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Bush defiende ante las dos Cámaras su plan para rebajar impuestos

El debú de Bush ante el Congreso debía ser el equivalente al discurso anual sobre el Estado de la Unión. Pero el nuevo presidente no desea emplear esa fórmula hasta haber cumplido un año en la Casa Blanca, así que adoptó el ropaje de la presentación de su primer proyecto de presupuestos para el próximo año fiscal. Con su habitual estilo campechano, Bush adelantó ayer, antes de su intervención, que no pensaba hablar más de 40 minutos, para que sus compatriotas se fueran a dormir pronto. En el mismo marco, Clinton estuvo hablando el año pasado 89 minutos.

Este discurso llega en un momento algo delicado. Bush cuenta con un 55% de aprobación de su trabajo, según una encuesta difundida ayer por el diario The Washington Post y la cadena de televisión ABC News. Es un nivel muy bajo, inferior al 76% registrado por su padre en su primer mes de febrero en la Casa Blanca y al 63% que logró Clinton en su día. Según un avance de los recuentos manuales efectuados en el Estado de Florida por el diario The Miami Herald, y hecho público el lunes, Bush fue, efectivamente, el vencedor en aquel Estado. A pesar de ello, el principal problema del actual presidente no son las dudas que puedan erosionar su imagen o poner en duda su legitimidad para ejercer el cargo, sino que el escándalo continuo de los indultos firmados por Clinton en el último minuto le lleva robando protagonismo informativo desde su toma de posesión el 20 de enero.

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Con su intervención de ayer, Bush intentaba alterar esta situación y tomar la iniciativa. Pero hay otro dato de la citada encuesta que también juega en su contra: sólo el 22% de los estadounidenses consultados en ese estudio de opinión considera el recorte de impuestos (la gran estrella del programa electoral republicano) como la principal prioridad; el 75% cita otras, como pagar la deuda nacional, garantizar las pensiones de jubilación (la llamada Social Security) o mejorar la educación pública y la cobertura sanitaria. Con ese dato en la mano, Bush se disponía anoche a entrar en el edificio del Congreso queriendo contentar a todos.

Medidas antieconómicas

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El recorte de impuestos -1,6 billones en diez años- sigue siendo la gran oferta. En este momento en el que EE UU disfruta de superávit presupuestario (que, salvo depresión económica, puede alcanzar un total 5,6 billones de dólares en una década), es justo 'que a los ciudadanos se les devuelva parte de su dinero', dijo. Bush calcula que una familia trabajadora recuperará, según su plan, unos 1.600 dólares anuales. El gasto de ese dinero en consumo e inversión servirá para reactivar la economía nacional en estos momentos de cierta desaceleración. Bush se disponía a exponer también un programa para cancelar en una década dos billones de dólares de la deuda nacional estadounidense. Al final de ese periodo quedarían 1,2 billones de dólares, pero Lawrence Lindsey, asesor económico de la Casa Blanca, afirmó que liquidar esa porción de la deuda tiene un coste. 'La penalización por la cancelación anticipada de esos bonos y letras del Tesoro sería tal que la operación resultaría antieconómica', dijo.

El presupuesto de Bush (1,9 billones de dólares para el año fiscal 2002, que en EE UU comienza en otoño) prevé un crecimiento del gasto del 4%, paralelo a la inflación, que fue del 3,4% en 2000. El único departamento que registra un incremento significativo es Educación, con el 11%. Subirán también los sueldos de los militares, pero no el gasto armamentístico, pendiente de la revolución estratégica y tecnológica que Bush desea impulsar. Se incrementan levemente los presupuestos para investigación médica, asistencia sanitaria a los jubilados y instituciones culturales afroamericanas e hispanas.

Bush mantiene su idea de que los trabajadores jóvenes puedan invertir parte de sus cotizaciones al sistema de pensiones en carteras bursátiles. Esta madrugada iba a proponer al Congreso la creación de una comisión bipartidista de expertos para 'buscar un consenso' ante esta controvertida propuesta.

En nombre de los demócratas, el congresista Richard Gephardt adelantó su oposición al tamaño del recorte de impuestos. Gephardt dijo que EE UU 'debe evitar repetir el error cometido por Reagan en 1981', cuando la rebaja de la presión fiscal añadida al gasto militar se tradujo en un tremendo déficit presupuestario. Y recordó que la idea de Clinton y Al Gore era emplear el superávit para liquidar por completo la deuda nacional.

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