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Columna
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Colapso

El consejero de Gobernación, Alfonso Perales, ha dado en la diana: la capacidad de creación de infraestructuras del transporte en Andalucía es incapaz de asumir la velocidad y ritmo del crecimiento de vehículos y de tráfico en las zonas metropolitanas. Lo que cualquier ciudadano observador era capaz de notar, paseando por una ciudad al atardecer de un Viernes de Dolores, o desplazándose desde Chiclana a Cádiz al final de la jornada laboral, lo ha convertido el consejero en discurso político. Andalucía seguramente no puede ya soportar el modelo de desarrollo y de transporte que se ha venido consolidando en los últimos años. El sistema de producción de las grandes firmas automovilísticas ha logrado, tecnológica y económicamente, diseñar, fabricar y vender miles de coches en un tiempo récord. Unos innovadores sistemas de ventas nos permiten utilizar un coche dos o cuatro años y luego renovarlo con otro de la misma marca. El parque automovilístico crece de manera extraordinaria en las carreteras.

Contradictoriamente, la obra pública tarda una eternidad en diseñar, construir y poner a punto una autovía o una simple carretera comarcal. Si, además, tomamos nota de que la opción que se reforzó durante los años ochenta, años de crecimiento y extensión extraordinarios de las obras públicas, fue la del transporte por carretera, llegaremos a la conclusión de que estamos en un cuello de botella. Un coche es relativamente barato o caro, de acuerdo con la economía particular; pero una carretera ha llegado ya a ser muy cara en las prioridades públicas. Conclusión: vamos a un futuro colapso, aunque suene duro decirlo. Otro gallo hubiera cantado si se hubiera optado por modelos de transporte público (metro, trenes, tranvías, líneas de autobuses) que hubieran combinado la versatilidad, comodidad, economía, rapidez y la capacidad de movilizar a grandes poblaciones. Aquellos gobiernos, nacionales y andaluces, optaron por exclusivos modelos de transporte por carretera en vez de desarrollar sistemas no contaminantes y colectivos. Es hora ya de enmendar el rumbo y afrontar un empeño político y educativo que nos convenza de que no podemos llegar en coche a la segunda planta del gran almacén.

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