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Reportaje:

La polémica del espermatozoide menguante

Los estudios sobre la pérdida de calidad del esperma humano, divididos en sus conclusiones

¿Es el hombre de hoy menos hombre que el de hace medio siglo? Si nos atenemos al recuento de espermatozoides, parece que sí. Esto es lo que dicen desde mediados de los setenta algunos estudios, que detectan una disminución del 1% anual en la concentración de espermatozoides en el semen y del 0,5% en su movilidad. Estos datos indicarían una merma de la fertilidad masculina que algunos relacionan con ciertos tóxicos ambientales. Pero otros estudios concluyen que no existe tal crisis del espermatozoide y que en todo caso se trata de una crisis de método científico. El asunto no está nada claro para la ciencia, incapaz de explicar por qué los varones de Nueva York tienen el doble de espermatozoides que los de Los Ángeles. Respecto a España, va bien.

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Datos discrepantes

Al hablar de espermatozoides, los números no acaban de cuadrar. Alguien -mujer y danesa- detectó en 1992 que había un enorme agujero en la contabilidad de los espermatozoides del varón occidental. El déficit encontrado no era menor: hablaba de muchos millones diarios, más de un billón en toda una vida. Así que, desde entonces, cientos de equipos en todo el mundo están echando sus propias cuentas y revisando las de los demás.Lo que la doctora Elisabeth Carlsen, del Hospital del Reino, en Copenhague (Dinamarca), había descubierto cayó como una bomba con amplio eco en los medios de comunicación. En su estudio, publicado en septiembre de 1992 en el British Medical Journal (BMJ), analizaba los datos de 14.947 hombres incluidos en 61 estudios realizados entre 1938 y 1991. Y la conclusión era clara: el número de espermatozoides había descendido de 113 millones por centímetro cúbico en 1938 a 66 millones en 1990, a la vez que el volumen total de líquido seminal se había reducido de 3,4 a 2,75 centímetros cúbicos.

Xenoestrógenos

La prueba del descenso de calidad del semen durante los últimos 50 años era el título inequívoco de su trabajo. Pero al poco empezaron a publicarse otras pruebas. Unos lo hacían por alusiones y otros porque nadie les había señalado; unos hacían causa global y otros local; unos coincidían con el primer diagnóstico danés y otros lo desmentían. Como reflejo de la polémica, BMJ, la revista que había abierto el debate, publicó en un mismo número de febrero de 1996 dos estudios independientes que llegaban a conclusiones divergentes: uno decía que el número de espermatozoides de los jóvenes de Escocia estaban a la baja y otro que los franceses de Toulouse no tenían este problema.

¿Dónde estamos hoy? Unos días los espermatozoides del hombre occidental están de capa caída y otros mantienen el tipo. Depende del último estudio científico, que no es necesariamente el mejor, ni mucho menos el definitivo. Uno de los últimos, publicado en marzo en la revista Fertility and Sterility, concluye que, al menos en los estadounidenses, la calidad del semen no se ha alterado en los últimos 50 años. "Todo en nuestro estudio indica que la cantidad de espermatozoides del hombre medio no está cambiando", afirma la autora del estudio, Rebecca Sokol, del hospital maternoinfantil de la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles (EE UU).Pero no todo el mundo lo ve igual, porque hay estudios que dicen lo contrario. "Hay que aceptarlo así: los datos son discrepantes, y no hay conclusiones generales", dice José María Vendrell, jefe de andrología del servicio de medicina de la reproducción del Instituto Dexeus de Barcelona. Todo lo más, hay conclusiones parciales o locales, y en todo caso provisionales.

Y es que el espermatozoide también se resiste a la mundialización. La diversidad geográfica es la norma, y no es extraño que los recuentos realizados en donantes de semen no encuentren disminución en Estados Unidos, pero sí en Francia. Además, en cada país y en zonas próximas puede haber grandes diferencias.

Eso es precisamente lo que se le reprochó a la doctora Carlsen, que en su análisis estadístico había comparado datos de 61 estudios del semen que no eran homogéneos ni comparables. "La metodología para el análisis de semen de hace 50 años no es igual que la de ahora, y los valores considerados normales, tampoco", dice Vendrell. Hoy, se considera normal una concentración de espermatozoides por encima de los 20 millones por centímetro cúbico. Pero, según las normas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el estudio del semen, las muestras deben ser completas, recogerse tras varios días de abstinencia sexual, repetirse al menos dos o tres veces y en ausencia de fiebre en el último mes, entre otros requisitos.

Pero es que, además, no es lo mismo estudiar las características del semen en la población general que en los hombres que acuden a una clínica de tratamiento de infertilidad o en los donantes de semen. "Cada investigador recurre a los datos que tiene a mano para diseñar sus estudios", dice Vendrell. "Pero eso no quiere decir que sean comparables".

En 1997, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos pidió que se revisara el estudio de Carlsen. La epidemióloga californiana Shanna Swan volvió a analizar los 61 estudios que utilizó la danesa y, a pesar de sus sospechas iniciales, llegó a la conclusión de que, "sobre todo en Europa y en Estados Unidos, hay un declive grande y significativo". En Estados Unidos, del 1,5% anual entre 1938 y 1990, y en Europa, del 3,1% entre 1971 y 1990. "Creo que este estudio cambiará el debate sobre el deterioro del esperma del sí al por qué", afirmó Swan.

Pero el debate sigue abierto, y no se descarta que pueda existir cierta tendencia a la baja. Si así fuera, ¿cuál sería la causa? "A menos que usted sea una de esa personas que piensan que Testículos era un héroe de la guerra de Troya, habrá leído algo sobre la posible asociación entre el descenso del número de espermatozoides y unas sustancias químicas del tipo de los estrógenos", decía la revista Scientific American en julio de 1996.Efectivamente, los principales sospechosos del posible desaguisado testicular son los llamados xenoestrógenos y, en general, los perturbadores endocrinos, unos compuestos que pueden interferir el funcionamiento de las glándulas endocrinas, entre ellas los testículos. En su mayoría son de procedencia industrial (plaguicidas, champúes, cosméticos, envases y otros productos) y contaminan el agua, los alimentos y el medio ambiente. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos tiene una lista con miles de sospechosos pendientes de estudio. Algunos ya han demostrado su nocividad en animales.

La polémica ha llegado hasta China, donde también se ha registrado un deterioro de la cantidad y calidad del esperma. ¿Y en España? La revisión de los datos del banco de semen del Instituto Dexeus recogidos durante 15 años "no muestra diferencias", según Vendrell, aunque otros estudios sí las han encontrado.

Uno de los más amplios se publicó en 1999 en la revista Human Reproduction, la más prestigiosa de la especialidad, por el equipo de Pablo Andolz, del Laboratorio de Investigaciones Seminológicas de Barcelona, en el que se estudian los datos de 22.759 varones del noreste de España. Su conclusión es que "no existe evidencia de un deterioro de la calidad del esperma, aunque se ha observado un descenso significativo en el porcentaje de espermatozoides normales", escriben los autores.

Lo único cierto es que "no está claro que haya un descenso, y, si lo hubiere, ¿cuál sería su causa?", dice Vendrell. La hipótesis ambiental es la más plausible, pero por ahora es sólo una hipótesis, del mismo modo que los espermatozoides, por ahora, sólo sirven para procrear. Y, con uno de calidad, basta.

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