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EL CIERRE DE LA CENTRAL DE LA CATASTROFE

Ucrania paraliza Chernóbil para siempre a cambio de ayuda para otros dos reactores

A las 13.17 de ayer, un operario apretó el botón que puso fin a la reacción en cadena

"Ordeno apagar el tercer reactor". Leonid Kuchma, presidente de Ucrania, se dirigió así a las 13.17 de ayer desde Kíev al director de la central nuclear de Chernóbil, Vitali Tolstogónov, quien contestó: "A sus órdenes". Un operario apretó entonces un botón con las siglas BAZ (defensa de emergencia rápida) y puso en marcha un proceso de poco más de una hora que detuvo para siempre la reacción en cadena del reactor. El presidente ucranio cumplió así la promesa que le hizo en junio al presidente de EE UU, Bill Clinton, y, cinco años antes, a la Unión Europea y el Grupo de los Siete.

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Acosado por un siniestro escándalo interno (se le vincula con el asesinato de un periodista opositor), Kuchma, que se sabía el centro de la atención mundial, explicó lo que Chernóbil ha significado para Ucrania: "Casi 3,5 millones de víctimas de la catástrofe y de sus consecuencias, casi el 10% del territorio contaminado por elementos radiactivos, 160.000 personas desplazadas". Y los muertos, no menos de 2.000, aunque a veces se hable de muchos más. Por no hablar de los 70.000 liquidadores inválidos, entre los 800.000 que llegaron de toda la URSS para mitigar los efectos del desastre mediante la construcción del sarcófago que aisló el reactor accidentado el 26 de abril de 1986 del resto del mundo.Ante más de 2.000 invitados, algunos tan exóticos como el modista Pierre Cardin, Kuchma aseguró que el mundo es ahora "un lugar más seguro", que "la gente puede dormir tranquila" y que Ucrania, al comprender que la central era un peligro para la humanidad, "sacrificó una parte de sus intereses nacionales en favor de la seguridad global". El accidente de abril de 1986, recalcó, símbolo de la "energía nuclear fuera de control", está en el catálogo de "cataclismos devastadores" como los de Pompeya, Gernika o Hiroshima.

Leonid Kuchma ha insistido estos últimos días en que, en matería de energía nuclear, su país ha dado sobradas muestras al mundo de que se puede confiar en él. No sólo renunció a su arsenal nuclear heredado de la URSS (que entregó a Rusia), sino que ha cumplido el compromiso de cerrar la central de Chernóbil. Los liquidadores, añadió, protegieron a la humanidad de un peligro que comparó al de las invasiones llegadas de Oriente hacia la Europa del Renacimiento.

Según Kuchma, la catástrofe de abril de 1986 ha supuesto un sacrificio económico de 25 billones de pesetas que ha lastrado las posibilidades de desarrollo de la antigua república soviética, hundida en una pavorosa crisis económica. El monto de la factura parece exagerado, pero le sirve como plataforma para apelar a la solidaridad exterior. "Estoy convencido de que no se abandonará a Ucrania", afirmó, con la mente puesta en quienes tendrán que echar mano del talonario de cheques, fundamentalmente el Grupo de los Siete y la Unión Europea.

Ese apoyo ha tenido ya dos importantes concreciones en los días previos al cierre de la central. El 7 de diciembre, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) concedió a Ucrania un crédito, cuya devolución es más que dudosa, de 215 millones de dólares (más de 40.000 millones de pesetas). Objetivo: ayudar a completar dos reactores atómicos, uno en la central de Rovno y otro en la de Jmelnitski. Será ahí donde Ucrania compense, con creces, el 5% de la producción eléctrica que generaba Chernóbil.

Fue una señal política importante para impedir que, a última hora, Ucrania se volviese atrás en su decisión de cerrar la central. El 13 de diciembre, por fin, tan sólo dos días antes de la clausura definitiva, la Unión Europea aprobó otro crédito con el mismo propósito, en esta ocasión de 585 millones de dólares. Ambos desembolsos se harán efectivos tan sólo a cambio de que se garantice la seguridad de los dos reactores, que algunos informes técnicos ponen en duda.Los dos préstamos forman parte de un proyecto de 1.500 millones de dólares, que terminarán de financiar los países del Grupo de los Siete. Y no por altruismo, sino por su propio interés. El que que se deriva de la eliminación de la amenaza de Chernóbil y el que procede del riesgo de que, si no encuentra apoyo en Occidente, Ucrania vuelva los ojos hacia Rusia. De allí llegan vitales suministros de petróleo y gas, que somenten a una indeseada dependencia a un país que trata de reafirmarse marcando distancias con Moscú.

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