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Dumas y su amante se sientan hoy en el banquillo de los acusados en París

Christine Deviers-Joncour, una mujer de 53 años que se hace llamar 'la puta de la República', y uno de sus amantes, el ex ministro Roland Dumas, están citados hoy en el banquillo de los acusados del Tribunal Correccional de París para responder de los 64 millones de francos (1.600 millones de pesetas) que aquélla recibió del grupo petrolero Elf, entre 1989 y 1993. Tras cinco meses en prisión preventiva, esta elegante mujer confesó a las jueces Eva Joly y Laurence Vichnievsky que 'regaló' parte de ese dinero a Dumas y otra parte habría servido para levantar el veto de este último a una venta de fragatas a Taiwan.

Sólo una ligera cojera reduce las cualidades físicas de Dumas, un hombre que, a sus 78 años, representa mucho más que una de las figuras señeras del mitterrandismo. Buen vividor, amante de las artes, amigo que fue de Picasso, Dumas es el político de mayor rango que llega al Tribunal Correccional como acusado, tras haber sido ministro de Asuntos Exteriores con Mitterrand y presidente del Consejo Constitucional hasta hace casi un año.

Junto con él están citados cuatro directivos de Elf, entre ellos Loïk le Floch Prigent, ex presidente de este grupo petrolero, y su número dos, Alfred Sirven, huido desde hace dos años y que hace sólo un mes se escapó de la policía cuando a punto estaba de detenerle en Filipinas. A todos se les imputa malversación de fondos públicos.

Los pagos de Elf a la amante de Dumas consistieron en un salario de 55.000 francos mensuales (1.375.000 pesetas) durante cinco años, el alquiler de una casa y la entrega de una tarjeta de crédito utilizable sin límite alguno; además de dos pagos de 14 millones de francos, en 1991, y de otros 45 millones al año siguiente. Todo por una relación que, según ella, consistía en llevar las relaciones públicas de la empresa con el Quai d'Orsay, regentado por Dumas.

Designación del presidente

Para la acusación, Roland Dumas favoreció la designación de Le Floch-Prigent como presidente de Elf-Aquitaine, y este último fue el que concedió a la señora Deviers-Joncour el empleo de conveniencia por el que recibió 1.600 millones de pesetas en larguezas injustificables. Una parte de ellos -200 millones de pesetas- le habrían sido entregados por la buena señora a Dumas, a título de pequeño regalo.

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Otra cantidad mucho más importante, 45 millones de francos, habría sido pagada por Elf para facilitar la venta a Taiwan de fragatas fabricadas por Thomson. El cómo y el porqué de este pago es un misterio. Se sabe que forma parte de los muchos que hizo el número dos de Elf, Alfred Sirven, por cuyas cuentas en Suiza llegaron a circular 1.000 millones de francos. La hipótesis de los acusadores es que la venta de las fragatas fue paralizada en un pimer momento por Mitterrand para no disgustar a China, por consejo de Dumas; el dinero de Elf habría servido para levantar el veto.

Dumas ejerció como abogado antes de dedicarse a la política, y ahora actúa como su defensor. Afirma que ni favoreció el nombramiento del presidente de Elf, ni compró el apartamento de 425 millones de pesetas de su amante; y además pide la desclasificación de numerosos documentos del Ministerio de Defensa que probarán que él defendió los intereses de Francia en el asunto de las fragatas. Y de paso, pide que declaren como testigos dos ex primeros ministros, Pierre Mauroy y Michel Rocard.

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