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Galileo pervive en la plaza de Oriente

El sabio italiano fue consultado por el escultor Tacca para lograr que la estatua de Felipe IV no cediera por su gran peso

Si quieres hacer feliz a un matemático, plantéale un buen problema. Madrid fue tres siglos y medio atrás escenario de una charada matemática y física llena de enjundia. Hoy podemos admirar su solución en uno de los enclaves más bellos de la ciudad, la plaza de Oriente. El científico que se deleitó felizmente a costa del problema surgido en Madrid fue Galileo Galilei, uno de los más grandes matemáticos y físicos de todos los tiempos.

Corría el año de 1633. Ya casi setentón y medio ciego, dieron al pisano Galileo a solucionar un problema de su competencia: lograr que una estatua de casi nueve toneladas se mantuviera en pie con sólo dos puntos de apoyo. A juicio de todos, fue tan brillante su desenlace que hoy el Ayuntamiento, en la persona de su concejal de Tráfico y Movilidad Urbana, Sigfrido Herráez, se encuentra ante un dilema derivado de aquella perfección.

El autor del monumento se impuso el desafío de erguir sobre el corcel una mole de nueve toneladas
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Veamos. El problema a resolver le fue planteado entonces a Galileo por Pedro Tacca, nacido en Carrara en el año de 1577, escultor y fundidor de bronce. Alumno del impar Giambologna, a quien se atribuyen las estatuas de Enrique IV de Navarra y el duque italiano Fernando I, Tacca adquirió conocimiento y maestría suficientes como para erigirse en el artista más poderoso de su época. Por ello, la Corona de España, a la sazón aún dueña de media Europa, pidió consejo al Gran Duque de Toscana, para quien Tacca laboraba, y encomendó al escultor la construcción de una estatua ecuestre en bronce que mostrara la magnificencia de Felipe IV, soberano de España.

Pedro Tacca afrontó el desafío y lo expresó con su más propio arte: erguiría sobre los lomos de un corcel rampante la efigie regia de una manera tan espectacularmente dispuesta que resultara prodigiosa para villanos, menestrales, clérigos y aun nobles. Dispuso que adquiriera un tamaño cuatro veces mayor del natural, que luego rebajó hasta tres cánones.

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A su taller florentino y desde Madrid le fueron allegadas copias de dos de los mejores retratos regios surgidos de la mano de Diego Velázquez, viajero a Italia en 1629 por orden del monarca, y de otros dibujos del también pintor y sevillano Montañés.

El caso es que Tacca quiso que la estatua del soberano español pesara, una vez fundida en bronce, hasta 18.000 libras de la época, esto es, unas nueve toneladas. Estando el caballo en corveta, con sus patas delanteras alzadas y tal peso, el reto era extraordinario. Y ello porque tres cuartas partes del corcel quedarían exentas, sin apoyatura alguna sobre el suelo. Consultado Galileo Galilei, cuyos conocimientos de física no iban a la zaga de los de matemáticas, aconsejó que la única manera de impedir el abatimiento de semejante peso y el mantenimiento de su porte consistiría en dotar al caballo de una tercera apoyatura trasera, según cuentan los cronistas. En la recámara de su inteligencia guardaba su obrita Del centro de gravedad de los sólidos, escrita en torno al año 1585, cuando se hallaba vinculado a la Universidad de Padua. Fue este texto el que emplearía para hallar salida al problema que le fue planteado. Así se hizo: 'Una clave fue la cola del caballo, que inadvertidamente actúa como una tercera pata', dice el escultor José Luis Parés, catedrático de la Facultad de Bellas Artes. 'Otra medida genial consistió en ahuecar de metal, invisiblemente, los cuartos delanteros del caballo', añade Parés. La obra tardó seis años en ser culminada por orfebres florentinos. En 1640 fue instalada en el Palacio del Buen Retiro, entre la admiración de la Corte de Madrid.

En 1844, la reina Isabel II mandó llevar la estatua a la plaza de Oriente y sobre una peana la irguió con el lema: 'Para gloria de las artes y ornato de la ciudad...' La escultura tiene tal belleza que, según el concejal Sigfrido Herráez, 'eclipsa la posibilidad de llevar a la plaza dos estatuas ecuestres, de Felipe V y Fernando VI de Borbón, de nueva construcción', como previó el arquitecto Miguel Oriol al reformarla. 'Nunca competirán con aquélla en el mismo espacio', sentencia el edil. Entretanto, la estatua perdura hoy, soberbia, frente a la brisa fresca que inunda la plaza desde el este.

Estatua ecuestre de Felipe IV, obra de Pedro Tacca, en la plaza de Oriente.
Estatua ecuestre de Felipe IV, obra de Pedro Tacca, en la plaza de Oriente.RAÚL CANCIO

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