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La ultraderecha que surgió del Este

Pilar Bonet

Categorías raciales

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No basta con ser blanco

La Universidad Europea Viadrina, un proyecto al servicio de la integración en el continente, ha tenido que aceptar una asignatura no prevista en 1992, cuando abrió sus puertas en la ciudad alemana de Francfort del Oder, en la frontera con Polonia. La asignatura ha penetrado en la vida académica y se ha convertido en una pesadilla para profesores y alumnos. Se la puede llamar xenofobia, racismo o violencia ante todo lo que es percibido como ajeno. Sus maestros son jóvenes de cráneo rapado y cazadoras de cuero que enseñan sus artes en la calle y golpean de noche. Su odio no sólo han puesto en peligro la integridad física de estudiantes polacos, españoles, africanos -y alemanes-, sino que impiden superar los traumas históricos en los confines orientales de la Unión Europea (UE).El desplazamiento territorial de Polonia hacia el Este, las grandes deportaciones de posguerra y los roces entre los vecinos del bloque socialista han configurado este entorno, donde alemanes y polacos conviven aún con dificultad, aunque crucen el puente sobre el río Oder en dirección a Polonia para comprar cigarrillos y alcohol en Slubice, o en sentido contrario, para adquirir artículos electrónicos en Francfort del Oder. Los 3.800 estudiantes de la universidad residen a ambos lados de la frontera. La intensa vida intelectual y social que generan en torno a la Viadrina o al Collegium Polonicum, una institución académica polaca construida en Slubice con ayuda de la UE, ayuda a disipar viejos fantasmas.

Complejo de culpa

Francfort del Oder tiene 73.000 habitantes y un 3,9% de población extranjera, que incluye a los universitarios y a los ciudadanos de países desafortunados, llegados a las fronteras de la UE en busca de asilo. De los estudiantes extranjeros (un 40% de los matriculados), la mayoría son polacos, seguidos por ucranios y rusos. En este curso hay seis estudiantes españoles.

Estudiar en el corazón de Europa tiene sus complicaciones. El profesor Dieter Martiny imparte clases de Derecho Internacional y es también el responsable de los extranjeros de la Universidad. El cargo de ausländerbeauftragte, que replica otro semejante en el municipio, fue creado en 1998, tras el ataque a un estudiante polaco.La presencia de "un grupo de vándalos a menudo alcoholizados con prejuicios contra todo lo que es extranjero" obliga al profesor Martiny a pensar en "categorías raciales", lo que es muy embarazoso para un alemán criado tras la II Guerra Mundial. En la práctica significa que los estudiantes negros o muy morenos son alojados en una residencia del centro de la ciudad y no en la de Neuberesinchen, el barrio de viviendas prefabricadas donde se dan cita los cabezas rapadas. Pintadas de distinto signo y carteles que denuncian el asesinato de Rudolf Hess por los servicios secretos británicos decoran el desolado paisaje. "Me advirtieron de que no saliera a hacer jogging por las noches", dice el madrileño Pablo, alojado en Neuberesinchen. "También me han dicho que puedo cambiarme de residencia si lo deseo", señala.

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En las estadísticas del profesor Martiny figuran un mínimo de 12 incidentes violentos en Francfort del Oder desde 1997, algunos de ellos con varias víctimas. Imprecaciones, puñetazos, patadas, amenazas a punta de pistola y hasta dentelladas caninas son los instrumentos de agresión. El estudiante polaco Kamil Majchrzak no se deja amedrentar. En 1997, los ultraderechistas le pegaron una paliza. En 1998 le pusieron una pistola en la sien y lo fotografiaron. Su agresor, André Werner, condenado a un año de cárcel, pertenece, según dice, al entorno del Partido Nacional Democrático (NPD). Pero existen más casos, porque hay quien no presenta denuncia, como un estudiante colombiano que, tras recibir una paliza, hizo las maletas y se marchó.

Las agresiones ocurren también en Slubice, la ciudad polaca que hasta 1945 era un barrio residencial de Francfort del Oder llamado Dammvorstadt. Entre ambas ciudades se interpone hoy un puesto de control y dos guardias fronterizos. Las estadísticas de Martiny registran tres agresiones en Slubice. Una de ellas, contra el estudiante español Antonio López, atacado por polacos en 1998. No figura la sufrida por Adolfo, a quien unos ultras polacos agarraron por los cabellos. "Me pidieron perdón al saber que era español. Por lo visto, sólo querían vengarse de los alemanes", explica este estudiante, procedente de Oviedo. Pablo, Adolfo y los otros cuatro españoles dicen estar a gusto en Francfort del Oder, aunque alguno confundiera inicialmente esta ciudad con la otra del mismo nombre, sobre el río Main.

