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Combatir y no resolver problemas

El general Marshall ha quedado en la historia identificado con el conocido Plan que hizo posible la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Hombre ponderado y prestigioso, a quien Churchill describió como el motor oculto de la victoria contra el nazismo, dejó para el futuro una sentencia de aplicación inmediata para España. Los problemas -aseguró- hay que resolverlos y no combatirlos.Si hay un problema que hayamos combatido y no resuelto es el de la enseñanza de la historia. Costó hace meses varios centenares de artículos y océanos de adrenalina. Estrechamente relacionado con la pluralidad de España, nos enfrenta con el centro de gravedad de nuestra convivencia, ése que divide a los partidos haciendo que dirigentes socialistas gallegos quieran expulsar a los catalanes. Basta que sobre él haya algún pronunciamiento para que inmediatamente se presuman segundas intenciones. El debate abunda en vehemencia en las cuestiones periféricas pero, ahora que parece reiniciarse, como se encauce en la pura denuncia y contradenuncia acabará en la exasperación, el aburrimiento y la irresolución.

Hay problemas en la enseñanza de la historia por cuestiones metodológicas pero lo crucial queda circunscrito a que hemos llegado, de forma casi involuntaria, a un sistema perverso en la ESO gracias al cual, cumpliendo la ley, se puede explicar la historia de España desde 1931 en 22 líneas y la de Galicia durante la misma época en 22 páginas. Quienes tanto temen por la desmembración de España se debieran dar cuenta que fue su incapacidad para darse cuenta de que había que explicar la historia de ésta quien originó el conflicto. De la misma manera, los nacionalistas debieran saber que no sólo tienen que defender sus 22 páginas sino que tienen que lograr que España se explique con tal extensión y de tal modo que, para todos, quede meridianamente claro que lo que ellos piensan es legítimo. Así, como sugería Eduardo Mendoza, el catalán dejará de ser visto por el resto como una especie de lenguaje secreto para hablar entre sí los comerciantes del textil. Sólo los historiadores pueden determinar, mediante un acuerdo generalizado, qué fórmula es la mejor para llegar a este resultado. Si la cuestión se convierte en político-partidista acabaremos muy mal.

Con la inmigración sucede algo parecido. La impresión que produce la forma en que se ha tratado este grueso problema hasta el momento es de inconcebible ligereza. No es necesario glosar la del PP pero tampoco resulta convincente en la izquierda el afán de encontrar en los cambios ahora propuestos una voluntad regresiva en la que sobreabundarían motivos para hacer labor de oposición al Gobierno. Una de las opiniones más sensatas que se ha hecho pública en los últimos días es la del ex ministro Pimentel: es demasiado pronto para proceder a una contrarreforma rápida y poco meditada.

En una intervención pública reciente en Madrid, Pujol recordaba que España -la sociedad misma, no sólo la clase política- no ha hecho los deberes para enfrentarse a esta cuestión. El estilo del president resulta moroso y avanza con meandros que a veces parecen infinitos pero es uno de los poquísimos dirigentes políticos capaces de combinar la cita literaria, la anécdota y el pensamiento de fondo. Una reflexión como la suya está por hacer y, en cambio, nos estamos perdiendo en una periferia conflictiva en vez de tomar en serio el problema para acabar resolviéndolo. Lo del "efecto llamada" que habría provocado la ley recuerda aquella anécdota de Ortega sobre el gitano que fue a confesarse y acabó reconociendo que no se aprendía los mandamientos porque había el "runrún" de que los iban a quitar. No es posible imaginar el estudio de Derecho Administrativo durante un viaje en patera. La naciente obsesión con la persecución de perversas "mafias" puede ser reconfortante pero elude la verdadera cuestión. Y ésta se resume en lo que no hace tanto tiempo dijo Felipe González: si él tuviera veinte años y fuera un joven marroquí en paro haría lo imposible para tratar de cruzar el Estrecho. Podemos tener una exasperante conflictividad sobre este problema pero bien haríamos tratando de resolverlo entre todos.

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