contra la subordinación de la política al sacrosanto dólar. Pero a la Casa Blanca le resbalan esas críticas. Lo que está haciendo Bush, según Ari Fleischer, su portavoz, es nombrar a 'ejecutivos expertos' para representar a su país.

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