La violencia se mide con diferente rasero en Alemania y en Polonia, donde las agresiones suelen etiquetarse como gamberrismo. "La historia ha impuesto obligaciones y responsabilidades a Alemania. En Polonia, en cambio, reina el mito de la inocencia", señala Kamil, que participa en el movimiento antifascista Nigdz Wiecej (Nunca Más) y que denuncia la existencia de listas de potenciales víctimas difundidas por los ultras. La nueva normalidad alemana, señala Kamil, incluye también el nacionalismo. En el mercado de Slubice se venden CD de música prohibida en Alemania. En la funda, frases como ésta: "Te juro, Adolf Hitler, fidelidad y valentía como Führer y canciller del Reich alemán. Juro ser obediente hasta la muerte a ti y a las leyes por ti decretadas".

Los cabezas rapadas han sido un campo de cultivo para el NPD, una formación política que las autoridades alemanas quieren prohibir. El NPD cuenta con un concejal en el Ayuntamiento de la ciudad (46 miembros). El concejal, Jörg Hähnel, tiene 25 años y aspecto adolescente. La organización local del NPD, dice, tiene 25 miembros, y cinco de ellos han ingresado después de que comenzara a debatirse su prohibición. Algunos militantes, reconoce, llevan la cabeza rapada, pero "la identidad de las personas no está en su cráneo". Los cabezas rapadas son "un movimiento juvenil que debe ser encauzado en un surco político constructivo", señala. "El municipio no quiere saber nada de ellos, los aísla diciéndoles que son ultras. Nosotros somos los únicos que nos ocupamos de ellos".

Hähnel está "categóricamente en contra de la inmigración", porque ello "aliena a los alemanes de su propia cultura". Afirma que la necesidad de especialistas en informática en Alemania puede haber sido provocada artificialmente por el capital para su propio provecho. "Se han inventado la green card (permiso de trabajo temporal para técnicos informáticos), para ir trayendo extranjeros poco a poco a esta zona alemana". Hähnel dice que su padre trabajaba en la fábrica de circuitos integrados de Francfort del Oder que surtía de chips al mercado socialista y que, cuando se cerró tras la reunificación, dejó a 8.000 personas en el paro. Hoy, el desempleo es del 17% oficialmente, y de mucho más si se tiene en cuenta el alto porcentaje de puestos de trabajo subvencionados. Hähnel no está muy interesado en los vecinos polacos. Prefiere tratar con sus iguales y no con extraños, que además "roban coches" y "traen cigarrillos de contrabando". Está a favor del ingreso de Polonia en la UE, porque así los alemanes que vivieron en las "regiones orientales" (hoy territorios polacos) tal vez recuperen el "derecho al hogar para ellos y sus descendientes". Sus abuelos, dice, nacieron en Silesia (hoy Polonia y antes Alemania). "En la RDA", afirma, "la gente no fue tan adoctrinada como en la RFA y ha mantenido una relación más sana con la propia historia, porque no tenía complejo de culpa por el nazismo", señala. "El complejo de culpa hizo que los alemanes occidentales se sometieran rápidamente a la cultura de los macdonalds". Hähnel dice no temer la prohibición del NPD. "Queremos las cabezas y los corazones de la gente. Encontraremos otros caminos para llegar a ella", añade.La Viadrina da trabajo a 660 personas. Sin embargo, la gran masa de la población local sigue viviendo de espaldas a los extranjeros. "Todavía siguen considerando a la Viadrina como una institución occidental", dice la profesora de Sociología Anna Schwarz, según la cual los responsables municipales de Francfort del Oder hubieran preferido una universidad técnica que aprovechara la infraestructura humana y económica de la fábrica de circuitos integrados. No fue así, y la Viadrina es sobre todo un centro de humanidades. Con la esperanza de modificar el entorno, la universidad y el instituto de física de semiconductores (IHP) participan en iniciativas contra la xenofobia. A la campaña Freundliches Frankfurt (Por un Francfort amistoso) se suma el apadrinamiento de estudiantes extranjeros.

Schwarz, una de los cinco alemanes del Este en una plantilla de 50 profesores, ha apadrinado a Erik, un estudiante de Camerún.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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