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Cuatro muertos y 32 heridos al descarrilar a 180 kilómetros por hora un tren a las afueras de Londres

Isabel Ferrer

Cuatro personas perdieron ayer la vida y otras 32 resultaron heridas, cuatro de ellas graves, al descarrilar el tren expreso que cubría el trayecto Londres-Leeds (al norte de Inglaterra). El accidente se produjo a los 20 minutos escasos de que el convoy partiera al mediodía de la estación de King's Cross, en el corazón de la capital británica. En un prinicipio se barajó la hipótesis del atentado, aunque a última hora de ayer la policía la descartó. La línea férrea donde se produjo el accidente había recibido varias amenazas de bomba.

Varios de los pasajeros señalaron ayer que el tren de la compañía Great North Eastern, que viajaba a unos 180 kilómetros por hora, pareció chocar contra algo. Según otros viajeros, sin embargo, se escuchó un ruido seco, parecido a una explosión, antes de que descarrilara partiéndose en dos. La locomotora apenas sufrió daños y el maquinista salió con unos pocos rasguños. Por el contrario, el vagón restaurante perdió el techo y los dos de la cola quedaron volcados. Cuando la policía y los servicios de urgencia acudieron al lugar, casi todos los pasajeros habían conseguido abandonar ya el tren y deambulaban junto a las vías. Tenían rasguños y golpes y estaban en estado de choque.

"Era como si el tren no fuera a parar nunca. Cuando lo hizo, nadie podía creer que hubiéramos descarrilado", dijo Justin Rowlatt, quien resultó ileso. Los cuatro heridos más graves tienen piernas y brazos rotos. Una mujer se rompió la columna, pero sin riesgo de parálisis.

Antes de que la policía anunciara que la línea había sido amenazada, portavoces de Railtrack, la empresa privada que coordina los servicios ferroviarios en el país, también privatizados, aseguró que las señales habían funcionado y todo el equipo de a bordo parecía estar en orden.

El accidente ha ocurrido apenas un año después del choque de trenes en la estación londinense de Paddington, donde murieron 31 personas. Hace una semana escasa, además, John Prescott, ministro de Transportes, había reunido a los supervivientes y a sus familias para anunciarles que el Gobierno pensaba invertir 60.000 millones de libras (17 billones de pesetas) en mejorar la seguridad de la red ferroviaria nacional. Dicha suma deberá gastarse durante la próxima década y servirá para dotar a los trenes de sistemas de alarma o frenado que eviten una colisión.

Privatizados por el anterior Gabinete conservador, poco antes de que los laboristas ganaran las elecciones de 1997, y repartidos entre varias compañías que cubren el territorio nacional, los ferrocarriles británicos son objeto de frecuentes críticas.

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