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Las medidas de seguridad impiden ver al 'anticristo'

El centro de Atenas quedó ayer literalmente sellado por unos 7.500 policías y militares (más que cuando el ex presidente de EE UU Bill Clinton visitó la capital griega), que, desplegados en varios círculos concéntricos de seguridad, impidieron cualquier contacto, ni siquiera visual -ya sea de sus partidarios o sus detractores-, con Juan Pablo II. 'Nunca había visto a la policía tan estricta', comentaba, abatido, Yianis Surlas, un mensajero que debía entregar una documentación urgentemente en unas oficinas cercanas a la plaza de Sindagma, junto al Parlamento griego.

Horas antes de que el automóvil negro en que viajaba Juan Pablo II se internase velozmente en el centro de Atenas, cientos de turistas pagaban sus facturas de hotel, esperando tomar un taxi para trasladarse al aeropuerto, la estación de ferrocarril o el puerto de El Pireo. Sin embargo, todos se encontraban con la misma respuesta. 'Ningún vehículo, bajo ningún concepto, puede entrar en la zona', según explicaba un policía. El resultado era que, mucho después, esos mismos turistas arrastraban sus maletas bajo un sol cada vez más implacable para tratar de escapar de la tela de araña tejida por la policía. Si tenían suerte, se dirigían hacia el exterior y salían sin problemas, pero muchos, desorientados, trataban de penetrar en la zona caliente cargados con sus enseres, lo que degeneraba en grandes discusiones con los policías. 'Hemos perdido el avión gracias al Papa', decía, entre sollozos, una mujer nórdica sentada sobre su maleta.

Ajenas al hormigueo de turistas, varias decenas de personas se congregaron en la plaza de Klatimonos, en el centro, pero estratégicamente alejadas del recorrido del Papa, ataviadas con banderas negras y grandes crucifijos para protestar por la visita del 'anticristo latino'. '¡La identidad griega se desmorona!', vociferaba un hombre de mediana edad. En un quiosco cercano, el diario Apotei Matini titulaba en grandes caracteres, sobre una foto del Papa: '¡A disculparse!'.

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